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Una decena de jóvenes violadas, desaparecidas o asesinadas en instalaciones universitarias en los últimos dos años; un rector que no cumplió la promesa de erradicar la violencia de género ni aplicó los protocolos para proteger a las alumnas agredidas, y la impericia de las autoridades para negociar con los colectivos en paro. Es la mecha que lo incendió todo.
Fueron también detonantes movimientos como “Ni una menos” en Argentina, la “revolución feminista” en Chile, el #MeToo en Estados Unidos, así como el surgimiento de las “feministas radicales” ante la ola de violaciones, secuestros y homicidios en la Ciudad de México, que desató la ira de las universitarias, acumulada tras años de demandas incumplidas en diversos planteles.
Estos ingredientes hicieron estallar la crisis que hoy tiene semiparalizada a la Universidad Nacional Autónoma de México, conflicto en el que las mujeres marcan el paso. Ellas son las principales víctimas, ellas llevan la agenda, protagonizan las negociaciones y no parecen estar dispuestas a ceder hasta que las agresiones contra las mujeres por parte de estudiantes, profesores y administrativos, sean consideradas faltas graves y castigadas con severidad.
La violencia que se ha visto en las formas de organización de alumnas de las prepas y facultades de la UNAM, desde octubre hasta inicios de febrero, para suscribir un pliego petitorio casi cumplido en su totalidad, no tienen precedente.
La irrupción
El inicio de la hoguera del movimiento de mujeres en la Ciudad Universitaria fue el 5 de noviembre de 2019, cuatro días antes de la reelección de Graue, en la Facultad de Filosofía y Letras, un plantel reconocido por su intensa actividad política.
El 14 de noviembre, ya consumada la reelección, al rector de la UNAM, Enrique Graue, le estalló una protesta convocada por la FES Cuautitlán a los pies de la torre de Rectoría.
Cerca de 300 encapuchados vandalizaron el edificio, lo llenaron de pintas que pedían el fin de la violencia de género y que llamaban “porro” al rector; quemaron una bandera de México y saquearon una librería.
Desde ese momento, la UNAM fue testigo del nivel de violencia con el que operan no sólo los ya conocidos encapuchados, presentes en la mayoría de las escuelas en forma de cubículos estudiantiles o bloques anarquistas, sino las nacientes colectivas feministas.
A quienes sólo buscan desestabilizarnos les digo que no lo conseguirán, que tenemos claro lo que buscan, que no conseguirán que escalemos la violencia con más violencia en aspiración de conseguir lo espurio de sus pretensiones.” Enrique Graue, rector de la UNAM
“Que arda lo que tenga que arder”
A 700 metros de la oficina de Graue inició el fuego. “¡Ahora que encendimos la hoguera, que arda todo lo que tenga que arder!”, gritaron las Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras (MOFFyL) de la UNAM, cuyas exigencias para atender la violencia de género fueron respaldadas y llevaron a paro a 18 escuelas, pero también fueron cuestionadas inclusive por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien dijo que veía “mano negra” en el conflicto.
Sin embargo, las autoridades aún no cuentan con un mapa claro de los grupos que estarían aprovechando la movilización feminista.
Personas embozadas tomaron las instalaciones de al menos diez escuelas sin una asamblea previa, ni consenso entre alumnos. Sólo un día los planteles fueron cerrados y de pronto los alumnos fueron desalojados.
El foco de la rebelión
Al interior de los planteles pequeños grupúsculos, casi todos conformados exclusivamente por mujeres, se apostaron en la escuela y a través de redes sociales comenzaron a solicitar alimentos, cobijas, extensiones eléctricas y otros insumos para sostener la medida que presiona a la UNAM.
La forma de las tomas ha obligado a sentarse a la mesa a directivos de preparatorias y a Rectoría, pero con la misma violencia con la que se toman escuelas se rompen mesas de diálogo. Las jóvenes denuncian que son víctimas de ciberacoso, que porros las agreden y que las respuestas a sus demandas son un pase directo al laberinto burocrático de la UNAM, por lo que se niegan a negociar.
La demanda es legítima, en eso coinciden las encapuchadas y las autoridades. De los más de 333 mil alumnos que tiene la universidad, la mitad son mujeres. Ellas reclaman un espacio seguro para estudiar, no más hostigamiento, violencia, acoso y violaciones por parte de compañeros, trabajadores, administrativos y profesores.
Al centro, las mujeres
Las recientes movilizaciones de la universidad tienen una particularidad que las aparta de los antecedentes. Las protagonistas son mujeres y el tema central de sus demandas son cuestiones de género. Ellas se han unido a la ola de feminismo en América Latina y han respaldado exigencias como la despenalización del aborto (que surgió en Argentina) y han replicado actividades nacidas en Chile, como el performance “Un violador en tu camino”.
Aunque el inicio de las movilizaciones está en la FFyL, no fue sino hasta la amenaza de bomba el 29 de enero al Colectivo Violetas de la FES Aragón cuando ocurrió el flamazo que encendió la hoguera.
A pesar de que el hecho de la presunta bomba detonó la escalada de paros y tomas, la FES Aragón no se unió. En entrevista para ejecentral una integrante del Colectivo Violetas señala que ellas no pueden mantener un paro, pues se requiere de amplia coordinación y apoyo de la comunidad, para solventar cuestiones básicas como alimentarse; también dijeron que hasta el momento no saben sobre la situación legal del presunto atacante ni cuentan con protección de la UNAM.
Cada que inicia un gobierno o cada que hay una movilización, anuncian investigaciones e intentan imputarnos la responsabilidad❞. Vocero del colectivo Biblioteca Social Reconstruir
La FES Aragón encendió las movilizaciones, pero el origen del fuego se encontró en el pliego petitorio de las MOFFyL, que consta de once puntos, la mayoría han sido resueltos, menos uno.
