1.
Finalmente, los países participantes en la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático (COP26) lograron firmar el Pacto de Glasgow, de grandes pretensiones pero también con enormes decepciones. En opinión de organizaciones y personalidades ambientalistas, se habló mucho y se desvió la atención de lo importante, que es concluir la era de los combustibles fósiles y reparar los daños causados al medio ambiente tras casi 300 años de la etapa industrial de la Humanidad. Para los países, en cambio, se estableció una hoja de ruta todavía de varias décadas para ir reduciendo la dependencia de combustible fósil y transitar hacia formas de energías limpias que permitan reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en cantidades significativas para contener el incremento de la temperatura global en sólo 1.5 grados centígrados, hasta 2 máximo, en lo que resta del siglo.
2.
El Pacto de Glasgow reafirma la disposición de todos para enfrentar los riesgos del cambio climático, los cuales son evidentes a partir de las mediciones disponibles y la ocurrencia de fenómenos extremos, desde sequías prolongadas, olas de calor, inundaciones, megahuracanes, deforestación e incendios forestales, desertificación e inviernos inusualmente fríos seguidos del deshielo acelerado de glaciares y casquetes polares. Se acordó reducir el plazo de cinco a sólo dos años para que los países recorten sus emisiones nacionalmente determinadas de gases GEI. Si se piensa, por ejemplo, que la actual huella de carbono por persona en el mundo es de 8 toneladas equivalentes de CO2, alcanzar el objetivo de reducirla a sólo 2 en un horizonte de treinta años implicaría un esfuerzo titánico para modificar los hábitos de consumo y producción conforme a las reglas de la economía circular para reciclar, reutilizar y reducir lo que utilizamos como individuos, sociedades y países.
3.
Se propuso condenar el uso del carbón para la producción de energía eléctrica y acabar con los incentivos a la producción de combustibles fósiles, pero se fracasó tanto por la oposición de China y la India a lo primero como de los países industrializados a lo segundo, quienes inclusive habrán de requerir durante un largo periodo de tiempo mayores cantidades de petróleo y derivados, dada la importancia de estos insumos para la vida, la industria y la seguridad de los Estados y sociedades modernos. Se pretende reducir esta dependencia pero no se ve cómo podría suceder en las próximas décadas.
4.
Y se intentó, con algunos avances pero ninguno suficiente, establecer algún mecanismo de financiamiento compensatorio y resarcitorio para remediar la depredación medioambiental y la mitigación de los daños en los países más vulnerables, generalmente proveedores de alimentos, materias primas y recursos naturales para las ávidas economías más desarrolladas. En 2015, en los Acuerdos de París, se había comprometido un fondo de 100 mil millones de dólares anuales, el cual, para no variar, no se ha cumplimentado; ahora se requerirían al menos 500 mil millones de dólares cada año para lograr los propósitos de contención, remediación y mitigación.
5.
A la par de las negociaciones oficiales, sucedieron también en Glasgow encuentros de empresas, científicos y organizaciones medioambientales. Fue posible analizar también qué es lo que podría hacerse en tanto las partes COP26 logran el milagro; entretanto, se debe restaurar el medio ambiente con esquemas de captura de carbono y otros gases GEI con técnicas como la reforestación, recuperación de suelos, bioagricultura y saneamiento de los mares; reubicar emplazamientos humanos de las costas y dársenas anticipando la elevación del nivel del mar por el creciente deshielo y encontrar nuevas formas científicamente avaladas para producir alimentos y satisfactores de maneras más sostenibles. Actuar ya y empujar desde la sociedad o esperar el milagro, tal es el dilema.
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