Periodistas de CNN renuncian

16 de Noviembre de 2024

Periodistas de CNN renuncian

CNN Español
FOTO: Especial

Este es el ejemplo más reciente de imprudencia de los medios de comunicación sobre la amenaza rusa

Tres periodistas prominentes de CNN dimitieron el lunes por la noche después de que la cadena se vio obligada a retractarse y pedir disculpas por una historia que vinculaba al aliado de Trump, Anthony Scaramucci, con un fondo de inversión ruso bajo investigación del Congreso. Ese artículo —como muchos otros reportes sobre Rusia en los medios de comunicación estadounidenses— se basaba en una única fuente anónima, y ahora la cadena no puede garantizar la exactitud de sus afirmaciones centrales. Al anunciar la renuncia de los tres periodistas - Thomas Frank, que escribió la historia, el reportero ganador del Premio Pulitzer Eric Lichtblau —recientemente robado al New York Times— y Lex Haris, jefe de una nueva unidad de investigación— CNN dijo que “los procesos editoriales estándar no fueron seguidos cuando el artículo fue publicado”. Las dimisiones siguen en anuncio del viernes por la noche en la que CNN se retractó de la historia, en el que se disculpó con Scaramucci: El 22 de junio de 2017, CNN.com publicó una historia vinculando a Anthony Scaramucci con investigaciones relacionadas con el Fondo de Inversión Directa de Rusia. Esa historia no cumple con los estándares editoriales de CNN y ha sido retirada. Los vínculos a la historia han sido deshabilitados. CNN se disculpa con el Sr. Scaramucci. Varios factores componen la vergüenza de CNN. Para empezar, la historia de CNN fue desmentida primero por un artículo en Sputnik News, que explicó que el fondo de inversión documentó varias “inexactitudes objetivas” en el informe (incluyendo que el fondo ni siquiera es parte del banco ruso Vnesheconombank, que está bajo Investigación), y por Breitbart, que citó numerosas inexactitudes objetivas. Y este episodio sigue a una vergonzosa corrección que CNN se vio obligado a emitir a principios de este mes cuando varias de sus personalidades más destacadas afirmaron —con base en fuentes anónimas— que James Comey, iba a negar durante su testimonio en el Congreso la afirmación hecha por el presidente Donald Trump de que el director del FBI le aseguró que no era objeto de ninguna investigación. Cuando Comey confirmó la historia de Trump, CNN se vio obligado a corregir su historia. “Una versión anterior de esta historia afirmaba que Comey discreparía de la interpretación de Trump de sus conversaciones. Pero basado en sus comentarios preparados, Comey resume tres conversaciones con el presidente en las que le dijo a Trump que no estaba personalmente bajo investigación”, dijo la cadena. Pero CNN está lejos de ser la única cadena que ha tenido que pasar por la vergüenza de retractarse en historias relacionadas con Rusia. Una y otra vez, los principales medios de comunicación estadunidenses han publicado afirmaciones sobre la amenaza de Rusia que resultó ser completamente falsa, siempre buscando exagerar la amenaza y/o inventar vínculos incriminatorios entre Moscú y el círculo de Trump. En prácticamente todos los casos, esas historias involucraron aseveraciones sin pruebas basadas en fuentes anónimas que dichos medios de comunicación trataron sin juicio crítico y consideraron hechos, sólo para que se revelara que eran completamente falsas. Varios de los episodios más humillantes han venido del Washington Post. El 30 de diciembre, el periódico publicó un bombazo editorial que obviamente se volvió viral y le dio un tráfico enorme. Los hackers rusos, según el periódico, basado en fuentes anónimas, habían hackeado la “Red eléctrica” de Estados Unidos a través de una estación en Vermont. Eso, a su vez, llevó a los periodistas de MSNBC y a varios funcionarios demócratas a sonar instantáneamente la alarma de que Putin estaba tratando de negar la calefacción a los estadounidenses durante el invierno: “Uno de los matones líderes del mundo, Putin, ha intentado hackear nuestra red eléctrica”, dijo el gobernador de Vermont Peter Shumlin sobre el intento de hackeo ruso. Literalmente cada aspecto de esa historia resultó ser falso. En primer lugar, la empresa de servicios públicos, a la cual el Post no se había molestado en contactar, emitió un desmentido, señalando que el malware se encontró en una computadora portátil que no estaba conectada ni a la red eléctrica de Vermont ni a la red eléctrica estadounidense. Eso forzó al periódico a cambiar la historia para hacer la afirmación aún alarmista de que este malware “mostraba el riesgo” planteado por Rusia a la red eléctrica estadounidense, junto con una corrección en la parte superior que desmentía la afirmación central de la historia:

Operación rusa hackea una estación eléctrica en Vermont, mostrando el riesgo de la red eléctrica estadounidense, dicen oficiales

