1.
Para el radar: conforme avanza el proceso político-electoral en Estados Unidos, sujeto a regulaciones electorales del tipo “vale todo”, en el que, sin embargo, suele excluirse a las tendencias comunistas o racistas (como los nazis), la contienda se perfila entre dos presidentes, uno que fue y otro que trata de serlo, en un contexto económico y global más que desafiante. Los presidentes Trump (que ya lo fue, pero la costumbre política estadounidense le sigue dejando el título de presidente por antonomasia) y Biden, actual inquilino de la Casa Blanca, están midiendo fuerzas en las elecciones primarias, que es cuando los ciudadanos determinan quiénes habrán de ser los candidatos a puestos de elección popular.
2.
Las diferentes encuestas revelan que la mayoría de los electores no quiere ni a uno ni a otro contendiente, pues les consideran demasiado viejos para cumplir cabalmente con la responsabilidad presidencial –uno tiene 77 años y el otro, 81— no obstante, si la contienda tiene que darse entre ambos, en este momento el impresentable Donald Trump llevaría la delantera por algunos puntos (tres o cuatro) frente a Joe Biden, cuya popularidad roza entre las más bajas del mundo, en torno a 35 por ciento.
3.
Para numerosos analistas, resulta increíble que pueda contender por la Presidencia un sujeto imputado de tantas causas penales y civiles, condenado ya en algunas. Trump ha sido inculpado por fraude, por violación y despojo familiar. Se le han acreditado algunos abusos sexuales al pagar fraudulentamente a una actriz porno y a una conejita de Playboy; engañó a cientos de estudiantes con una fake Universidad Trump; ha defraudado al fisco y a varios bancos al inflar o desinflar el valor de sus propiedades; se llevó a casa documentos clasificados; incitó a la rebelión y provocó la toma del Capitolio; intentó desconocer los resultados electorales y se le juzga por ello en Georgia, en donde otros compinches ya se han declarado culpables. En fin, larga es la lista de sus tropelías y transgresiones a la Constitución y a las leyes, pero no obstante, sigue siendo un candidato posible, porque pocas autoridades hasta el momento le han declarado inelegible; únicamente en los casos de Colorado y Maine, las cortes estatales le eliminaron de la boleta, lo que no le impidió participar en otros estados, como Iowa o New Hampshire.
4.
Únicamente entre creyentes en la democracia y la reciedumbre institucional en los países con mayor cultura política, es posible pensar que al final de cuentas, Trump será detenido. Diversos analistas sostienen que Trump podría participar inclusive desde la cárcel, pues la Constitución estadounidense no prevé en forma literal alguna limitación a los derechos políticos. Sin embargo, es dable pensar que habrá de prevalecer el sentido común y de las leyes para prevenir a la sociedad de liderazgos indecentes o criminales, como es el caso. Hay quien piensa inclusive que una parte de la estrategia demócrata para vencer a Trump reside en dejarle pasar para cuestionar al electorado si en realidad desean otra vez a un rufián en la Presidencia.
5.
Entretanto, el resto del mundo tiembla ante la posibilidad de un segundo mandato para Trump. Una segunda Presidencia sería peor que la primera, pues estaría lleno de odio y deseos de venganza para imponer políticas humillantes o degradantes, sea en comercio, migración, alianzas militares o problemas globales, negacionista como es en energía, cambio climático o equilibrios geopolíticos. A Putin le vendría bien, pues Trump tiene diferencias con Zelensky y la OTAN; Xi Jingping le sufriría, dada la guerra comercial iniciada en su periodo, en tanto que la Presidencia mexicana ha recordado que no hubo grandes problemas con Trump y no tendría por qué haberlos en el supuesto de continuidad del régimen, en contraste con los liderazgos democráticos, como Trudeau en Canadá o en la Unión Europea, quienes consideran que habría pasos atrás.
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