En el pasado Foro Económico Mundial anual en Davos, la profesora de la Universidad de Duke, Nita Farahany, presentó una neurotecnología que está creando la “transparencia del cerebro”, con la cual se pueden medir las ondas cerebelares de las personas con dispositivos portátiles.
Las nuevas tecnologías, según Farahany, se están implementando en los lugares de trabajo de todo el mundo para poder medir el nivel de estrés o atención de un trabajador.
Estas tecnologías incluyen sensores para mostrar cuán fatigado estás, si es que estás concentrado en la tarea en cuestión, o más bien que tu atención está distraído.
En su columna publicada en The Guardian este sábado, la también filósofa señala que nuestra actividad cerebral puede ser monitoreada y modificada por neurotecnología, lo cual obliga a realizar una regulación.
Si bien señaló que la tecnología puede mejorar el bienestar mental, las empresas, los gobiernos y las fuerzas armadas podrían aplicarlo a todo tipo de otros usos; los cuales no necesariamente tienen objetivos benéficos para los usuarios.
“Firmas como Neuralink de Elon Musk están trabajando en implantes cerebrales de próxima generación que podrían hacer lo mismo, solo que con un poder mucho mayor”, advirtió.
Su usa va desde ayudar a las personas con parálisis a escribir, pero la masificación “está haciendo sonar la alarma”, dijo.
Peligros que advierte la filosofa
“Existen profundos riesgos tanto por la mercantilización de los datos como por lo que significa que otros controlen su actividad cerebral y lo que eso le hace a la libertad de pensamiento, advirtió.
Aseguró que hoy, esa tecnología se encuentra “en un punto de inflexión: el uso está aumentando vertiginosamente, pero aún no se ha generalizado”; por lo que necesitamos como sociedad establecer las reglas “antes de que otros establezcan los términos del servicio”.
Nita Farahany considera que el uso más preocupante es su aplicación en torno a la vigilancia del cerebro en el lugar de trabajo y el uso de la tecnología por parte de gobiernos autoritarios; “incluso como herramienta de interrogación, me parecen particularmente provocativas y escalofriantes”.
“Vemos que la tecnología comienza a usarse de alguna manera que se parece más a la vigilancia neuronal involuntaria”, opinó; y agregó que existe la “posibilidad aterradora” de que los implantes cerebrales sean pirateados.
Para evitar este mundo distópico, urgió a establecer un nuevo derecho humano a la “libertad cognitiva”, que actualicen otros derechos humanos como el de la privacidad, la libertad de pensamiento y la autodeterminación.
Vigilancia laboral
Regresando a Davos, la académica señaló que hay varias empresas han enganchado a estos dispositivos a trabajadores, desde maquinistas de trenes hasta mineros, con el argumento de la seguridad en el lugar de trabajo.
Sin embargo, bien se podría interpretar como una de las maneras más sofisticadas y antiéticas de espionaje laboral en la Modernidad; pues, aunque Farahany destaca los beneficios, se registraría constantemente la actividad de su cerebro, lo que crearía un registro de pensamientos, atención, y energía que los patrones podrían estudiar a placer.
Ya no valdría aparentar que se está trabajando duro, ya que las propias ondas cerebrales podrían revelar que un empleado está flojeando.
“Si se hace mal, podría convertirse en la tecnología más opresiva que jamás hayamos introducido a gran escala”, dijo.
Coworker es una de estas bases de datos con más de 550 productos para medir a los trabajadores, que van desde el “proceso laboral, desde la contratación hasta el control de la productividad y más”.
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