Una versión previa de esta historia sostenía erróneamente que los hackers rusos habían penetrado en la red eléctrica de EU. Las autoridades dicen que hasta ahora no hay indicios de ello. La computadora en Burlington Electric que fue hackeada no estaba conectada a la red. Pero luego resultó que incluso este malware limitado no estaba vinculado con hackers rusos en absoluto y, de hecho, puede que no haya sido código malicioso de ningún tipo. Esas revelaciones obligaron al Post a publicar un nuevo artículo días después, desmintiendo totalmente la historia original. Parece que los hackers del gobierno ruso no atentaron con una planta eléctrica en Vermont, dice gente cercana a la investigación Los episodios vergonzosos de este tipo son literalmente demasiado numerosos para contar cuando se trata de las historias exageradas y virales sobre la amenaza de Rusia publicadas por los medios de comunicación estadounidenses durante el último año. Menos de un mes antes de su farsa de la red eléctrica, el Post publicó una historia taquillera —basada en gran medida en una lista negra emitida por un nuevo grupo, completamente anónimo— con la sorprendente afirmación de que las historias plantadas o promovidas por la “campaña de desinformación” de Rusia habían sido vistas más de 213 millones de veces. Esa historia se vino abajo casi de inmediato. La lista negra mccartista de medios de desinformación rusos en las cuales confió contenía numerosos medios populares. El artículo fue ampliamente denunciado. Y el Post, dos semanas más tarde, añadió una larga nota del editor en la parte superior: El Washington Post publicó el 24 de noviembre una historia sobre el trabajo de cuatro investigadores que habían examinado lo que afirmaban eran esfuerzos de propaganda rusa para minar la democracia y los intereses estadounidenses. Uno de ellos era PropOrNot, un grupo que insistió en el anonimato público, que emitió un reporte identificando más de 200 sitios que, desde su perspectiva, publicaron, de forma voluntaria o involuntaria, propaganda rusa. Varios de esos sitios han objetado su inclusión en la lista de PropOrNot, y algunos de los sitios, así como otros que no están en la lista, han criticado la metodología y las conclusiones del grupo. El Post, que no nombró ninguno de los sitios, no garantiza la validez de los hallazgos de PropOrNot con respecto a ningún individuo u organización, y tampoco es la intención del artículo. Desde la publicación de la historia en el Post, PropOrNot ha retirado algunos sitios de la lista. Semanas antes, Slate publicó otro artículo sobre Trump y Rusia que se volvió viral, alegando que se había descubierto un servidor secreto que la Organización Trump usaba para comunicarse con un banco ruso. Después de que la historia fue masificada por la propia Hillary Clinton, múltiples medios de comunicación (incluyendo a The Intercept) la desacreditaron, señalando que la historia había sido ofrecida durante meses, pero que no había encontrado comprador. En última instancia, el Washington Post dejó en claro lo imprudentes que eran esas afirmaciones: Ese servidor secreto de correo electrónico entre Trump y Rusia probablemente no sea secreto ni un vínculo entre Trump y Rusia Unas semanas más tarde, C-SPAN dio una gran noticia cuando anunció que había sido hackeado y su red había sido tomada por la empresa estatal rusa RT. Esta tarde la transmisión por internet de C-Span fue brevemente interrumpida por programación de RT. Actualmente investigamos y solucionamos esa situación. Dado que RT es una de las cadenas que monitoreamos regularmente, operamos bajo el supuesto de que se trató de un problema de ruteo interno. Si eso cambia, ciertamente se los haremos saber. Eso también resultó ser totalmente infundado, y C-SPAN se vio obligado a desmentir esa afirmación. Esta historia originalmente tenía el titular “C-SPAN confirma que fue brevemente hackeada por un sitio de noticias ruso”. C-SPAN confirmó que hubo una interrupción, pero no ha identificado la causa de la interrupción. En el mismo período —diciembre de 2016— The Guardian publicó una historia del reportero Ben Jacobs afirmando que WikiLeaks y su fundador, Julian Assange, habían “mantenido una estrecha relación con el régimen de Putin”. Esa afirmación, al igual que muchas otras en la pieza, fue fabricada, y The Guardian se vio obligado a añadir una nota en la historia. Este artículo fue corregido el 29 de diciembre de 2016 para retirar una frase en la que se afirmaba que Assange “ha tenido desde hace mucho una relación cercana con el régimen de Putin”. También se corrigió una frase que parafraseaba la entrevista y sugería que Assange dijo que “no había necesidad de que Wikileaks asumiera un rol de informante en Rusia dado el clima de apertura y debate que existe ahí”. Se ha corregido también para describir más directamente la pregunta que Assange respondía cuando habló de las “muchas publicaciones vibrantes” de Rusia. Quizá la mentira más importante de Rusia vino de CrowdStrike, la firma contratada por el DNC para investigar el hackeo de sus servidores de correo electrónico. Una vez más en el mismo período —diciembre de 2016— la empresa emitió un nuevo informe acusando a los hackers rusos de las actividades nefastas que involuraron al ejército ucraniano, lo que numerosos medios, incluyendo (por supuesto) al Washington Post, promovieron de forma irreflexiva. “Una firma de ciberseguridad ha descubierto una prueba sólida del vínculo entre el grupo que ha hackeado el Comité