1.
En unos días tendrá lugar la gran consulta a los ciudadanos, para elegir representantes nacionales y locales, así como gobernantes estatales en casi la mitad de las entidades federales, así como presidencias municipales y alcaldías en prácticamente todo el territorio nacional. No obstante tratarse de varios tipos de elección –diputaciones federales y locales, gubernaturas, presidencias municipales y alcaldías— los comicios parecieran tener un talante nacional, para, en un símil futbolístico, saber si le seguimos tal cual o se requieren ajustes de medio tiempo.
2.
Como en toda democracia realmente existente, las elecciones son el resultado de un gran proceso de movilización política y organización electoral, que en el caso mexicano empezó hace nueve meses. En éste, los partidos políticos registrados formaron coaliciones electorales para respaldar la gestión del gobierno unos y para oponerse los otros, y registraron a casi 30 mil candidatos en busca del respaldo de los ciudadanos
A la par, un millón 100 mil ciudadanos insaculados habrán de aperturar, gestionar y contar las votaciones en 163 mil casillas, para que las autoridades electorales, constitucionalmente autónomas desde hace décadas, estén en condiciones de dar resultados preliminares prácticamente al cerrar las casillas, a efecto de asegurar la transparencia y certeza en los resultados, así como realizar el cómputo de los votos en los plazos que marca la ley. La proverbial incertidumbre de las elecciones debiera concluir entonces en la certeza y confiabilidad de los resultados.
Vendrá, por supuesto, el periodo jurisdiccional, en donde muy probablemente habrá de reflejarse la intensidad postelectoral, al acudir candidatos y partidos a plantear sus quejas respecto de las votaciones. Al final de cuentas, para eso están los tribunales electorales.
3.
Las elecciones sirven para integrar la representación popular y elegir gobernantes, animando el sentido que la política requiere tener. Siendo intermedias, constituyen también una prueba o referendum al poner los resultados de la gestión pública ante el juicio de los electores. Indudablemente, el partido en el poder es quien enfrenta la prueba del gobernar, sea en el nivel nacional o bien en los ámbitos locales, los gobernantes y representantes están ante el juicio de los electores. En todo caso apostemos, como hemos coincidido el presidente López Obrador, los líderes partidistas, las autoridades electorales y los ciudadanos, por nuestra democracia, porque las elecciones transcurran en paz, libres y justas, como deben ser.
4.
De lo que se trata entonces es de ejercer el voto, para expresar con voz propia qué es lo que se quiere; sin duda, un mejor país, sin la violencia que mina el tejido social; que recuperemos la vitalidad de nuestra economía y logremos superar los efectos regresivos de la pandemia, retornemos a la normalidad y a las actividades cotidianas, educativas, laborales o empresariales, porque aún es mucho lo que debemos hacer como Nación y sociedad para reducir la desigualdad y moderar la opulencia, nuestra principal asignatura pendiente desde el enunciado que hiciera don José María Morelos en los prolegómenos de la guerra de Independencia, con el riesgo ahora de que una recuperación desigual deje atrás a muchas regiones y sectores.
5.
Confiemos pues, en nuestra democracia. Es joven y podría pensarse que es frágil, pero en ocasiones anteriores ha mostrado consistencia como el camino que es para dirimir las diferencias y circunstancias de lo público, para construir las soluciones que necesitamos y para resolver el inacabable litigio por el poder. En todo el mundo, tras las elecciones se viven momentos de diálogo y construcción de acuerdos. De ahí que para hacer avanzar los grandes propósitos nacionales en democracia, el voto es el camino. El mejor voto es el que se deposita en la urna y es con los votos como habrán de resolverse las cuestiones que nos preocupan.