1.
La temporada electoral suele tener el efecto de atraer la atención sobre la coyuntura, alejándola o distrayendo de los otros temas de la compleja agenda contemporánea. No obstante, que los problemas no se perciban mediática o socialmente no quiere decir que dejen de existir. Es el caso de la migración, ese fenómeno de siempre que involucra a millones de personas y afecta a muchos más, y que ha diseñado una y otra vez el rostro del mundo y de las naciones. Simplemente, la época contemporánea no podría pensarse sin las grandes corrientes migratorias de todos los tiempos, siendo las de hoy, realmente naciones de migrantes.
2.
Es así que históricamente los núcleos humanos se han movilizado por la carencia de oportunidades o satisfactores en los lugares de origen, para trasladarse hacia donde hay mejores condiciones.
Hoy no es la excepción. En el mundo, las corrientes migratorias van del África o del Este hacia Europa, al igual que de América Central y México hacia Estados Unidos o Canadá. En el sudeste asiático es China la que presiona y coloniza, expandiendo su presencia con una novedosa estrategia sobre la nueva “ruta de la seda” y la franja de oportunidades abierta por la geoestrategia en Asia Central y Africa, competida en alguna forma por India.
3.
El caso es que en materia migratoria es prácticamente imposible contener la movilidad humana, que suele ir de zonas de menor desarrollo a aquéllas con más oportunidades y mejor economía. De ahí que más que contener la migración erigiendo barreras, es atendiendo a sus causas como es posible mitigarla. La administración Biden se ha encontrado de repente con que, al buscar legalizar la presencia en territorio estadounidense de 12 ó 13 millones de indocumentados, pareciera haber convocado a una migración masiva, encontrándose en las puertas de Estados Unidos hasta 172 mil nuevos migrantes por mes provenientes de México y Centroamérica. Políticamente, la administración Biden no puede abrir las puertas, porque la cuestión migratoria es un ariete de los republicanos para minar la credibilidad de los demócratas, cuyo margen en el Congreso y la política estadounidense no es tan grande como pudiera pensarse.
4.
El análisis no es nuevo, es claro que en los países al sur del Río Bravo, la situación económica y social es bastante más precaria que la de Estados Unidos, siendo ésta una convocatoria abierta para buscar el sueño americano. La solución también ha sido mostrada por los analistas; si no se invierte en las zonas de expulsión de migrantes y se crean oportunidades, empleos e ingresos para las familias, las personas seguirán exponiendo sus vidas para buscar una mejor vida. Entre ocho y 10 mil elementos mexicanos de la Guardia Nacional y el Ejército, así como un muro más sofisticado y alto en la frontera norte sólo permiten ganar tiempo; la solución real es tanto una política migratoria ordenada y humana en Estados Unidos —que habrá de seguir requiriendo migrantes para levantar cosechas y otros servicios más sofisticados en las fábricas y las ciudades—, como un plan de inversión y desarrollo del sur-sureste mexicano, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador.
5.
No es sólo asistencia o ayuda humanitaria lo que se requiere, de ahí que la propuesta de la administración Biden se queda corta al solicitar sólo 800 millones de dólares al Congreso en ayuda para América Central. En este sentido parece más sensata la propuesta mexicana, al estilo Contadora, con un plan para invertir 4 mil millones de dólares en infraestructura, educación y servicios en el área, que pudieran compensar las desventajas de sólo explotar los recursos naturales disponibles, como se ha hecho hasta ahora. Si no se atienden las causas, los efectos, cual ley de atracción como está sucediendo ahora, seguirán mostrando la expulsión de miles de personas hacia Estados Unidos y Canadá.