1.
Xi Jingping plantea a su manera el desafío global de China: ocupar el primer lugar para el año 2050, denunciando en primer término lo que considera una “represión” de Occidente a tales propósitos, coincidentes de algún modo con los de Rusia al enfrentar a la OTAN en Ucrania. En el camino, iniciado hace diez años al recibir el cargo de manos de Hu Jintao, defenestrado públicamente en la última plenaria del Partido Comunista, Xi ha acumulado poder y dotado al régimen autocrático de un gran objetivo, con reminiscencias en el pasado imperial de la Ruta de la Seda, base del intercambio comercial por quince siglos entre Oriente y Occidente, así como la Franja que en los siglos X al XV influyera o dominara en las rutas comerciales marítimas por todo el IndoPacífico, desde China, Indonesia, la India, Arabia hasta las costas orientales de África y las Filipinas. La China Imperial de entonces era más poderosa que cualquier país occidental.
2.
Tras la larga marcha de Mao Zedong sobre los nacionalistas, reducidos a lo que ahora es Taiwán, se logró la imposición del comunismo en China continental y surgió una nueva forma de capitalismo de Estado y régimen totalitario, con miles de empresas pequeñas en manos particulares, pero control estatal en las grandes empresas estratégicas y rectoras. El país también revivió su viejo principio de la meritocracia reclutando miembros del Partido Comunista en las mejores universidades y promoviendo a los funcionarios del partido según su capacidad en
tareas tales como la erradicación de la pobreza, la apropiación de la innovación y el fomento del crecimiento económico. Xi Jingping es uno de estos funcionarios meritocráticos que desde su distrito en Shangai fue escalando los peldaños del poder hasta apropiarse de ellos.
3.
La versión china del comunismo, el maoísmo, combina la dirección férrea del Partido con la organización horizontal del trabajo; es decir, hay cierta autonomía en los centros de producción y trabajo, pero dirección política comunista acreditada en todo lo demás. De alguna forma, la organización maoísta ha sido exportada a otros países mediante comunidades de base, algunas con sustento eclesial, que suelen tener gran éxito en las estrategias para combatir la pobreza en zonas marginadas. En nuestro país, las experiencias de Solidaridad se basaron en ello, como también las de Hambre Cero en Brasil y otras similares en América Latina.
4.
La cuestión ahora es si el modelo chino de mano férrea, autocracia política, libertades acotadas por los propósitos colectivos y conducción centralizada de la política y la economía podría exportarse al resto del mundo. En el siglo XV, los propósitos de la China imperial por abrirse al mundo fracasaron precisamente porque los modos chinos no resultaban apropiados para otras regiones, usos, costumbres y tradiciones políticas. No resistieron ni al Islam ni al Cristianismo en expansión, mucho menos el pensamiento racional, ambos sobre bases utilitaristas, llevando a China a retraerse y aislarse del progreso científico, económico y político registrado en otras latitudes.
5.
Ahora que Xi Jingping ha sido ratificado por la Asamblea Nacional Popular para el tercer periodo de una presidencia verdaderamente imperial, concentrando en sus manos la jefatura del PCCh y del Ejército Popular, ha reiterado los objetivos quinquenales para ser “una sociedad medianamente acomodada” en 2030 –la pobreza, dicen, al momento ya ha sido vencida-- y ocupar el lugar que le corresponde a China, reunificar Taiwán y expandir su influencia y comercio por todas partes para 2050. Como preludio, consolidar al Ejército y el poder nuclear como una “gran muralla” de acero para la soberanía y seguridad del país, obtener la autosuficiencia tecnológica y consolidar la estabilidad interior sobre la cual fincar una prosperidad continua. Es decir, acorde a la utopía maoísta, proseguir el esfuerzo para no comerse hoy, la cena de mañana.
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