1.
Cual espada de Damocles, el presidente Trump ha puesto sobre la cabeza de la relación bilateral la amenaza de gravar con aranceles de 25% las exportaciones de automóviles fabricados en México. Como si no existieran tratados comerciales y con la mejor técnica del abuso, quiere que en nuestro país se sigan librando las batallas contra la migración ilegal y el narcotráfico con mayor vigor o aplicará cruentos aranceles y hasta sanciones económicas al estilo de sus peores enemigos: Corea del Norte, China, Siria o Irán.
2.
Ciertamente, nuestro país realiza la totalidad del comercio relevante con Estados Unidos, 85% del total, en una relación interdependiente de 600 mil millones de dólares anuales; exportamos manufacturas, sobre todo automóviles, partes, refacciones y pantallas electrónicas; también, materias primas, desde petróleo crudo hasta cobre, aluminio y acero, éstos dos últimos ya gravados con aranceles asimétricos de 10 y 25% respectivamente, así como productos agroalimentarios por casi 30 mil millones de dólares entre cárnicos, frutas, verduras, azúcar y tequila, entre los principales. El turismo depende, asimismo, de una buena relación con el país del norte, pues más de la mitad de los ingresos de la industria sin chimeneas proviene de turistas estadounidenses, esto es, 15 mil de 26 mil millones de dólares generados en 2018.
3.
Las negociaciones del nuevo acuerdo Comercial Estados Unidos–México–Canadá (TMEC o USMCA, según el idioma que corresponda a las siglas) se realizaron con grandes concesiones mexicanas para satisfacer al empoderado gran oso estadounidense, empecinado en avasallar al puercoespín mexicano (el exembajador Tony Garza caracterizó la relación bilateral como aquella que se da entre un oso y un puercoespín). Hubimos de tragar todas las píldoras tóxicas que impuso la administración Trump, como el tope de 2.4 millones de unidades a los autos fabricados en México exentos del arancel de 25%, tomando en cuenta que en 2018 se produjeron 3.4 millones de automóviles con casi dos millones exportados a Estados Unidos. También aceptamos la primacía de los tribunales estadounidenses en los diferendos comerciales, cruentas indemnizaciones en caso de derechos de propiedad intelectual, elevación del porcentaje de origen al 75% siendo al menos el 65% estadounidense y hasta una versión de la cláusula de extinción, en donde el acuerdo comercial deberá revisarse cada cinco años y concluir al año 16 de su vigencia.
4.
No obstante, el acuerdo comercial aún debe ser ratificado por los Congresos de los tres países firmantes, siendo el más complicado el caso de Estados Unidos, al haberse perdido la mayoría republicana en la Cámara Baja. Paradójicamente, ello le permite al presidente Trump arremeter de nuevo contra México, amagando no sólo con la postergación de la ratificación por las reticencias de los demócratas sino con la imposición unilateral de las tarifas aduaneras y hasta el maltrato de las sanciones económicas.
5.
No hay autocrítica en las amenazas de la administración Trump; de poco sirve demostrar las aportaciones de los migrantes a la economía y la vitalidad de la primera economía mundial, como tampoco constatar que el principal mercado de consumidores de drogas existe allá, en donde una sociedad opulenta y gastadora exige todos los días los más variados satisfactores, incluidas las drogas y sucedáneos sintéticos. Es un cuento mal contado que los consumidores de drogas son esencialmente parias, los consumidores suelen ser adineradas personas del mejor establishment en donde la gran demanda genera los poderosos incentivos a los narcotraficantes para proveerla. No habrá muro que detenga esa realidad, como tampoco una estrategia deferente evitará a nuestro país ser zarandeado por las veleidades electorales del señor Trump.