1.
En el mundo, la desaceleración de la economía es ya una constante. Las previsiones del crecimiento mundial han descendido y la ansiedad en los mercados se ha generalizado, profundizando las dudas sobre los principales motores globales, que son los Estados Unidos, la Unión Europea y China, fundamentalmente.
2.
La agresiva política comercial del presidente Donald Trump se ha centrado en el concepto del “comercio justo” que no busca precisamente la equidad o reciprocidad entre los socios sino simplemente establecer ganancias o ventajas para los productores estadounidenses. Es eso o el establecimiento de altos impuestos de frontera para elevar las barreras de entrada a su mercado, por mucho el más atractivo del mundo.
Las negociaciones con México fueron avasallantes. El viejo Tratado de Libre Comercio será pronto sustituido por el Acuerdo Comercial Estados Unidos, México y Canadá (TMEC o USAMCA según sus siglas en español o inglés), cuya esencia fue ganar la parte del león al limitar la producción automotriz a 2.5 millones de unidades en las que 75% deberá ser originario de la región, severidad en la propiedad intelectual, asegurar la supremacía de tribunales estadounidenses sobre el arbitraje y revisión cada quinquenio con extinción del acuerdo a los 16 años. Ello no exime que, por consideraciones de seguridad nacional, el gobierno estadounidense puede establecer aranceles especiales a los autos, como lo ha hecho con el acero y el aluminio.
3.
China se está preparando para una “dura lucha” en un entorno más grave y complicado. En el reciente Congreso Nacional del Pueblo de China, el primer ministro Li Kequiang anunció el recorte de la meta de crecimiento a un nivel entre 6% y 6.5%, algo insólito en un país que solía crecer con cifras de dos dígitos. China es una potencia industrial y comercial basada en la austeridad y el ahorro internos, conducida férreamente por un sistema de partido único y una economía centralmente planificada. Si están diciendo que crecerán en esos números, es para asimilar las exigencias de importar más productos estadounidenses, que no son precisamente competitivos en esta región del mundo.
Las posibilidades de un pronto entendimiento comercial siguen el termómetro geopolítico de la situación en la península de Corea. Si las negociaciones comerciales avanzan, el régimen norcoreano, apoyado por China, se muestra proclive a la desnuclearización; si por el contrario, aprietan las exigencias de respeto a la propiedad intelectual, importación de productos agropecuarios (naranjas, soya, maíz, carne de cerdo y pollo) y apertura de la moneda a reglas internacionales, entonces la posición se endurece al grado de reventar la reunión cimera de Vietnam.
4.
En el caso de la Unión Europea las cosas no son mejores. Reunión tras reunión del Grupo de los 7, el presidente Trump se ha esmerado en deshacer lo hecho por el Plan Marshall. Europa desconfía del otrora campeón del mundo libre, la OTAN languidece, la salida de Gran Bretaña y las dudas de Italia incrementan el riesgo, en tanto que Alemania, ante el inminente relevo de Angela Merkel, se duele de la posibilidad de declaración de los autos alemanes y quizá la cerveza como amenazas a la seguridad nacional. Los recelos comerciales son abonados por el fantasma de la recesión, al reducirse paulatinamente el crecimiento y producción industrial en la eurozona.
5.
México vuelve a ser el eslabón más débil. Trump habrá de insistir en la construcción del muro en la frontera sur, ya ha declarado una emergencia nacional al respecto y buscará obtener ocho mil 800 millones de dólares en el presupuesto del 2020 para seguir haciendo del muro un tema de la campaña electoral. Entretanto, nuestra perspectiva de crecimiento se reduce drásticamente al uno por ciento impelida por un ambiente de aversión al riesgo y la incertidumbre que pesa en el ánimo de las terribles calificadoras.