1.
Los análisis de perspectivas económicas del arranque del año prácticamente no registran alguna catástrofe inmediata que pudiera afectar a México en materia económica en 2024. Es muy posible que el “aterrizaje suave” previsible en las economías abiertas se extienda a nuestro país, sobre todo porque uno de los principales instrumentos que podrían considerarse neoliberales, como es el libre comercio apalancado en la pertenencia al mercado de América del Norte, tras 25 años de Tratado de Libre Comercio y otros cinco de Acuerdo Comercial México-Estados Unidos-Canadá, está todavía funcionando y muy probablemente lo seguirá haciendo en los próximos años. Afortunadamente, la macroeconomía mexicana se ha mantenido en el orden global, con buenas reservas internacionales, finanzas públicas equilibradas y endeudamiento razonable, muy por debajo del observado en el resto del mundo, todo lo cual ha motivado la preservación del grado de inversión por parte de las agencias calificadoras internacionales.
2.
Derivado de ello,
los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial han corregido su apreciación sobre el crecimiento económico posible para nuestro país en 2024, de 2.1 a 2.7%, coincidiendo con visiones cualitativas similares vertidas en los foros internacionales de Davos, la OCDE y las corredurías de riesgos en los mercados, quienes estiman que, dada la relación de nuestro país con la región de mayor dinamismo económico del mundo, América del Norte –a la cual pertenecemos dado el Acuerdo Comercial trilateral vigente–, aunado a una macroeconomía estable, el viento sopla a nuestro favor. Del paquetazo de iniciativas presidenciales no habría que ocuparse, pues difícilmente pasarán sin mayoría congresional.
3.
El riesgo electoral, observado con cuidado, no se estima suficiente como para afectar las perspectivas económicas, mucho menos para descarrilarlas. Habrá polémica y competitividad, dicen, pero también confianza en que los órganos electorales podrán conducir las elecciones y la transición de gobierno en el cauce institucional. Nuestra democracia, joven y frágil como es, si bien está en riesgo, también lo está en otras partes del mundo, incluido Estados Unidos, pero habrá espacio para resistir una regresión, consideran, por lo que gane quien gane, la integración con América del Norte deberá prevalecer.
4.
De ahí que insten a aprovechar la oportunidad del nearshoring, la relocalización industrial necesaria conforme el orden internacional se ha vuelto menos confiable y la geopolítica más inestable. Echar a perder la oportunidad, dicen, sólo depende de nosotros, los mexicanos, fuera por derivar hacia una confrontación irreductible o por tentaciones autoritarias que destruyeran la fortaleza institucional. Hasta el momento, sigue vigente la regla de que la lucha por el poder se dirime en las elecciones, no obstante la virulencia discursiva o injerencias públicas en los procesos electorales. La vitalidad de los ciudadanos tiene el poder suficiente para elegir entre las opciones, por muy confrontadas que estén, tal como podrá apreciarse en la marcha convocada por la sociedad civil el próximo 18 de febrero. Que los votos cuenten y se cuenten es lo que cuenta.
5.
Como señala Kurt Weyland en un estudio sobre la persistencia de la democracia frente al autoritarismo, la democracia está lejos de ser indefensa. El éxito de liderazgos autocráticos depende de debilidades institucionales preexistentes y situaciones coyunturales especiales, como colapso económico o tradiciones golpistas, sin las cuales el pluralismo liberal suele sobrevivir con instituciones razonablemente sólidas y amplia participación de la sociedad civil. De ahí la importancia de hacer valer el voto el día en que debe hacerse valer, que es en la jornada electoral, evitando que éste sea sustituido por encuestas siempre manipulables. Nos corresponde a los ciudadanos, al votar, hacer notar la diferencia.
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