Contra la corrupción, integridad pública

2 de Diciembre de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Contra la corrupción, integridad pública

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1.

En días pasados, con el auspicio del Instituto Belisario Domínguez presidido por el senador Manuel Añorve, se presentó en la Sala de Comparecencias del Senado de la República un libro sobre uno de los temas de mayor calado en el ánimo de la ciudadanía, como es el de la corrupción, sus efectos y en qué medida se le combate. De esto trata el libro “Rendimiento Institucional del Combate a la Corrupción en México”, editado por Tyrant Lo Blanch, una visión autocrítica en la que queda claro que mucho se ha intentado hacer pero el problema aún sigue ahí.

2.

Es una obra colectiva, coordinada por Fermín Rivas Pratts, David Cienfuegos, Ana Vanessa Cárdenas Zanatta y Cristina Moreno Hernández. Me ha correspondido participar en el mismo con una propuesta para atajar la corrupción antes de que ésta se presente, construyendo integridad pública desde el primer momento en que se accede al servicio público, pues como un mal endémico en la política mexicana, la corrupción se ha hecho presente en nuestro país desde hace tiempo, sin que por ello deba considerarse como un fenómeno propio o un atavismo cultural –la corrupción, como puede constatarse en el indicador de Transparencia Internacional al respecto, Índice de Percepción de la Corrupción, es perceptible en 180 países, siendo entonces un fenómeno universal—. Ello no obsta, sin embargo, para que sea una urgente necesidad el evitar su generalidad y hasta erradicarla.

3.

En muchos sentidos, la corrupción sucede porque es posible que suceda. Es decir, cuando la consecuencia de cometer actos lesivos es mínima, entonces trasgredir la ley se convierte en un acto posible con reducidos riesgos, siendo por ende un acto de cálculo racional. De ahí que una de las prácticas principales para combatirla, consista en endurecer la legislación respectiva, considerando una vigilancia extrema y duras penas para quienes resulten procesados, pero esto no ha resuelto el problema sino parece, más bien, haberlo agravado. De ahí que más que explorar las distintas maneras en que es posible combatir la corrupción y sus efectos, se propondrá analizar de qué manera es posible atajar la corrupción en sus orígenes, hasta hacer imposible su existencia, mediante una reforma institucional relativamente sencilla.

4.

Tomando como ejemplo Nueva Zelanda, en donde existe un sencillo pero eficaz modelo de gestión pública que hace imposible la corrupción —no se preocupan por perseguir a los corruptos, se preocupan porque no haya corruptos— es evidente que construir integridad en el servicio público resulta mucho más eficaz, actuando como mecanismo de prevención. Tal es el sentido de la propuesta en comento: construir un Sistema Nacional de Integridad Pública, para enaltecer el servicio público, reclutar buenos servidores públicos y lograr mejores resultados.

La cuestión entonces es cómo preparar las normas para que la corrupción sea imposible, no tanto en contar con un sistema de persecución de los corruptos tan sofisticado como imposible de operar en tiempo real, que es lo que pasa en México con el flamante Sistema Nacional Anticorrupción.

5.

Muchas de las herramientas necesarias se encuentran más o menos establecidas en nuestras leyes. Adolecen, sin embargo, de aquello denunciado por las organizaciones de la sociedad civil en los albores del Sistema Nacional Anticorrupción: se ha dado pie a “situaciones de coordinación simbólicas sin contenido sustantivo”, es decir, a la simulación y el contubernio, verdadero veneno del combate a las prácticas corruptas. Baste ver al respecto el desorden procesal e informativo generado en casos que debieran ser ejemplares, como los sobornos de la constructora brasileña Odebrecht en nuestro país, que siendo evidentes y visibles los responsables, no ha generado la debida acción resarcitoria o penal, nutriendo aún más la incredulidad pública y la desconfianza ciudadana.