La pesadilla que viene

30 de Marzo de 2025

Mauricio Gonzalez Lara

La pesadilla que viene

mauricio gonzalez lara

¿A qué le temen los iconos empresariales y financieros del planeta? ¿Qué les quita el sueño en las noches? A diferencia de lo que podría pensarse de botepronto, no es Trump y la “utopía regresiva” que desea para Estados Unidos. Tampoco es un potencial despliegue nuclear de Corea del Norte o la cuenta regresiva que vivimos respecto a la hecatombe climática. El problema que asusta a los pesos completos del sistema económico es un tema que casi no se discute en los medios, pero que sin duda impactará al orbe en los años por venir: la insalvable desigualdad que parece estar asociada con el cambio tecnológico. Alan Greenspan, el legendario extitular de la Reserva Federal de Estados Unidos, visualiza la crisis con claridad. En su opinión, el desafío consiste en la incapacidad del sistema para comprender los desafíos emergentes de la época, entre los que resalta la preocupante brecha entre países ricos y pobres, entre los que tienen y los que no. “Me preocupa cómo la diferencia entre ricos y pobres puede crecer potencialmente en el mediano plazo. Por un lado existe una clase de ejecutivo preparado que será recompensado generosamente por las compañías que requieren de estos ’trabajadores del conocimiento’ y, por otro, se dará un aumento de personas no preparadas cuyos trabajos se tornarán innecesarios con el avance tecnológico, cuando una planta automatizada requiera de 50 trabajadores, en lugar de tres mil. Es algo que el mundo no había visto antes. Los gobiernos, en colaboración con las empresas, deben hacer algo al respecto y promover la educación para que estos trabajadores puedan contar con un futuro. Si no, existe el riesgo de estallidos sociales que pongan en jaque al sistema en su conjunto”.

Greenspan no está solo. Jack Ma, magnate chino, sostiene que el planeta experimenta una cuarta revolución industrial, donde la tecnología y la explosión de la inteligencia artificial redefinirán todos los ámbitos de la vida humana, así como sucedió con el vapor, la electricidad y la electrónica. “Toda nueva tecnología desplaza trabajo humano al principio, pero luego crea otros empleos, de mayor calidad”, aseguró el fundador de Alibaba en una visita reciente a nuestro país. Larry Page, cofundador de Google, y Carlos Slim Helú, líder de Grupo Carso, no está tan seguros, por lo que han manifestado en varias ocasiones la necesidad de reducir la semana de trabajo a tres o cuatro días. La lógica de su razonamiento: los empleados podrían conservar sus trabajos en condiciones más flexibles de contratación, en especial bajo un contexto en que el aumento en la esperanza de vida —producto del avance tecnológico— redundará en una edad de retiro de alrededor de 70 años. Elon Musk, por su parte, asume de plano el Apocalipsis y califica a la inteligencia artificial como un peligro para la humanidad. La mejor opción, suponemos, es escapar a Marte.

Una organización en la era del conocimiento, donde los activos son intangibles y la prioridad es el talento humano, no puede concebirse a sí misma como lo hacía una compañía en la era industrial, donde la acumulación de materiales era fin y destino. La agudización de la brecha entre pobres y ricos es un problema que requiere de la comunidad empresarial. De acuerdo con un reporte reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), cuatro de cada 10 habitantes en México en 2016 se encontraban en situación de pobreza, lo que equivale a 53 millones 418 mil 151 personas, es decir, 43.6% de la población nacional. Así sea por motivaciones pragmáticas, es hora de que los capitanes del empresariado nacional se pregunten cómo pueden atar el éxito de sus compañías con la inclusión económica de la mitad del país. No es una cuestión de responsabilidad social, sino de mera supervivencia.

›Una organización en la era del conocimiento, no puede concebirse a sí misma como lo hacía una compañía en la época industrial, donde la acumulación de materiales era fin y destino.

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