1.
Solidaridad con Israel, prudencia y justicia en el inalienable derecho a defenderse. Al acentuarse la preocupación global por los cruentos acontecimientos en el Oriente Medio, en los que Israel fuera atacado a mansalva por cientos de cohetes y milicianos de la organización extremista Hamás, se reanudó un ciclo pesimista en la economía mundial, reduciendo en lo inmediato las expectativas de crecimiento al 3% en 2023 y 2.9% para 2024.
2.
El impacto en el mercado petrolero ha empujado los precios de combustibles al alza, pues si el conflicto se extendiera, podría afectar los campos petrolíferos de Arabia Saudita, siempre amenazados por el extremismo financiado por Irán. De hecho, una línea de explicación de la agresión de Hamás al estado israelí, deriva del eventual establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y el reino saudita, algo que se estaba negociando. Y los mayores precios de la gasolina han disparado la inflación en Estados Unidos, que estará en 4.3% al cierre del año con subyacente en 4.85, lo que daría pie a la elevación de 25 puntos base en la reunión de la FED en noviembre. Preocupado además por un mayor déficit fiscal, el Banco de México se alinea con la previsión de un periodo prolongado de tasas altas, dejando la convergencia de la inflación a la tasa objetivo de 3% para 2025. Es decir, el dinero seguirá muy caro.
3.
Para los mercados en Wall Street, éstas son señales de que una recesión “leve” no puede descartarse y aún debe prevenirse. Nuestro país puede salir bien librado en términos de estabilidad y crecimiento económico, porque se sitúa en el nodo del reacomodo mundial forzado por una geopolítica inestable y varios frentes abiertos al conflicto: en Europa con la invasión rusa a Ucrania que parece aletargarse pero sigue consumiendo ingentes cantidades de recursos en vidas, materiales y financiamiento; en el sudeste asiático, por la guerra fría con China, las amenazas a Taiwán y el renovado armamentismo de Corea del Norte, que obligan a incrementar el gasto en defensa y relocalizar a numerosas empresas hacia zonas de mayor estabilidad y cercanía con los centros de consumo —tal es el corazón del nearshoring— y ahora, con el tercer frente abierto en el Medio Oriente, en el flanco de Gaza e Israel, la importante producción petrolera arábiga estaría en riesgo. Una extensión del conflicto podría comprometer los campos y refinerías de Arabia Saudita, que ya han sido atacados anteriormente por Irán y los rebeldes hutíes en Yemen.
4.
En este contexto, nuestro país puede convertirse en el “bestshoring” para el mercado de América del Norte y Europa, en donde se transacciona hasta 60% del comercio mundial. A ello abona el otorgamiento de beneficios fiscales por el gobierno mexicano en el centro y norte del país así como en el corredor transístmico –con mucho el mejor de los proyectos icónicos de la administración Amlo—y la oferta de deducción acelerada de inversiones en relocalización e infraestructura nueva, así como en gastos de capacitación de personal en los primeros tres años de implementación.
5.
Lo que más afecta el bestshoring son, desde luego, las políticas deficientes en materia de infraestructura (malas carreteras, pésimos ferrocarriles y el “tren maya”, que no aporta a estos fines, no así el transístmico que sí pudiera funcionar), energía eléctrica (pronto será insuficiente en el país, además de que sigue existiendo una gran brecha, casi abandono de las energías limpias, es decir, mala calidad del fluido eléctrico que vende CFE); inseguridad pública prevaleciente que obliga a las empresas a sobreinvertir en la salvaguarda de instalaciones y transporte por los frecuentes secuestros de personal y tractocamiones con cargamento; y, finalmente, por el debilitamiento de la certeza jurídica, al debilitarse el Estado de derecho, persistencia de la corrupción e impunidad y darse el constante cambio de reglas por parte de las autoridades.