1.
El próximo domingo habrá elecciones presidenciales en Francia. Como es lo propio en las democracias, no obstante la crisis en Europa ante el desafío del neoimperialismo ruso, los electores franceses irán a las urnas para renovar sus instituciones. Conforme al sistema político-electoral francés, siendo una República semipresidencial, se elige primero al Presidente mediante el sistema de ballotage o a dos vueltas, y dos meses después, a los 577 representantes de la Asamblea Nacional, de donde emerge en mayoría el Primer Ministro, responsable del gobierno interior. Como nota al calce, nada mal nos vendría un sistema dual así, que evita concentrar todo el poder en una sola persona.
2.
En esta ocasión, disputan la jefatura del Estado francés al menos once contendientes, entre los que destacan el actual titular, Emmanuel Macron, en busca de la reelección abanderando el movimiento de La República en Marcha, enfrentando a Marine Le Pen, candidata de la Agrupación Nacional (de derechas) y el histórico Jean Luc Mélenchon, de Francia Insumisa, por parte de las izquierdas; los otros candidatos, entre quienes figuran la alcaldesa de París, Anne Hidalgo por el Partido Socialista Francés, y Erik Zemmour, del movimiento ultrarradical Reconquista, acumulan posibilidades residuales.
3.
Conforme a las tendencias demoscópicas, el presidente Macron obtendría entre 25 y 30% de los votos en la primera vuelta este 10 de abril, suficientes para ir a la segunda ronda en dos semanas, pudiendo enfrentar a Marine Le Pen, quien alcanzaría 21 a 23% de los sufragios, o a Mélenchon, quien se ubica entre 16 y 20% de las posibilidades. Todo apunta a que, en una segunda vuelta, el presidente francés alcanzará los votos necesarios para repetir en el cargo. Si bien la campaña electoral ha sido muy corta, inmersa en los desafíos que enfrenta la Unión Europea –la cual Francia preside en este semestre--, el gran reto será rediseñar un liderazgo continental a la altura del legado de Angela Merkel, con cuestiones tan amplias como la seguridad europea, el malestar por la pandemia, la inflación y desaceleración económica, así como la seguridad energética y el futuro de la defensa, por ahora todavía en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
4.
Para ello, Macron ha propuesto la reindustrialización de Francia, abriendo brecha a la industria pesada, de alimentos, electrónica y energía. En este último rubro, plantea recuperar la energía nuclear como opción limpia para evitar cualquier dependencia de importaciones del gas ruso y reducir la vulnerabilidad europea ante el infame juego geopolítico y militar del Kremlin, evidenciado por la invasión a Ucrania. Macron propone un plan para instalar al menos 30 minirreactores nucleares en los próximos 10 años, algo que a regañadientes Alemania estaría examinando para volver sobre sus pasos de rechazo a la energía nuclear. Con Merkel, Alemania cerró las plantas nucleares y confió en el gas ruso, lo cual en las circunstancias actuales se ha reconocido como un grave error; de ahí que la energía nuclear vuelve a ser una opción confiable en el corto plazo.
5.
Respecto de la defensa comunitaria, Macron ha dejado claro que, tras los vaivenes de Estados Unidos, Europa requiere contar con fuerzas y recursos militares propios, por lo que la OTAN debería evolucionar próximamente hacia un organismo más europeo, en contraposición a lo planteado por la administración Biden para reconstruir la organización atlántica con mayor participación de sus integrantes, incluido el fortalecimiento militar de Alemania. Lo que habrá de ser crucial en el futuro de la Unión Europea es la vitalidad del núcleo francoalemán, clave de la construcción de la Europa comunitaria y democrática. La gran prueba de Emmanuel Macron y Olaf Scholz será, una vez recuperada la paz en Ucrania, restablecer la confianza y traer a Rusia de vuelta al escenario internacional.
