Coco, la celebrada cinta de Pixar, se estrenó el fin de semana pasado en las salas de Estados Unidos. La película destronó a La liga de la justicia y ocupó con facilidad el primer lugar en taquilla. Si bien Disney no dio cifras desglosadas, los hispanos constituyen el 22% de la audiencia estadounidense en recintos cinematográficos. Coco, una película que a final de cuentas habla sobre nativos y emigrantes (de los que se quedan y los que se van), debió haber resonado con fuerza entre los mexicanos que viven en Estados Unidos. Con 12.3 millones de individuos, México ocupa el segundo lugar con más emigrantes en el mundo, superado sólo por India. El 98% de los emigrantes mexicanos residen en la Unión Americana. Se estima que 5.6 millones de emigrantes mexicanos carecían de documentos en 2016. En los últimos 10 años, el volumen de migrantes mexicanos en Estados Unidos -alrededor de 12 millones- se ha mantenido estable. A esto se le conoce como fase “migración neta cero”, término que se utiliza cuando el número de migrantes mexicanos que llegan al vecino del Norte es similar al número que retorna a México. Pese a lo que señalan algunos analistas, es falso que la migración mexicana haya terminado o se encuentre en un periodo regresivo. Al contrario, como señala Juan José Li, economista senior de BBVA Bancomer, está más viva que nunca. Entre 2007 y 2015 las autoridades estadounidenses han regresado a más de 2 millones de personas de la frontera, al tiempo que han deportado del interior a 2.4 millones más. Es decir, por lo menos 4.4 millones de mexicanos han tratado de cruzar infructuosamente a la Unión Americana durante ese periodo. Entre las personas no documentadas destaca un grupo denominado como dreamers, jóvenes que en su mayoría fueron llevados a Estados Unidos por sus padres cuando eran niños y que han desarrollado la mayor parte de su vida en ese país. Los dreamers estaban protegidos desde 2012 por la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), programa decretado por el entonces presidente Barack Obama, quien acuñó el concepto para contextualizar a este grupo desprotegido en la iconografía fundacional del sueño americano. Hasta septiembre de este año, 800 mil jóvenes estaban protegidos por DACA, iniciativa que cumplía con brindar certeza migratoria y libertad para encontrar empleo. Los beneficios de DACA eran múltiples: licencia para conducir, posibilidad de abrir una cuenta bancaria, mayor salario por hora pagada y acceso a becas educativas. Del total de dreamers registrados, 630 mil son mexicanos. La administración de Donald Trump dio por finalizado el programa DACA el 5 de septiembre, a la vez que dio un plazo de seis meses para que el Congreso legislara respecto al tema. La situación es apremiante. En marzo de 2018 comenzarán a vencer los permisos de DACA. ¿Qué acciones implementará el gobierno mexicano en caso de que el Congreso no pueda evitar la deportación de estos jóvenes? Según Li, el escenario más probable en caso de que no se alcance un acuerdo migratorio en el legislativo estadounidense es que los dreamers regresen a las sombras, en calidad de fugitivos, con sus derechos disminuidos e inmersos en una situación de incertidumbre extrema. Hasta ahora, más allá de algunas facilidades para homologar estudios y otras acciones menores, el gobierno no ha delineado una propuesta de política pública a la altura de las circunstancias. También es un asunto que debería figurar en las campañas de las elecciones mexicanas de 2018. El tema, sin embargo, parece haber desaparecido de la agenda pública, eclipsado por las catástrofes naturales y el destape del PRI. No debemos olvidar a los que se han ido: es hora de reactivar la discusión.