1.
Tal como sucedió hace casi dos meses en el encuentro del Grupo de los 20 en Osaka, Japón, en la reunión de las siete mayores economías del mundo realizada en Biarritz, Francia hace unos días, los líderes participantes debieron esforzarse para contener la grandilocuencia de su homólogo estadounidense, buscando reducir el impacto que sus lances suelen tener en la maltrecha economía mundial.
2.
Los temas centrales propuestos por el anfitrión, Emmanuel Macron, tenían que ver con la desigualdad imperante en el mundo y la atención al cambio climático, que han sido temas franceses de actualidad tras la firma del Acuerdo de París con el que parecía inaugurarse una nueva era en la reducción de gases de efecto invernadero y por ende del calentamiento del planeta. Empero, en los hechos, la atención fue acaparada por el avance de la desaceleración de la economía mundial y el efecto de las guerras comerciales impulsadas por la administración Trump, en particular el conflicto con China que tanto ha afectado la confianza y la certidumbre en el contexto mundial.
Que la economía mundial crezca no parece un problema inmediato para Estados Unidos, con un crecimiento posible de al menos 2.6% este año y algo similar para el próximo, a despecho de los temores de recesión en otras regiones dado el débil crecimiento observado en varias economías líderes como Alemania, Japón, Reino Unido, Italia y Francia, al igual que en América Latina donde se reduce la perspectiva, entre otros, de Brasil y México, nuestro país prácticamente al cero absoluto.
3.
De ahí que el principal anuncio de la cumbre del G7 fuera la posible reanudación de las pláticas comerciales entre Estados Unidos y China, algo que tranquiliza momentáneamente a los mercados, pero no reduce la volatilidad y los temores de una recesión prácticamente anunciada. Si Estados Unidos y China logran un acuerdo, ello disminuirá sin duda las tensiones y la aversión al riesgo por ahora prevalecientes, pero el problema de fondo habrá de persistir, que es el dislocamiento de las reglas del libre comercio, vistas hoy como una desventaja para la economía estadounidense, proclive al consumo y la especulación. Sin una tasa efectiva de ahorro interno, Estados Unidos busca ventajas competitivas en los acuerdos comerciales para balancear las cuentas con medidas proteccionistas, como la aplicación de aranceles. Al final del día, un arancel afecta la competencia basada en calidad y precio al establecer un sobrecosto para el consumidor final, generando la distorsión de hacer parecer más barato lo que en realidad es más caro.
4.
En lo que se refiere a los temas propios de la reunión, como la desigualdad y el cambio climático, realmente hubo conclusiones paliativas. Respecto de la desigualdad, se ofrecen financiamientos blandos del Banco Mundial y de la Unión Europea para proyectos de desarrollo, pero sin atender el desequilibrio norte-sur que endeuda irremisiblemente a las economías más débiles en una especie de nuevo colonialismo financiero. En lo que respecta al cambio climático, lo que sería verdaderamente importante, que Estados Unidos asumiera la parte que le corresponde y se adhiriera al Acuerdo de París, pues no sucedió y en cambio se convino en destinar 20 millones de dólares a combatir los incendios forestales en la Amazonia, azotada, por cierto, por una gran e inusual sequía.
5.
De cara al Informe que viene en México, resulta relevante considerar el impacto que el contexto mundial habrá de tener en nuestras perspectivas de desarrollo, crecimiento y combate a la pobreza, a luces vistas mucho más allá de lo que internamente es posible hacer con un presupuesto reducido y capacidades acotadas por la incertidumbre y la desconfianza.