Nacional Demócrata y el brazo de inteligencia militar de Rusia, el principal organismo detrás de la interferencia del Kremlin en las elecciones de 2016”. “La empresa CrowdStrike vinculó el malware utilizado en la intrusión en el DNC al malware utilizado para hackear y rastrear una aplicación de teléfono Android utilizada por el ejército ucraniano en su batalla contra los separatistas proRusia en el este de Ucrania desde finales de 2014 hasta 2016”. Sin embargo, esa historia también se vino abajo. En marzo, la empresa “revisó y retiró las declaraciones que utilizó para reforzar las acusaciones de hackeo en Rusia durante la campaña presidencial estadounidense del año pasado”, después de que varios expertos cuestionaran sus afirmaciones y “CrowdStrike se retractó de partes clave de su informe sobre Ucrania”. Lo más notable de estos episodios es que todos van en la misma dirección: exagerar cada vez más la amenaza que representa el Kremlin. Todos los medios de comunicación cometen errores, eso es de esperarse, pero cuando todos los “errores” están dedicados al mismo tema retórico, y cuando todos terminan avanzando en el mismo objetivo narrativo, parece claro que no son el subproducto de errores periodísticos comunes. Hay grandes beneficios que se obtienen al publicar afirmaciones alarmistas sobre la amenaza rusa y la conexión de Trump con ella. Las historias que describen al Kremlin y Putin como villanos y graves amenazas son las más virales y las que producen el mayor tráfico, generan los beneficios más jugosos, como las ofertas de televisión, junto con elogios en línea y ganancias comerciales para quienes las difunden. Es por eso que los conspiradores anti Trump y las conspiraciones de Rusia tienen actualmente un gran público: porque hay un apetito voraz entre los lectores anti Trump y los espectadores y de televisión por cable por historias, por falsas que sean, que quieren creen que son verdaderas (y, a la inversa, expresar cualquier escepticismo sobre tales historias da como resultado acusaciones generalizadas de que uno es un simpatizante del Kremlin o un agente de la KGB). Se puede, si se quiere, ver la convergencia de esos grandes beneficios y esta larga serie de historias imprudentes sobre Rusia como una coincidencia, pero eso parece terriblemente generoso, si no es que voluntariamente crédulo. Hay recompensas profesionales y comerciales sustanciales para aquellos que hacen esto y —por lo menos hasta la renuncia de estos periodistas de CNN— muy pocas consecuencias, incluso cuando son exhibidos. Una dinámica relacionada, y tal vez más significativa, es que a menudo se prescinde de los estándares periodísticos cuando se trata de exagerar la amenaza que plantean los países considerados como el enemigo oficial del día. Ese es un principio periodístico que se repetido cíclicamente, con Irak como el ejemplo más memorable pero no por ello único. En resumen, cualquier cosa se vale cuando se trata de difundir acusaciones sobre adversarios oficiales de Estados Unidos, sin importar cuán infundados sean, y Rusia ocupa actualmente ese papel. (Más en general: Cuanto menor sea la posición y el poder que uno tiene en Washington, más aceptable es en los círculos de los medios de EU publicar afirmaciones falsas sobre ellos, como ilustra un artículo reciente y sorprendentemente falso del New York Times sobre el conductor de RT Lee Camp, el que también contiene múltiples correcciones.) Y luego está el hecho de que la gran mayoría de los informes sobre Rusia, así como los supuestos vínculos de Trump con el Kremlin, se basan exclusivamente en afirmaciones sin de pruebas de funcionarios anónimos, muchos de los cuales, si no la mayoría, tienen una agenda oculta. Eso significa que son libres de hacer afirmaciones completamente falsas sin la menor preocupación de repercusiones. Que actualmente hay un problema fundamental con la presentación de informes sobre Rusia parece ser un hecho aceptado incluso por los ejecutivos de CNN. A raíz de esta última debacle, un editor de CNN emitió un memorándum, filtrado por BuzzFeed, imponiendo nuevas salvaguardias editoriales a “cualquier contenido que involucre a Rusia”. Es una medida bastante notable sobre el comportamiento de los medios cuando se trata de Moscú. La importancia de esta malversación periodística cuando se trata de Rusia, una potencia nuclear, no puede ser exagerada. Esta es la historia que ha dominado la política estadounidense por más de un año, y revolotear encima de las tensiones entre estos dos poderes históricamente hostiles es increíblemente inflamatorio y peligroso. Todo tipo de afirmaciones, por muy pocas pruebas que existan para apoyarlas, han inundado el discurso político de Estados Unidos y han sido tratadas como hechos probados. Y eso es todo independientemente de cómo la imprudencia periodística alimenta y da crédito a la campaña de la administración Trump para desacreditar al periodismo en general. El presidente no perdió tiempo explotando este último fracaso para atacar a los medios de comunicación: “Wow, CNN se retractó de su gran historia sobre “Rusia” con tres empleados obligados a renunciar. ¿Y qué hay de las otras historias falsas que publican? FAKE NEWS! Dados los riesgos asociados, la información sobre estos asuntos debe hacerse con el mayor cuidado. Como demuestra esta larga línea de vergüenzas, retracciones y falsedades, la mentalidad exactamente opuesta ha impulsado el comportamiento de los medios durante el último año.

Traducción: Carlos Morales