1.
Convertidos en referencias o pretendidos puntos de inflexión, el segundo debate presidencial tendrá lugar el 20 de mayo en Tijuana, Baja California, para analizar el lugar que le corresponde a México en el mundo; moderarán los periodistas Yuriria Sierra y León Krauze, con algún cambio en el formato para introducir preguntas del público previamente seleccionadas, lo que podría contribuir a mejorar los cuestionamientos.
Los temas no parecen ser lo que más preocupe a los electores, por lo que no se espera que estén realmente al centro del debate. Ahora se pretende hablar de asuntos muy del exterior, como son el comercio y los tratados, la seguridad fronteriza (quizá del polémico muro de Trump) y los derechos de los migrantes. No obstante, lo que estaremos viendo es una versión recargada de “todos contra López”, algo que no debiera extrañar pues es quien va de puntero.
2.
La contienda se está ubicando en las posibilidades de los candidatos. Para Andrés Manuel parecen estar pasando los mejores días de la campaña, como si la elección fuera a ser ya un mero trámite; el candidato perrepán, Ricardo Anaya, no se ha desfondado a pesar de la severidad de las imputaciones que enfrenta por lavado de dinero, en tanto que el ciudadano Meade rediseñó su campaña para mejorar los débiles números que le reducen competitividad. El voto estratégico, también conocido como “voto útil”, podría hacer la diferencia, si bien parece inútil esperar que los votantes del PRI sean convencidos por la virulencia de Anaya pudiendo los del PAN serlo por la apertura de Meade.
3.
En lo que concierne a los asuntos del debate, de subrayar es que tras las reuniones de primavera del Banco Mundial y el FMI cundió cierto optimismo en el corto plazo con algunos riesgos en el horizonte, sobre todo por la marcha del populismo y los gobiernos autoritarios en diversas regiones del mundo.
Los dos mensajes más relevantes derivados de la reunión fueron: uno, que la actividad económica global crece de manera sólida y congruente, impulsada por las locomotoras norteamericana, europea y asiática, pero ha aumentado la posibilidad de una desaceleración o inclusive de una recesión hacia el año 2020, sobre todo por el relajamiento en los controles bancarios y del gasto público.
Segundo, prevalecen riesgos que podrían descarrilar la expansión económica actual, como la posibilidad de que los bancos centrales instrumenten alzas de tasas más agresivas que las esperadas, es decir, que el “retorno a la normalidad” se traduzca en tasas internacionales de interés demasiado altas, lo que dispararía (otra vez) el problema de la deuda. Existe además, el riesgo de que la instrumentación de políticas populistas propias del proteccionismo, nacionalismo o estatismo exacerben las presiones inflacionarias, volviendo al círculo pernicioso de inflación, recesión y deuda del pasado.
4.
De ahí que el binomio BM-FMI recomiende a los gobiernos no ser complacientes y laxos con la ola de crecimiento actual y se concentren en fortalecer fuentes estructurales de crecimiento de largo plazo. Es decir, realizar otra ronda de cambios estructurales y evitar el excesivo gasto público.
5.
Claro está, también ha sido evidente que la autonomía de las esferas política y económica ha saltado por los aires, dinamitada por el retorno del populismo y el proteccionismo de presidentes como Donald Trump. Ahora, otra vez como en el pasado, lo que sucede en la política golpea y determina la economía. No hay un mundo ordenado, las barreras comerciales generan zonas de dominancia al estilo de las antiguas fortalezas medievales. Vamos otra vez a un nuevo choque entre el populismo y el liberalismo, ese golpe de ruptura y cambio que tanto ha costado a las sociedades en pobreza y desigualdad.