1.
En camino a Dubái, donde en noviembre próximo habrá de realizarse la 28 Reunión de las Partes contra el Cambio Climático (COP28), la lucha pareciera estar perdida. Oleadas de calor, el calentamiento atípico de los océanos y presiones hídricas desaforadas, grandes huracanes y tremendas sequías, están definiendo un clima extremo por todas partes. Esta visión apocalíptica pareciera estar cundiendo cuando las cosas suceden cual profecía autocumplida: sabemos que el mundo se está calentando, incluso hemos podido medir su velocidad y aceleración en esta época industrial, pero no hacemos lo que puede hacerse para impedirlo o revertirlo.
2.
Ciertamente, la meta es imposible de alcanzar. La emisión de gases de efecto invernadero (GEI) en 1850, cuando se considera el fin del periodo preindustrial, era de 2 toneladas de CO2 equivalente por persona, siendo entonces mil millones de seres humanos en el orbe. Ahora, la media es de 7 toneladas de CO2 equivalente, siendo 8 mil millones de habitantes, tan solo para dimensionar la magnitud del problema.
3.
Tómese en cuenta que estas emisiones GEI corresponden a la totalidad de bienes y servicios consumidos por una persona durante un año, es decir, si realmente se tuvieran que revertir drásticamente las emisiones para tener un efecto perceptible, entonces el consumo por habitante en el planeta debería achicarse, siendo realmente imposible volver a los niveles preindustriales. ¿Qué podría ser sensato? Lo que se ha intentado es mitigar y remediar, esto es, invertir en procesos de transición energética a energías renovables, reducir combustibles fósiles, producir equipos eléctricos o de bajas emisiones de CO2, hasta cambiar hábitos alimentarios para reducir el consumo de cárnicos e ir hacia una economía verde que aproveche de mejor manera los recursos disponibles.
4.
Pero esto no plantea una reducción en el consumo por habitante, que está simplemente desaforado. La estructura del mundo globalizado y capitalista prevaleciente implica un mejor nivel de vida, lo cual es difícilmente recusable. Pero ello necesariamente significa que los stocks, bienes y servicios se estén renovando constantemente, impulsados por la industria y la moda al unísono. No bastan los principios de la economía circular, reducir, reciclar o reutilizar, loables en sí, pero insuficientes para proveer la reducción en la emisión de GEI requerida. Entretanto, las alertas se encienden y después de un invierno menos frío de lo esperado, se sucede un verano más cálido de lo previsto, impulsando la presión sobre los energéticos y reduciendo las superficies disponibles para producir alimentos o proveer agua. Las temperaturas superficiales suelen ya sobrepasar los 40 grados centígrados, en tanto que los océanos promedian por encima de los 20 grados, cambiando ciclos, corrientes y patrones climáticos por todas partes.
5.
A la cumbre de Dubái se irá con escasos avances en cuestiones clave como el futuro de los combustibles fósiles y los esquemas de financiamiento para nuevas alternativas que, hay que decirlo, son costosas y los países más desarrollados y responsables de la mayor cantidad de emisiones GEI como son Estados Unidos, China y la Unión Europea, no están dispuestos a proporcionar los recursos necesarios en esquemas asequibles. Lo que se ha propuesto hasta ahora son préstamos reembolsables con tasas de interés imposibles de pagar para la mayor parte de los países víctimas del cambio climático. Se requiere financiar e invertir con una perspectiva fiscal, es decir, como planteara el presidente Macron hace algunos meses, establecer esquemas impositivos al comercio mundial para crear un fondo manejado por la ONU que permitiera invertir recursos al menos a tasa cero y en algunos casos no recuperables, en las acciones requeridas, al tiempo que se trabaja para reducir la avidez de la sociedad de consumo. O el cambio climático muy pronto pondrá sus reglas.
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