WASHINGTON, EU.- Estados Unidos y Rusia afirmaron el lunes, fecha límite prevista por un tratado bilateral, para respetar las obligaciones de reducción de sus arsenales nucleares, pero varios dirigentes y expertos se inquietan por la eventualidad de una nueva carrera armamentista, mientras resurge la amenaza atómica. Según este acuerdo de reducción de armas “estratégicas” firmado por Moscú y Washington, la disminución de ojivas nucleares de las dos grandes potencias, a mil 550 cada una, debía ser puesta en práctica progresivamente hasta este lunes, siete años después de la entrada en vigor del texto el 5 de febrero de 2011. Fecha que ambos países dicen haber respetado. El tratado, llamado New Start, prevé intercambio de información e inspecciones mutuas, por lo que cada país podrá analizar el arsenal de su rival durante los próximos meses.
Esperamos que el intercambio de información previsto próximamente por el tratado permita confirmar este compromiso”, declaró la portavoz del departamento de Estado estadounidense, Heather Nauert. El jueves ella se mostró confiada: “No tenemos ninguna razón para pensar que el gobierno ruso no respetará esos límites”, había dicho.
Firmado por el expresidente demócrata Barack Obama, New Start debía abrir un “nuevo capítulo” ruso-estadounidense. Pero desde entonces las nubes no cesan de acumularse y las sospechas de colusión entre el equipo de campaña de Donald Trump, antes de la elección de 2016, y el Kremlin de Vladimir Putin impidieron al nuevo presidente estadounidense mantener su promesa de un nuevo avance. Por el contrario, las relaciones están en el piso. Si la administración Trump considera “crucial” este tratado, es porque en su opinión hace las relaciones “más transparentes y más previsibles” en “un momento en el que la confianza se deterioró y el riesgo de un malentendido” se “acentuó". Paralelamente el Pentágono publicó el viernes su nueva “posición nuclear”, que busca dotar a Estados Unidos de nuevas armas de baja potencia en “respuesta” al rearme ruso. Según Washington, Moscú está modernizando un arsenal de 2 mil armas nucleares “tácticas” (de corto y mediano alcance), evadiendo sus obligaciones bajo el tratado New Start, que contabiliza solamente las armas “estratégicas” (de largo alcance o intercontinentales). A su vez Rusia advirtió que “tomará las medidas necesarias para garantizar” su “seguridad”, deplorando el “carácter belicoso” de la “postura” estadounidense. De hecho, ese último documento, en ruptura con los de precedentes administraciones estadounidenses, deja cierto gusto a guerra fría a los observadores.
“Nariz ensangrentada”
El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, disparó la alarma, denunciando el domingo “la reanudación de la carrera nuclear”, que pone “en peligro” a Europa. Si bien reconoció señales “evidentes” de “rearme ruso”, propuso responder con el desarme en lugar de la escalada.
Esta postura nuclear no es más que un documento de la Guerra fría puesto al día, que aporta respuestas de ayer a amenazas de hoy”, escribió Rachel Bronson, presidenta del Boletín de Científicos atómicos.
El temor es aún mayor, dado que los riesgos de confrontación nuclear se incrementaron con las ambiciones atómicas de los norcoreanos.
Si se piensa que las armas nucleares son realmente un instrumento de disuasión y aportan a la paz y la estabilidad, deberíamos congratularnos de los esfuerzos de Corea del Norte”, ironiza Beatrice Fihn, directora de la Campaña internacional por la abolición de las armas nucleares (Ican) recompensada con el Nobel de la Paz.
“No hay arma nuclear cuyo uso sería aceptable”, todas pueden “provocar un conflicto catastrófico para los civiles”, declaró a la AFP. Las reiteradas declaraciones belicosas del presidente estadounidense no hacen sino reforzar los temores de algunos.
Las descuidadas declaraciones de nuestro comandante en jefe sobre las armas nucleares”, “sus bromas sobre” el dirigente norcoreano Kim Jong-Un y “sus continuas bravuconadas en Twitter sobre el tamaño del botón nuclear”, alarman a Alicia Sanders-Zakre, de la Arms Control Association.
En ese contexto las intenciones estadounidenses respecto a Pyongyang provocan vivas interrogantes en Washington. El eventual candidato para el cargo de embajador en Corea del Sur, Victor Cha, fue marginado por la Casa Blanca y denunció todo eventual recurso -considerado según él por “algunos responsables de la administración Trump"- de “un ataque militar preventivo”, en el marco del concepto “bloody nose” o “nariz ensangrentada”. Según esa teoría, sería suficiente dar una buena lección a los norcoreanos, como un puñetazo en la nariz, para hacerlos recular. En una carta al presidente Trump, 18 senadores demócratas advierten el lunes contra los “riesgos extremos” de una “estrategia de ‘bloody nose’”. TB