¿Para qué sirve una fundación?

9 de Enero de 2025

Mauricio Gonzalez Lara

¿Para qué sirve una fundación?

mauricio gonzalez lara

Frente a la crisis de liderazgo que experimenta Televisa en la actualidad, resulta sencillo olvidar que Emilio Azcárraga Jean y el equipo compacto que formó junto a Alfonso de Angoitia, Bernardo Gómez y José Bastón protagonizaron hace poco más de 20 años una de las sucesiones generacionales más exitosas de la historia empresarial mexicana. Hoy todo mundo habla de la decadencia de Televisa, pero lo cierto es que en 1997 el emporio atravesaba un momento más complicado que el presente: las ventas no subían, los gastos estaban fuera de control y en general era una empresa obesa al borde de la quiebra. Su crecimiento, además, se había dado en condiciones monopólicas. Hubo un momento, incluso, en el que la compañía tuvo que pedir prestado para pagar la nómina. Televisa contaba con 102 vicepresidentes (incluidos los que la entonces nueva administración apodó vicepresidentes “por si”, que sólo estaban ahí “por si se les necesitaba algún día”).

Ignoro si de nueva cuenta el consorcio logrará salir avante en una realidad marcada por la distracción de sus dirigentes y la creciente competencia de los medios digitales; me parece relevante, sin embargo, rescatar uno de los aspectos que permitió la reinvención de la compañía en 1997 para explicar una de las aristas político-empresariales del 2018: el viraje sustantivo que Azcárraga Jean le dio al brazo filantrópico de la empresa, conocido entonces como Fundación Cultural Televisa. Antes de la llegada de Azcárraga Jean, las labores de esta fundación se concentraban en el fomento a la cultura, concebido este como financiamiento y curación de arte (centradas en el mantenimiento del Centro Cultural Arte Contemporáneo, el museo otrora propiedad de Televisa ubicado en la colonia Polanco), apoyo a grupos de intelectuales y labores de difusión (el fallido proyecto del convertir al canal 9 de televisión abierta en un canal cultural).

Ante la crisis que sufría la empresa, la administración de Azcárraga Jean vendió el Centro Cultural Arte Contemporáneo y repensó la misión de Fundación Televisa, cuyo liderazgo encomendó a Claudio X. González Guajardo, quien se desempeñaba como coordinador de la Unidad Prospectiva y Proyectos Especiales en la oficina de la Presidencia. Fundación Televisa pasó de ser un anquilosado organismo de promoción cultural a un frente fundamental para reinventar la imagen de la empresa y conectarla a grupos de poder empresarial. No había un solo programa, en lo social o cultural, donde Fundación Televisa no estuviera aliado con empresas, el gobierno federal, las administraciones estatales o el público televidente. “No se trata de ser ‘buenitos’, sino de ser eficaces”, solía decir González Guajardo cuando explicaba cómo funcionaba el networking de la Fundación.

Una de las características de Fundación Televisa fue elegir temas críticos para el desarrollo del país y perseverar en ellos con el apoyo de sus aliados empresariales. El más evidente fue el tema educativo. No es casual que González Guajardo encabezara a la postre Mexicanos Primero, institución orientada a promover reformas educativas contrarias a la postura del Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE), liderado hace unos años por Elba Esther Gordillo. Luego, como sabemos, González Guajardo se convertiría en el titular de Mexicanos contra la Corrupción. Hoy que todos estos personajes vuelven a estar en el ojo público como consecuencia de las campañas electorales, vale la pena reflexionar sobre la importancia que una fundación puede llegar a adquirir si se le concibe como un activo estratégico y no una mera herramienta filantrópica. Fundación Televisa, hoy comandada por Alicia Lebrija, no parece gozar de la importancia de antaño. La pregunta, claro, es si a Televisa le interesa reinventarla otra vez. El esfuerzo bien podría valer la pena.