Menor crecimiento, más desigualdad

2 de Diciembre de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Menor crecimiento, más desigualdad

1.

En el tercer año de la pandemia de la Covid-19, los esfuerzos de recuperación de los diferentes países y regiones del mundo han pasado del optimismo por un pronto restablecimiento, al escepticismo y la cautela. Lo que en teoría puede hacerse, como es vacunar masivamente a la población, se ha tropezado con cuestiones logísticas, geopolíticas o inequidades, provocando oleadas de contagios y defunciones que bien pudieron evitarse de haber prevalecido un enfoque altruista y humanitario.

2.

Sin embargo, esto no fue así y los esfuerzos de recuperación de la economía y de las sociedades han corrido ritmos y suertes distintas. Para empezar, las sucesivas mutaciones se han generado en regiones insuficientemente atendidas como la India, en donde surgió la variante Delta, o Sudáfrica, con la Ómicron, de donde se extendieron rápidamente hacia el resto del mundo. Como lo ha señalado la Organización Mundial de la Salud (OMS), en tanto no se logre inmunizar al menos al 70% de la población global, las variantes y mutaciones seguirán surgiendo con las olas de contagios. Es increíble que, existiendo las vacunas y la posibilidad de producirlas masivamente, son otras las consideraciones para su aplicación, prevaleciendo la asimetría, la insolidaridad y la falta de cooperación entre los bloques confrontados en una nueva guerra fría.

3.

De ahí derivan mayores impactos a la economía; las cadenas de suministro se dislocaron y lejos de restablecerse rápidamente han tropezado con escasez de personal así como insuficiente logística de almacenamiento y despacho, en donde no existen suficientes estibadores, choferes ni contenedores o remolques para mover pedidos y mercancías. La escasez de suministros es cotidiana, pues no puede hacerse en línea o por internet porque hay que producir, almacenar y mover suministros y mercancías físicamente. Por ejemplo, las empresas manufactureras disponen solamente de cinco días de inventario en semiconductores indispensables, contra 40 días que debieran tener en almacén para asegurar una producción constante. El aluminio y el acero se han encarecido a máximos de los últimos cinco años, generando una escasez que presiona los precios de toda la cadena de producción. Y el petróleo se acerca rápidamente a la barrera sicológica de 100 dólares el barril, resintiendo la mayor demanda y el temor por un conflicto militar entre Rusia y la OTAN por Ucrania. El resultado neto es que la inflación devora los esfuerzos y constituye un riesgo casi estructural que podría derivar en una recesión.

4.

Lo cierto es que los organismos financieros internacionales han reducido las expectativas de crecimiento y recuperación de la economía mundial, que ya no será de 5% en 2022 sino sólo del 4.4%, en tanto que el pronóstico para el 2023 pudiera ser de un 3.6% estimado. Ello deriva, sobre todo, de la revisión a la baja de las principales locomotoras del mundo, Estados Unidos y China, quienes han reducido sus estimados al 4 y 5% respectivamente, afectando necesariamente a los demás. En general, las economías más desarrolladas crecerán 3.9% desde el 4.5% estimado en octubre, en tanto que las emergentes lo harán en 4.8%, desde un 5.1% previo.

5.

Para México, situado en el corazón del comercio y las cadenas productivas del bloque norteamericano, significa ajustes draconianos en las posibilidades, pues de una proyección de recuperación del 4% para este año, las estimaciones se están yendo a 2% y aún menos para 2023, lo que nos situaría muy por debajo del potencial real de la economía. Sostener el paso ya no podrá ser inercial, se requiere necesariamente mayor inversión, pues un bajo crecimiento durante varios años significa miles de empleos que dejan de crearse, capacidad de producción que no genera valor y exportaciones y consumo no realizado, lo que se materializa, como está sucediendo, en cada vez mayor número de personas en situación de pobreza.

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