1.
La invasión de Ucrania, sus efectos en lo inmediato y el consecuente debate sobre la seguridad en Europa han llevado a un segundo plano otros temas cruciales para el futuro y la sobrevivencia humana, como son el cambio climático, la transición energética y el avance de la pobreza y el hambre, contrario a los objetivos establecidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un texto de buenos propósitos postulada en la Organización de las Naciones Unidas para promover una prosperidad compartida y equitativa, el desarrollo social y la protección ambiental universales. Ya los estragos provocados por la pandemia del Covid-19 habían pospuesto al menos una década tal posibilidad; con el conflicto en Europa, al reducirse el margen de confianza en el sistema internacional, podrían postergarse aún más.
2.
Parece inminente un reordenamiento de las prioridades globales. Es muy probable una nueva guerra fría, con el mundo dividido entre las democracias y los autoritarismos, en donde no sea posible “robar y restringir derechos en unos países para gastar y aprovechar en otros” al estilo ruso, donde una oligarquía notoriamente corrupta gobierna y agrede o amenaza a sus ciudadanos, vecinos y adversarios en pos de una grandeza imperial imposible de reconstruir. Antaño, la extinta Unión Soviética buscaba exportar un modelo de sociedad futura con igualdad entre las clases, que no es el caso de la actual Federación Rusa, con un distorsionado capitalismo de rapiña de difícil, si no imposible, exportación a otras latitudes. El supuesto civilizatorio de una nación se sustenta en una pretendida valoración ética y de propósitos ejemplares, que no es el caso en un régimen tiránico y rapaz.
3.
Para enfrentar los desafíos globales se requiere reconocimiento de la interdependencia en el sistema de naciones, cooperación entre los países y reciprocidad de las sociedades que más se han beneficiado de la extracción, procesamiento y disfrute de los recursos naturales respecto de aquellos más vulnerables y con mayor desigualdad y pobreza. Pero la invasión de Ucrania por Rusia, las amenazas de China en el Indo-Pacífico o el reto de Irán en Medio Oriente, o si se quiere ver de otro modo, el desafío por la hegemonía en el mundo, han reintroducido la desconfianza e incertidumbre en el sistema internacional.
4.
El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad presentado en estos días, deja claro que postergar las soluciones sólo hace inevitable y más costoso el dejar pasar el tiempo para adoptarlas. Hace 30 años, en la Cumbre de Río, se creó la conciencia de enfrentar el cambio climático para evitar que la temperatura global se elevara en dos grados centígrados y anticipar con ello eventos catastróficos que pondrían en riesgo la producción de alimentos, la disponibilidad de agua y energéticos y la habitabilidad misma de grandes regiones del planeta.
5.
Treinta años después, los esfuerzos han sido insuficientes, la transferencia de recursos de los perpetradores, es decir, de los países con mayores emisiones de gases de efecto invernadero debido a procesos de producción y consumo de bienes y recursos naturales ineficientes, así como la definición de estrategias a seguir para remediar la situación en los países más vulnerables y víctimas del cambio climático, han sido notoriamente insuficientes y el balance neto es que las acciones de mitigación y remediación no han logrado disminuir ni un ápice la elevación de la temperatura. De seguir con las actuales tendencias, advierte el informe del IPCC, el escenario más probable será la elevación de la temperatura global en tres grados centígrados, con la consecuente ocurrencia de fenómenos naturales extremos que podrían rebasar cualquier capacidad de adaptación posible. Exijamos la paz y volvamos a trabajar por lo que importa, aún puede evitarse el precipicio.
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