1.
Parecieran ser varios los jinetes apocalípticos que se han conjuntado en el arranque del año, cuando se va acercando otro de peor efecto, como sería una recesión global en los próximos doce meses. La probabilidad de ocurrencia, según estiman varios analistas en los Estados Unidos, se ha incrementado de un 15 a un 28% debido a la cadena de presiones sobre el desempeño de las principales economías globales.
2.
Al cierre del 2021, se anticipaba el fin de la pandemia y el paso a la recuperación económica para recobrar parte de lo perdido durante la peor fase de la emergencia sanitaria. En promedio, la economía global cayó entre 5 y 6 puntos durante el annus horribilis de 2020, que en el caso de México llegó a 8.4%. En el 2021, la recuperación mundial se situó entre 4 y 5%, siendo en México de 4.7 puntos. Para el ejercicio 2022, se esperaban mejores números en torno al 5% global, con quizá un 3% para nuestro país, regresando prácticamente a niveles prepandemia. Ahora, nuevas mutaciones de Covid-19 repuntan en Asia y Europa, amenazando volver a extenderse con peores efectos en los países y personas que no cuentan con la necesaria inmunidad de rebaño.
3.
Además, un efecto colateral ha presionado los precios, provocando una inflación desbordada y persistente como no se había visto en la última década, prácticamente desde la gran crisis financiera global de 2008. La inflación impactó las perspectivas, pues ronda el 8% en el mundo, sin ser México la excepción. Los bancos centrales se disponen a controlar tal efecto elevando las tasas de interés, que también han disparado el costo del dinero en todas partes. Las tasas se incrementan en las principales economías líderes, pero sobre todo en las emergentes, en donde los bancos centrales las remontan al 10%, situándose nuestro país por lo pronto en 6.5% pero con una tendencia a cerrar el año en doble dígito.
4.
La infame invasión rusa a Ucrania ha terminado de complicar los escenarios. Rusia y Ucrania representan el 30% de la producción mundial de trigo y el 20% de la de maíz, además de otros suministros vitales como el aceite de girasol, fertilizantes y metales. Rusia es también el principal proveedor de energéticos de Europa, África y varios países asiáticos, siendo un importante integrante del cártel del petróleo, la OPEP+, responsable de la producción y la estabilidad de precios del petróleo y gas en el mundo. Si bien el abasto aún no se ha dislocado al aplicarse medidas complementarias como la liberación de 180 millones de barriles de petróleo de la reserva estratégica estadounidense, el precio del barril se ha disparado por encima de los 100 dólares y así habrá de permanecer en lo que resta del año y del conflicto. Entre más se prolongue éste, mayor será el impacto en los precios y la distribución de petrolílferos, debiendo ser compensados con volúmenes árabes, de Irán y de Venezuela, lo que augura la permanencia de precios altos e incertidumbre en el abasto.
5.
El remate ha sido el incremento más que sostenido de los precios en los alimentos, que la FAO estima en un 15% tan sólo en febrero, cuando ya arrastraban una subida del 20% en los últimos tres años. Ello habrá de provocar hambrunas en los países más vulnerables, en el África subsahariana, Afganistán y América Latina, dependientes en gran medida de importaciones de alimentos. En México, no obstante ser un importante país agroexportador, los precios de los alimentos básicos se han incrementado sustancialmente, convirtiendo la “cuesta de enero” en el “calvario de la Semana Santa”, que parece no tener fin. Y, con fertilizantes escasos y caros –la tonelada ha triplicado su precio—es muy probable que el siguiente ciclo agrícola resulte mermado, agravando la escasez general. La pobreza, la hambruna y probablemente una recesión vuelven a situarse en el horizonte, cuando en el mundo parecen no saber vivir en paz ni ponerse de acuerdo.
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