1.
No, el título de la columna no se refiere al Kumbala, el bar en el que suceden las cosas del amor, ni al eminente grupo intérprete de la bella canción, sino a la posición geográfica que nos sitúa haciendo frontera con la única superpotencia económica y militar del mundo. A Porfirio Díaz le atribuyen la frase de un México lejos de Dios y cerca de Estados Unidos, pero quizá Alan Riding en Vecinos Distantes haya caracterizado de mejor manera la situación prevaleciente entre dos vecinos inevitables por su colindancia y que están obligados a coexistir, les guste o no.
2.
El antiguo corresponsal del New York Times en México señaló hace algunas décadas lo que él percibía como la singularidad en la relación bilateral, una de las más importantes del mundo, pues Estados Unidos da por sentada la estabilidad, subordinación e insignificancia de México como para preocuparles. Es cosa de imaginar tal percepción en un vecino arrogante que mira al otro con desdén, no obstante la compleja e intrincada agenda entre los dos, que ahora incluye migración, comercio —de los más grandes e intensos del planeta, del orden de 600 mil millones de dólares—, narcotráfico, energía y por supuesto, estabilidad y desarrollo.
Riding se sorprende al percibir que en la frontera esa gran cicatriz del Gringo Viejo de Carlos Fuentes, en apenas unos kilómetros se pasa de la pobreza a la riqueza, de la ley y el orden a la improvisación e inseguridad, de los gustos artificiales a una gastronomía de especias y picantes. Es decir, siempre la visión de superioridad del uno ante la subordinación del otro.
3.
Lo cierto es que, una vez más, el presidente Trump golpea la mesa para imponer un criterio imposible a la relación bilateral. En el contexto de su campaña de reelección ha vinculado el tema de la política migratoria con la relación general con México, amagando con cerrar la “maldita frontera” si nuestro país no detiene el flujo de migrantes de Centroamérica. Es decir, el gran oso ha decidido patear al puercoespín en donde sabe le lastima (Tony Garza dixit), que es el comercio y la dependencia de las exportaciones mexicanas, amagando incluso con la postergación de la firma del Acuerdo Comercial trilateral penosamente negociado a costa de grandes concesiones mexicanas para satisfacer las exigencias siempre avasallantes del eslabón más fuerte en una cadena desigual y asimétrica.
4.
El tema es más que complicado. Por un lado, en Estados Unidos ha comenzado la carrera presidencial para ratificar o reemplazar en noviembre de 2020 al actual inquilino de la Casa Blanca, el siempre polémico e irascible Donald Trump. La oposición demócrata le enfrenta intentando resaltar la mala praxis en el ejercicio del poder presidencial que ha generado rechazo en prácticamente todos los países aliados, pero que al interior le ha funcionado bien con su base electoral y con los grandes consorcios empresariales, a quienes redujo impuestos, regulaciones y vigilancia gubernamental, haciendo de la seguridad nacional y más dinero en el bolsillo y la tesorería de las empresas su mejor carta para la reelección.
5.
México, como lo está haciendo China, requiere prepararse para un largo periplo por el infierno, pues tanto migración como comercio y narcotráfico están en la agenda electoral estadounidense, exacerbada por el nacionalismo rampante de Mr. Trump como un asunto rendidor en la búsqueda de su reelección. Parece claro que si Trump no arriesga el impeachment, tiene altas probabilidades de lograrlo. Nuestro país no está buscando pleitos, pero no sólo es cuestión de aguantar el rol de vecinos subordinados y poner la otra mejilla cada que Trump manotee. Si no hay firmeza, será entonces una maldita vecindad que recuerde cada día el estar lejos de Dios.