1.
Con una de las más bajas aprobaciones en los últimos años, el presidente estadounidense Joe Biden encara las elecciones de medio término el próximo martes 8 de noviembre. Ese día estará en juego no sólo la mayoría en el Congreso sino la viabilidad misma de su Presidencia.
En los Estados Unidos, se considera que un Presidente es un “pato cojo” cuando no tiene una mayoría congresional para gobernar, debiendo hacerlo mediante acuerdos limitantes y a veces incapacitantes. El presidente Biden ha gobernado hasta ahora con una mayoría tenue en ambas Cámaras, pero al fin mayoría. Ha logrado pasar importantes proyectos como el de infraestructura, reducción de inflación, del coste de la atención médica y del financiamiento a estudiantes, además de sostener las prioridades en política exterior para enfrentar la situación ante Rusia y China, que desafían frontalmente el orden internacional.
2.
Pero las tendencias electorales no favorecen las expectativas demócratas. La Cámara de Representantes muy probablemente tendrá mayoría republicana, concluyendo el ciclo de Nancy Pelosi, en tanto que por el Senado se libra una batalla muy parejera, en la que muy probablemente también los republicanos logren quebrar el actual equilibrio favorable a los demócratas. Según Rear Clear Politics, estando en juego un tercio de las senadurías, los demócratas podrían considerar suyos 45 asientos ante 48 de los republicanos, con 7 posiciones aún en duda en Arizona, Georgia, New Hampshire, Nevada, Washington, Pennsylvania y Wisconsin; de éstos, al menos cinco podrían ser demócratas y dos republicanos, lo que idealmente dejaría el Senado en similares condiciones a las actuales, contando con el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris.
3.
Sin embargo, la propensión al voto de castigo al gobierno es muy alta, dado que la situación económica, lacerada por la altísima inflación superior al 8%, pesa demasiado, superando los demás temas electorales de la inmigración, el derecho al aborto, la pandemia, el cambio climático, el fentanilo, los tiroteos, la invasión rusa a Ucrania o los riesgos con China.
Lo que importa más es el bolsillo, el fantasma de la recesión y un liderazgo presidencial que no ha podido sobreponerse al contraste con Donald Trump, incólume hasta el momento. Es decir, en el mejor de los escenarios, los demócratas perderían la mayoría en la Cámara de Representantes pero conservarían el equilibrio en el Senado, lo que les permitiría al menos evitar les impusieran la agenda. Pero, de persistir el pesimismo económico y el malestar ante la carestía, es muy probable que los demócratas pierdan la mayoría en ambas Cámaras, iniciando un desgastante periodo de confrontación entre la Presidencia y el Congreso muy cercano a la parálisis.
4.
No en vano el expresidente Barack Obama hace campaña en los estados críticos para los demócratas, Georgia, Míchigan, Wisconsin y Nevada, buscando evitar la debacle. Obama ha dicho que la democracia y el buen futuro de los Estados Unidos están en juego; rodeado de extraordinarias medidas de seguridad en un ambiente de tensión electoral tras el violento ataque a Paul Pelosi, Obama hace el esfuerzo por defender la gestión demócrata ante la erosión del bolsillo de los votantes. “Los demócratas tienen planes reales”, dice, contrastando la agenda republicana obsesionada con “coartar libertades y conseguir la aprobación de Donald Trump”.
5.
Parece claro que el peso de la economía es lo que habrá de definir los comicios; cualquier mejoría en el precio de las gasolinas desaparece ante las altas tasas de interés y el costo de los alimentos, que no logran ser explicados como un efecto externo, remanente de la pandemia y la afectación de las cadenas de suministro, agravados por la guerra en Ucrania y la confrontación fría con China. De no suceder un milagro, Trump apunta a ser el gran vencedor y posible candidato en 2024.