1.
Ha concluido el primer semestre del año y el que se pensaba sería un ciclo de recuperación ha sido rebasado por las circunstancias y lo inesperado; ¿cómo es que disponiendo de vacunas y medicaciones apropiadas para enfrentar el virus de Covid-19, éste se propaga en oleadas sucesivas de contagio y confinamientos, dislocando la logística de distribución de insumos y productos? ¿Cómo es que la invasión a Ucrania golpea inmisericorde a ese país y a los mercados de energéticos y de alimentos? ¿Cómo es que la inflación desbordada podría llevar al mundo a una recesión? ¿Cómo es que la desigualdad y la pobreza, esos agobios terminales de nuestro tiempo, se expanden inmisericordes?
2.
El mundo, definitivamente, no habrá de volver a los niveles ni situaciones prepandemia pero tampoco parece apuntar a ser uno mejor. Los objetivos 2030 planteados por las Naciones Unidas se tornan cada vez más improbables, conforme la dinámica de la confrontación avanza entre los bloques de países decididos a librar una nueva guerra fría, sea en la muralla atlántica de la OTAN frente a Rusia, en la ruta de la seda del IndoPacífico ante China o en la frontera Norte-Sur, quedando Africa, Medio Oriente y América Latina por dirimirse entre unos y otros. Si de cooperar se tratara, se debiera estar hablando de cómo enfrentar el desafío del cambio climático, cuyos efectos son perceptibles en las sequías prolongadas o los huracanes e inundaciones de gran magnitud; se podría estar construyendo un sistema internacional de salud y sanidad para enfrentar los riesgos de ésta y las próximas pandemias; se debieran anticipar los impactos de la migración por causas económicas, que de cualquier forma es lo que siempre ha movido a los grupos humanos de una región de carencias a otras más prósperas, y debiéramos estar buscando soluciones a los problemas del narcotráfico, la trata de personas y el terrorismo, que siempre encuentran vericuetos para suceder.
3.
Es probable que, como sucedió en la guerra fría anterior, haya ganadores y perdedores conforme las tensiones se manifiesten. En el conflicto en el este de Europa, como advierte un agudo observador del antiguo mundo bipolar, Henry Kissinger, el problema será encontrar la manera de regresar a Rusia a un escenario apropiado aun cuando sus faltas lesionan el orden internacional. La conquista del Donbás parece un punto sin retorno, como también el ingreso de la otra parte de Ucrania a la OTAN, es decir, algo similar al status de las Coreas tras la guerra del mismo nombre.
4.
En lo que se refiere al IndoPacífico, China es ya un adversario formidable no sólo porque tiene una fortaleza económica, tecnológica y militar muy diferente a la de Rusia, sino porque, a diferencia de ésta, va en ascenso en sus capacidades, rivalizando pari passu con los Estados Unidos o la Unión Europea. Es lo que hace más compleja esta nueva guerra fría, que no se librará entre dos superpotencias sino entre cuatro; los Estados Unidos y la Unión Europea en el lado de las sociedades abiertas, y Rusia y China en el de los regímenes y sociedades cerrados y opacos.
5.
Tampoco la nueva guerra fría se librará nítidamente entre ideologías contrastadas, como fueron el liberalismo frente al comunismo, sino entre formas de capitalismo con eficacias distintas, pero al fin de cuentas, capitalismo de mercado frente al capitalismo de Estado, ambos clamando por la mejor manera de distribuir los resultados. Con libertades, de una parte; con despotismo, de la otra. De ahí que, concluye Kissinger, el mundo por venir será mucho más complejo y sofisticado, con mayores riesgos de una confrontación a gran escala, inclusive nuclear, porque hay más jugadores bien armados y economías rivales de similar escala. Lo que estamos viviendo hoy son los prolegómenos de un mundo nuevo, pero no será un mundo restaurado, sino, por construir, un mundo multipolar con un nuevo balance estratégico y quizá aún integrado.
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