1.
Siempre conviene tener a la vista el horizonte, pues los próximos años podrían ser tan inciertos como peligrosos, al combinarse problemas geopolíticos del viejo estilo con nuevos y crecientes desafíos globales. En el pasado reciente, en el mundo surgido de las grandes guerras del siglo XX, se confrontaron ideologías y sistemas políticos en una guerra fría que definió adversarios, ciencia y tecnología de una manera tangible. Tras una política de contención basada en el equilibrio de poderes nucleares, las revoluciones sucesivas de los chips, la información, las comunicaciones y la globalización digital trazaron cadenas de interdependencia que se pensó serían el paso a un orden global colaborativo y sin rivalidades irreductibles.
2.
No sucedió así y ahora se requiere evitar los extremos de antaño que pretendían cambiar el mundo o ignorar sus transformaciones. Es decir, cerrarse y confrontarse, o bien, cooperar y dialogar para encontrar soluciones a los viejos y nuevos problemas. Para Richard Haass, presidente del Consejo de Política Exterior (Foreign Affairs, The Dangerous Decade, sep/oct 2022), el rol de los Estados Unidos en el mundo sigue siendo fundamental para construir un nuevo orden entre tantos riesgos. Ya no es un jugador único y preponderante, sino que hay nuevos actores con capacidades, disposiciones relevantes e intereses propios. Sin embargo, los riesgos afectan a todos y las responsabilidades conviene sean asumidas en beneficio de todos.
3.
Si no existe un orden internacional respetable es algo delicado. Si las fronteras y los tratados no se respetan, en el sistema internacional prevalece la ley de la selva. Sin embargo, no se puede hablar de un orden mundial en abstracto, al darse hoy la coexistencia de balances geopolíticos aparejados con desafíos globales que requieren del esfuerzo común, como son el cambio climático, la proliferación nuclear y la prevención y atención de las pandemias. Un nuevo orden mundial, o la carencia del mismo, necesita ambos enfoques.
4.
Ante ello, en vez de una sola gran idea, como puede ser democracia o socialismo, se requiere combinar principios y prácticas para reducir el riesgo de una calamidad en los próximos años. Este mundo cambiante, prosigue Haass, requerirá de fortalecer las alianzas e instituciones necesarias para detener las agresivas visiones alternativas de países como Rusia, China, Irán o Corea del Norte, quienes juegan en los linderos de lo posible, así como impulsar acciones más amplias y colaborativas frente a los desafíos globales que no pueden ignorarse ni manejarse parcialmente.
5.
El mayor riesgo para un orden global justo y eficaz, entendido éste como la valoración de la Carta de las Naciones Unidas, proviene de invasiones como la rusa a Ucrania. El manejo de este conflicto requerirá de un delicado balance que mezcle determinación con realismo, pues Occidente podrá proveer armas y apoyo a Ucrania para sostenerlo como Estado soberano, pero también deberá aceptar que sólo la fuerza no podrá resolver la ocupación rusa. Negociar sería posible con un nuevo liderazgo en Moscú, pero entretanto, habrá que reforzar las sanciones hasta lograrlo. Frente a China, se necesita fortalecer un orden regional que contenga sus ambiciones, priorizando el rol de Japón, India y Australia con Estados Unidos y Gran Bretaña, al tiempo que se reduce la dependencia de las cadenas de suministro, buscando más que un desacoplamiento, una relocalización económica que bien podría beneficiar a países estratégicamente más confiables como México. Es decir, ya no pretender por lo pronto la transformación de Rusia o China en democracias, que no lo son, sino considerar a ambos países como lo que son ahora, agresivos poderes regionales, para influir y acotar sus opciones sin llegar a la confrontación directa, dejando en el tiempo los cambios internos tal y como sucediera con la “détente” (contención) y la antigua Unión Soviética.
