1.
El nombre del miedo en los mercados financieros es la recesión. Todos hablan de ella, pero pocos se atreven a decirlo en voz alta: ante la inflación desbordante y los riesgos persistentes, cada vez es más probable un daño estructural y de mayor alcance que el estimado previamente, cuando se consideraba que la economía simplemente reajustaría sus variables y podría superar el bache tanto de las rupturas en las cadenas de suministro por una prolongada pandemia de Covid-19, ya en su quinta vuelta, como por la guerra en Ucrania, en su cuarto mes golpeando seriamente los mercados energéticos y de alimentos.
2.
La Reserva Federal de Estados Unidos, con mucho la indicadora en política monetaria global, se encuentra en un brete para decidir qué hacer, entre lo adecuado y lo conveniente políticamente. En los Estados Unidos habrá elecciones intermedias en noviembre y el gobierno del presidente Biden difícilmente resistirá el embate de una contracción económica para atajar la inflación, que de cualquier forma está erosionando el ingreso y el consumo de los electores, muy enojados por el alto coste de la gasolina, por arriba de los 5 dólares el galón (3.8 litros). Como una nota al calce, ese precio equivale a unos 26 pesos por litro, que es una cifra muy parecida a lo que se ha pagado en México en los últimos meses sin tanto enojo, por decir lo menos, de los consumidores mexicanos.
3.
No obstante, Jerome Powell ha debido realizar severos cálculos y maniobras verbales para no pronunciar la temida palabra y referirse a ella con otras más amables en las reuniones del banco central estadounidense, ante el más candente disparo inflacionario en los últimos 40 años y que puso el dato anualizado en 8.6%. Reflejando el temor, los índices de valores cayeron 5% en promedio tan sólo la semana pasada (SP500, Dow Jones y Nasdaq al unísono) y numerosos analistas creen que habría que ir más rápido en los incrementos de tasas (a 75 puntos base por sesión) y quizá deslizar una recesión controlada para contener la inflación antes de que sea muy tarde. Tan sólo hay que observar lo lejos que se encuentra la inflación del objetivo del 2% originalmente planteado. Es decir, una vez más, la invisible mano del mercado no sería suficiente para reducirla, requiriéndose la intervención decidida de la autoridad monetaria.
4.
Hace cuatro décadas, se recuerda, Paul Volcker aplicó la amarga medicina monetarista y quebró el espinazo de la inflación al costo de una recesión más profunda de lo que hubiera deseado, pero la inflación se mantuvo en el rango un largo periodo. En cambio Powell, quizá politizando los términos para no emproblemar al gobierno de Biden, elude hablar de recesión, refiriéndose tangencialmente a sus efectos como “mantener los precios bajo control podría requerir algún dolor y quizá hasta mayor tasa de desempleo”, pero evitando pronunciar esa palabra que empieza con “r”. Analistas financieros como Alan Blinder, exvicepresidente del FED, señala que una contracción económica y mayor desempleo serían necesarios para llevar la inflación a un nivel más aceptable. El jefe de economistas de JPMorgan, Bruce Kasman, reportado por Bloomberg, se muestra pesimista sobre la posibilidad de estabilizar la inflación sin una recesión, ya que un periodo prolongado de alta inflación y un mercado laboral comprimido incrementan las demandas salariales y elevan los costos para las empresas.
5.
Al respecto, Larry Summers, exsecretario del Tesoro con Bill Clinton, considera que la Reserva Federal debe detener enérgicamente la inflación, ante el riesgo de recesión en el horizonte. “Cuando la inflación se encuentra tan alta como ahora y el desempleo tan bajo como lo está, es seguida por una recesión”. Para mal, la evolución de la inflación dependerá linealmente del curso de la guerra de Putin en Ucrania y el impacto sobre los mercados del petróleo y de los alimentos, dejando poco espacio para medidas convencionales.