1.
Tan pronto como arrancó el año, se realizó la edición 54 del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) que suele realizarse en la ciudad de Davos, compartiendo la sede en esta ocasión con la cercana Klosters, ambas en los Alpes suizos. Habrá quienes piensen que es una reunión elitista, como si México existiera al margen del mundo, pero también quienes lo percibimos como oportunidad para conocer y analizar las tendencias globales con los principales actores de las mismas, los generadores del conocimiento, la tecnología y el financiamiento necesario para competir y participar en un orbe cada vez más abierto, desafiante e interdependiente.
2.
De ahí que lo importante sea participar y conocer, al tiempo que comprender los cambios que de cualquier forma habrán de darse o están sucediendo. Este año se registraron más de mil 600 líderes de negocios, incluyendo 800 CEOs (altos directivos corporativos), 60 jefes de Estado como Emmanuel Macron, Volodymyr Zelensky; el primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh, además de los presidentes de Colombia y Argentina, Gustavo Petro y Javier Milei; 150 líderes impulsores del cambio tecnológico (entre ellos John Kerry de Estados Unidos y el gobernador Alfonso Durazo, quien presentará el Plan Sonora de energías verdes) y más de 200 emprendedores sociales y líderes juveniles.
3.
Nosotros, inmersos en la pausa electoral, podemos atisbar lo que están tratando los responsables reales de mucho de lo que pasa en el mundo y también nos afecta. En este foro se plantearon por vez primera cuestiones tan importantes como el capitalismo de los accionistas, es decir, establecer que las grandes compañías son responsables de mucho más que sólo sus accionistas, agregando responsabilidades corporativas de sustentabilidad, gestión social y el uso responsable del conocimiento y de la tecnología moderna, algo que ha sido considerado recientemente como la Cuarta Revolución Industrial.
4.
No es, desde luego, un diálogo vinculante; es más bien una especie de Think Tank global, un tanque o reservorio de pensamiento en el que abrevan los tomadores de decisiones que lo deseen, en todos los niveles. En esta ocasión, con el propósito de “Reconstruir la confianza” (en el mundo, entre los actores, aún aquellos confrontados por la guerra, las creencias u otras rivalidades), la agenda incluyó los problemas más apremiantes y qué se podría hacer para superarlos (el cambio climático y la Inteligencia Artificial, por ejemplo); las dos guerras que pronto pudieran ser tres o más (la invasión rusa a Ucrania, el conflicto de Gaza o las tensiones en el mar de China o las Coreas), una crisis marítima en el Mar Rojo que vuelve a dislocar rutas del comercio internacional, ataques cibernéticos a gran escala a organismos públicos, así como los estragos de la guerra fría comercial y la vulnerabilidad de los sistemas de salud ante emergencias pandémicas.
5.
Todo ello, en un ambiente de fatiga y estrés visible en dos indicadores clave: la abultada deuda pública global, que ha escalado a 88 billones de dólares (23 de los cuales son de Estados Unidos) casi equivalente al producto bruto mundial, y las altas tasas de interés aplicadas por los bancos centrales para detener una inflación que amenazaba con devorarlo todo, pero encarece el servicio de la deuda. Tal servicio hace más difícil adoptar las soluciones apropiadas, todas necesitadas de financiamiento por ahora muy caro. El altísimo costo de la deuda reduce implacablemente el margen de maniobra ante cualquier otra crisis que se presente, sea la salud, la energía, los alimentos, las finanzas o la guerra. Por ejemplo, en México, en el PEF 2024, de 9.01 billones de pesos aprobados, se destinarán 1.2 billones a ese servicio. Es, además, un año electoral arriesgado e intenso, media humanidad irá a las urnas en países tan relevantes como Rusia, México, Venezuela, India y Estados Unidos. ¿Conviene o no asomarse al WEF?
Te puede interesar:
Encarrerados a la pausa electoral
