1.
Reiteradamente se ha comentado que el día de las elecciones es a la vez un juicio para el gobierno en funciones como también oportunidad de hacer cuentas y checar el balance. En realidad las elecciones son la ocasión en que los ciudadanos eligen a sus gobernantes, expresan su voz sobre el sentido de tales o cuales políticas públicas y evalúan el desempeño del gobierno. En España recién se realizaron comicios y pareciera que los resultados dejan varias cuestiones sin zanjar, pues el partido gobernante, el PSOE, sufrió un revés y lo ha festejado como si de un triunfo se tratara, en tanto que quien obtuvo más votos, el Partido Popular, parece derrotado al no reunir los suficientes para hacer mayoría parlamentaria.
2.
Lo que han festinado unos y otros es que la democracia española mostró su fortaleza y salió ganando, pues ha votado más del 70% de los electores, con resultados que se conocieron prácticamente al instante y que no difieren sustancialmente de los pronósticos previos, por más que se hable de una “remontada” de las izquierdas para detener el avance de las derechas. Lo relevante es que las izquierdas no se desplomaron. Ciertamente, éste era uno de los puntos a dirimir en las urnas, quién obtendría el derecho a gobernar, pues en una democracia de régimen parlamentario directo el número de representantes corresponde al porcentaje de la votación nacional obtenida, salvo algunos redondeos de la regla D’Hondt para asignar el “resto mayor”. Finalmente, los resultados muestran una dispersión tal que ningún partido por sí mismo podría gobernar.
3.
De ahí la relevancia del régimen de coalición, que hace posible que, una vez medidos los partidos en las urnas, éstos puedan entablar negociaciones para construir una mayoría, que en España son 176 escaños de 350 posibles. Es decir, los partidos tienen la oportunidad de dialogar y construir consensos en torno a formación del gabinete y políticas a impulsar aceptables para los coaligados y si tienen los escaños suficientes, entonces forman gobierno.
4.
Los resultados significaron 136 escaños para el Partido Popular, el partido más votado; el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) logró remontar dos legisladores y obtener 122, que le significan una derrota pero no del todo; le siguen Vox, en la extrema derecha, que obtuvo 33 bancas, y luego Sumar, en el extremo izquierdo, con 31 asientos. Si se integraran PP más Vox, serían 169 escaños, a 7 de la mayoría absoluta; si lo hacen PSOE y Sumar, son 153, a 23 de la marca, lo que haría necesario subir al carro a casi todos los pequeños partidos. Luego están los partidos nacionalistas o independentistas, de índole regional podría decirse, que han obtenido los escaños suficientes como para hacer mayoría en una coalición. ERC (republicanos de Cataluña) ha obtenido 7 escaños,
Junts (independentistas catalanes) otros 7; Eh-Bildu del país vasco 6, y EAJ-PNV 5 (nacionalistas vascos), siendo otros tres para representaciones aún más pequeñas.
5.
De ahí viene el festinar una derrota como si se tratara de una victoria, porque ahora la intención de los partidos progresistas es unirse para frenar la posibilidad de un gobierno de derechas, quedando la cuestión en manos de los independentistas catalanes quienes esperarían obtener una mejor relación con el gobierno central. Es posible que el Rey Felipe VI le pida a Alberto Núñez Feijó que intente formar gobierno, pero si no lo lograra, sería el turno de Pedro Sánchez, quien tendría que lograr un gobierno de coalición amplio; parece ser que puede integrar a los dispersos y obtener una votación de investidura aún si los catalanes se abstienen de votar, lográndola si no por mayoría absoluta, entonces por mayoría simple. De ahí el llamado de Sánchez a una España abierta, inclusiva y europea, con un gobierno de coalición amplio y así evitar la polarización y el bloqueo que llevaría inevitablemente a una nueva convocatoria de elecciones generales.