1.
Definitivamente, el 2020 será el año de Donald Trump. Lo que suceda con él habrá de determinar el escenario internacional. Proverbial ave de las tempestades, tiene a su país y al mundo galvanizado, pendiente de su actuar impredecible y de su ambición desmedida por lograr un lugar preponderante en la historia contemporánea. Hábil manipulador como es, hace uso de todos los recursos a su alcance, sean lícitos o no, siempre buscando mostrarse duro y humillante para propios y extraños. Es claro que ha preferido ser temido que amado al distorsionar el adagio derivado de la lectura de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, “el fin justifica los medios”, considerando que el fin es él mismo por lo que es válido cualquier medio para lograr sus deseos.
2.
El presidente Trump puede agradar o no, pero indudablemente polariza al auditorio y al electorado. El impulso dado a la economía y las relaciones comerciales de su país, en crecimiento y dominantes ante socios y adversarios, le dan sustento a la opción de su reelección. Mucho se habla del apoyo de las grandes corporaciones y Wall Street por la reducción de impuestos y la impresionante desregulación otorgada en su gobierno, que tal es la lógica del respaldo de los republicanos y de los electores en los distritos que han sido golpeados por la globalización, la gran queja contra el libre comercio.
3.
Por ello es que ha librado guerras comerciales con sus socios de América del Norte, a quienes impuso un ventajoso acuerdo comercial que les limita y somete a cuotas, compensaciones y arbitrio estadounidense, como también con China, sometida a tremendos aranceles del 10 al 25%, tras lo cual está por firmar la primera etapa de un acuerdo comercial para nivelar la balanza mediante compras masivas de productos agropecuarios, algo que por cierto también es de impacto electoral en los distritos de sus bases. Y presto a librar una guerra comercial con la Unión Europea, habrá de beneficiarse del Brexit al proponer un Tratado de Libre Comercio con la Gran Bretaña con una indudable oportunidad geoestratégica para debilitar a Europa.
4.
Ahora que enfrenta la posibilidad de destitución, no obstante disponer de una mayoría consistente en el Senado para bloquear el impeachment ante un caso bien documentado de eventual extorsión al presidente de Ucrania para incriminar a Joe Biden, el principal contendiente demócrata, Trump ha golpeado a Irán en territorio iraquí al ordenar la muerte de un prominente general de cuestionable proceder, Qassem Soleimani, de quien se dice habría sido un número dos de la jerarquía en el régimen iraní.
5.
Todo ello hace que las perspectivas de Trump en la carrera por la reelección sean confusas, pero sus números avanzan o al menos se mantienen. Conforme al último reporte de FiveThirtyEight, sigue contando con un sólido 42% de apoyo entre los electores estadounidenses, si bien el 53% le desaprueba, números muy similares a los que tuvieron en su momento Clinton, Bush u Obama,
e indicadores de que lo importante está por venir. Definitivamente, tan cierto como que Trump no será destituido es que los Estados Unidos no escalarán a una guerra abierta contra Irán, a la que tendrían que ir prácticamente solos; cuenta con el apoyo de 84% de los republicanos ante la destitución, pero con el rechazo de 71% de los demócratas para ir a la guerra, que dicho sea de paso, requeriría de una preparación mayor a la realizada en la guerra contra Irak, pero le permite jugar el rol del “presidente de guerra” como un eficiente control de daños ante el juicio político que se avecina y que habrá de presentarlo al desnudo, tal como es, haciendo política y desplantes que le reditúen por cualquier medio. Ello dejará el juicio final en manos de los electores el 3 de noviembre próximo, siendo todo un año para el show mediático.