1.
Impulsados por la incertidumbre y la aversión al riesgo, importantes fondos de inversión están redescubriendo viejos recursos para protegerse ante la volatilidad en los mercados; tales son los bonos del Tesoro de Estados Unidos, fortalecidos por un tren de incremento en las tasas de interés en los próximos meses. La Reserva Federal ha iniciado los movimientos al subir la tasa de referencia al nivel de 0.75 a 1%, mínimo y máximo respectivamente, proyectando la posibilidad de llegar a 2.5% hacia finales del año, si bien el punto de neutralidad es situado por los analistas un poco más arriba, en torno al tres por ciento. En México, se estima que para finales del año la tasa básica podría estar en 9%, es decir, el dinero estará muy caro.
2.
El objetivo es frenar la inflación, que galopa por encima del 8%, y que habrá de reducir sensiblemente las expectativas de crecimiento globales. En Estados Unidos se esperaba crecer 5.2% y la proyección ahora la sitúa en 4% y, peor aún, quizás 3%; para Canadá bajó de 4.2% a 3.5%, en tanto en México, según los precriterios de política económica, deberíamos estar sobre 4%, situándose ahora en torno al dos por ciento. En realidad, lo que los inversionistas están haciendo es buscar protección ante un riesgo mayor, que es una recesión, cuyas posibilidades se incrementan conforme las sucesivas dislocaciones concurrentes en la economía global persistan.
3.
Los mercados se encuentran en un comportamiento “oso loco”, es decir, dominado por la volatilidad y la incertidumbre, propio para la especulación y el quebranto. Sin duda hay quienes saben ganar en río revuelto, pero en general, los tenedores convencionales quieren evitar mermas en sus cuentas. Los desafíos planteados por las rupturas en las cadenas de suministro tanto por la reincidencia de la Covid-19 en el sudeste asiático como por la longevidad de la invasión rusa en Ucrania están alimentando la inflación de una manera casi estructural, difícil de combatir y eliminar sólo con decisiones macro o de índole monetaria como las que se están adoptando y que podrían insuflarle nuevos bríos, pues las tasas altas suelen proteger a los tenedores pero afectar a los productores y deudores, quienes tienen que pagar más por el necesario financiamiento.
4.
El índice Nasdaq, propio de las nuevas tecnologías, ha caído hasta 21% en el primer tercio del año, el peor comportamiento desde la gran crisis financiera de 2008; el índice Standard&Poor 500 (las 500 empresas globales más importantes) ha caído 13.3% en el mismo período, en tanto que el índice industrial Dow Jones registra pérdidas por 9.2 por ciento. En México, la BMV ha perdido también 13% en dicho lapso. Las Bolsas están mostrando el peor desempeño en 50 años, sus números atípicos reflejan la desconfianza de los inversionistas en el mercado y auspician el vuelo a la seguridad que están emprendiendo para protegerse de mayores pérdidas. Y, al igual que muchos bancos en Estados Unidos, el Banco de Inglaterra está considerando seriamente la posibilidad de una recesión hacia finales del año.
5.
Resulta una paradoja, pero si de orquestar una ofensiva al mercado global se tratara, nada hubiera sido más eficaz que el impacto de la invasión rusa a Ucrania y el cierre de grandes segmentos en China para imponer la opción cero Covid en Shangai y Beijing, dislocando las cadenas de suministro en todas partes y debilitando la economía global. Y, ahora que el 8 de mayo se conmemora el 77 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa –en Asia fue en agosto, tres meses después— otra gran guerra fría entre Oriente y Occidente se configura, si bien la Rusia cleptocrática de hoy no tiene el aura de un mejor futuro enarbolado por la Unión Soviética, ni el modelo chino de autocracia eficiente sin libertades podría ser exportable al resto del mundo. En este escenario, recuperar la confianza y la certidumbre en los mercados será una ardua tarea.
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