1.
No, no es pasional o amorosa como suele ser habitual en la temporada. Con la primavera llega la promesa de recuperación, tras un año de calamidades, soledad y tribulaciones sin fin. Hace un año, la Covid-19 causaba unas tres mil muertes en China, en donde se originó la pandemia. Un año después, ha causado 2.7 millones de decesos en todo el mundo, 80% de las cuales han sido en Europa y América, en donde reside sólo un 25% de la población mundial, empujados quizá por el talante liberal y democrática de sus sociedades. Por acá se requiere consenso y aceptación de las decisiones autoritarias y restrictivas necesarias, como fueron el paro económico, el confinamiento y la restricción de desplazamientos que, en otras naciones más disciplinadas o totalitarias simplemente se impusieron y acataron.
2.
De ahí que con el surgimiento de las vacunas, la posibilidad de normalizar las actividades y la vida misma se torna asequible impulsando de manera notable el funcionamiento de los mercados, cuyas expectativas buscan recuperar lo perdido, una caída del 6% del producto nacional bruto en promedio global —8.5% en el caso de México—, con impacto directo en el ingreso de varios millones de familias, reducción de la inversión pública y privada, pérdida también de millones de empleos y de empresas pequeñas, medianas y algunas grandes en la aviación, el entretenimiento y el turismo sobre todo.
3.
Ahora el mundo se prepara para recuperar algo de lo perdido. En China, el único país que logró crecer 2.3% en el año de la pandemia, se anticipa un crecimiento de al menos 6% en 2021. Todas las instituciones financieras mundiales estiman una recuperación acelerada del orden del 5%, al igual que la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE) y el Foro Económico Mundial, dígitos más, dígitos menos. En Estados Unidos, con un paquete de estímulo fiscal aprobado por 1.9 billones de dólares y en una rápida carrera por la inmunización que se prevé alcanzar en pocos meses, la estimación del rebote este año es también del 5% y en nuestro país, profundamente ligado al desempeño estadounidense, se prevé un jalón que iría del 4.5 al 5.5%, es decir, algo así como una “V” entre el año pasado y el actual.
4.
Aún con esto, el balance neto sigue siendo negativo. En México se perdieron 8.5 puntos del Producto Interno Bruto, millones de empleos y miles de empresas. Recuperando cinco puntos en 2021 y quizá otros tres en 2022, el país estaría como en el 2019, es decir, habrán sido tres años en el fondo del valle, suponiendo que todo salga como se espera. En Estados Unidos, con las medidas fiscales aprobadas recientemente por el Congreso y con las aplicadas el año pasado, se dieron apoyos directos a familias y empresas por 18.1% del PIB, además de un programa de vacunación intenso y extenso. En México no ha habido apoyos equivalentes más allá de los programas sociales y la campaña de vacunación es todavía incipiente, si bien la población se encuentra impaciente por volver a una normalidad laboral, productiva y educativa por lo menos.
5.
Lograr una buena recuperación requiere encauzar la energía y el empuje empresarial y social de la mejor manera. Como en 1985, los años noventa o 2017, la sociedad está lista y dispuesta a salir a votar y participar en busca de soluciones. Las calamidades de entonces mostraron tanto la solidaridad como la exigencia de mayores espacios a las libertades y derechos, mejores políticas públicas y efectiva rendición de cuentas. En el proceso electoral que se avecina, más que un choque de trenes, la sociedad necesitaría propuestas y soluciones; cómo materializar la recuperación, volver al trabajo, impulsar la inversión pública y privada, apoyar a nuestros estudiantes, vencer la inseguridad, acabar con la precariedad del sistema de salud y por supuesto, vacunar a toda la población y lograr la inmunidad general, que es lo que a final de cuentas hará realidad la promesa de la recuperación.