Se trata de la modificación a los artículos 95, 98 y 99 del Estatuto General de la UNAM. Las alumnas quieren reformas para que la violencia de género sea señalada como falta grave y aunque la FFyL ya mandó una propuesta al Consejo Universitario el 17 de enero, las jóvenes exigen
que se haga pública y señalan que el proceso de resolución no fue transparente.
La noche del pasado miércoles 12 de febrero, tras más de 10 horas de discusión, el Consejo Universitario aprobó las modificaciones a los tres artículos del Estatuto General de la UNAM que urgían las MOFFyL. Con ello, la totalidad de las demandas de las paristas estaría cumplida.
Sin embargo, hasta el cierre de esta edición las paristas de la Facultad de Filosofía no habían emitido algún pronunciamiento. De aceptarse la modificación, las instalaciones de la la FFyL y de todas las escuelas en paro que respaldan ese pliego petitorio deberían ser entregadas, luego de más de tres meses de movilizaciones.
El dato. La UNAM tiene 356 mil 530 alumnos, de los cuales 30 mil 89 son de posgrado, 213 mil de licenciatura y 112 mil 588 de bachillerato.
Sin embargo, hay comunidades de estudiantes que se oponen a las formas de estas movilizaciones. A los paros por la pérdida de clases y a las tomas porque se realizan sin una asamblea previa. En el CCH Azcapotzalco, en la Prepa 9 y en la Prepa 8 se ha hecho patente que hay quienes desean volver a clases, lo que ha derivado en enfrentamientos.
Los intentos de paro y tomas han enfrentado no sólo a las comunidades estudiantiles, sino a alumnos y profesores. Como ejemplo está la Facultad de Derecho, donde personas infiltradas intentaron retener la escuela y arrojaron pintura a los maestros presentes.
Hay escuelas que además de adherirse al pliego de las MOFFyL han creado sus propios documentos de demandas. Las estudiantes quieren soluciones con plazos establecidos y personal involucrado en sus peticiones, pero las direcciones de los planteles y la misma Rectoría responden con promesas de canalizar las exigencias a otras instancias sin comprometerse en fechas determinadas a dar soluciones, a un laberinto burocrático.
En otros escenarios, las peticiones se responden con el argumento de que la UNAM está impedida para dar resolutivos o que se pedirá colaboración a las autoridades de la Ciudad de México. La Universidad ahí se disputa entre lo que es posible y lo que no pueden lograr.
¿Una “mano negra”?
El más reciente ataque a Rectoría fue el 4 de febrero, cuando personas embozadas vandalizaron la torre. Esto se sumó a la agresión convocada por la FES Cuautitlán y el CCH Azcapotzalco, el 21 de enero, por la muerte de Jesús “N”, ocurrida el pasado 7 de enero.
El hecho fue condenado por Graue un día después. En su mensaje, el rector se dirigió a los atacantes: “A quienes sólo buscan desestabilizarnos les digo que no lo conseguirán, que tenemos claro lo que buscan, que no conseguirán que escalemos la violencia con más violencia en aspiración de conseguir lo espurio de sus pretensiones”.
Mientras Graue fijaba postura por el vandalismo, Daniel “N”, alumno de la Facultad de Ciencias, era vinculado a proceso por tomar fotos sin consentimiento a sus compañeras en el baño de mujeres.
Más temprano, ese día, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló del conflicto y señaló que él veía una “mano negra” y agregó: “siempre hay quienes mueven la cuna y hay que lamparearlos para que no anden ahí en los sótanos”.
Las alumnas respondieron a estos señalamientos. Por ejemplo, las Mujeres Organizadas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales apuntaron que las declaraciones intentaban “criminalizar y deslegitimar el movimiento”.
Dos días después comenzó a circular información que citaba un informe de la Fiscalía General de la República y de la Fiscalía General de Justicia de la CDMX sobre la identificación de ocho grupos que estarían detrás de las movilizaciones.
Las mencionadas fueron: Biblioteca Social Reconstruir, Colectivo Anarquista (Escuela Nacional de Antropología e Historia), Centro Cultural Ocupado El Engrane, Okupa Ché, Cooperativa Café Victoria, Comparsa Chanti Ollin, Colectivo Reta y Colectivo Coordinador Estudiantil Anarquista.
ejecentral logró contactar a la Biblioteca Social Reconstruir, uno de cuyos voceros declaró: “Básicamente cada que inicia un gobierno o cada que hay una movilización, anuncian investigaciones en contra de los colectivos, señalan a algunas personas como ‘líderes’ e intentan imputar la responsabilidad de las movilizaciones”.
Por otra parte, un integrante del Colectivo Coordinador Estudiantil Anarquista dijo en entrevista que desde hace dos años han sido señalados como responsables de protestas violentas en la UNAM. “Es preocupante que sólo quieran joder a la banda. Es bien chistoso cómo hablan de anarquismo y de líderes”.
La Cooperativa Café Victoria fue señalada también en octubre como parte de la “mano negra” y al respecto declaró que “la mayoría de nosotros hace tiempo que vivimos alejados de la escuela y quienes aún están vinculados ni siquiera lo están a la UNAM”.
Aunque cinco planteles ya regresaron a clases, otros nueve —las preparatorias 3, 9 y 6, los CCH Oriente y Sur, la FFyL, FCPyS, FAD y la Facultad de Psicología— continúan en paro hasta el cierre de esta edición y su respuesta es una sola: hasta que se cumplan las demandas, las instalaciones no serán devueltas.