1.
La democracia es así, es puesta a prueba de tanto en tanto. Prácticamente concluido el proceso electoral intermedio en Estados unidos, la situación política corresponde a la de un gobierno dividido, algo que es usual en una democracia funcional. La Cámara de Representantes tiene una ligera mayoría republicana, significando la salida de Nancy Pelosi del liderazgo demócrata, abriendo una etapa de construcción para un liderazgo republicano más institucional ante la pretensión hegemónica de Donald Trump y el trumpismo rampante. En tanto que el Partido Demócrata logró retener la mayoría simple en el Senado, sin necesidad de esperar el resultado de una segunda vuelta en Georgia, lo que le asegura cierto control constitucional para evitar le impongan agenda. Pero haber detenido al trumpismo en el arranque es lo que abre mejores posibilidades en la contienda política por venir.
2.
En términos de gobernabilidad, demócratas y republicanos habrán de entenderse al coincidir en varios puntos en la agenda exterior, como son enfrentar a Rusia, contener a China y aplicarse diplomática o cooperativamente en otros temas globales, como cambio climático, migración y comercio; habrán de mantener diferencias en temas de la agenda interior como el aborto, créditos, financiamientos escolares, legislación migratoria, combate al fentanilo y organizaciones criminales, control de la frontera sur y hasta las consultas en el TMEC sobre energía y productos agrícolas pero podrán encontrar un cauce regulado por lo pronto en el marco institucional.
3.
El caso es que ante los cambios en el escenario político, el expresidente Donald Trump ha decidido ir por más, forzar las condiciones y optar otra vez por la candidatura presidencial republicana. Con su estilo agresivo y aguerrido buscará poner contra las cuerdas a sus posibles adversarios internos, Ron de Santis, Greg Abbot, Ted Cruz o el nuevo líder en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, al tiempo que
galvanizar a los demócratas, quienes han mostrado buenas tablas, pero adolecen todavía de un liderazgo convincente o consolidado como opción para repetir en la carrera presidencial. El presidente Joe Biden aún no termina de decidir si volverá a presentarse en la carrera presidencial, cuando tendrá 80 años cumplidos sin dejar de recordar que fue el expresidente Barack Obama quien mejor impulsó las candidaturas demócratas en los estados clave de Pennsylvania, Arizona y Nevada para retener el Senado.
4.
Todos lo sabemos: Trump no es un demócrata, pero usa las reglas y espacios de la democracia para impulsar sus fines. Es claro que si Trump logra burlar la justicia y no se le fincan responsabilidades políticas, penales o civiles en las múltiples causas abiertas en su contra, conforme a las reglas democráticas sólo en las urnas se le podría vencer. Gran experto en manipulación y prácticas ilegítimas, no le será muy difícil victimizarse y ser redimido en redes electrónicas, de lo cual Elon Musk ha dado cuenta al hacer una consulta exprés y reactivar el perfil en Twitter del
inefable @realDonaldTrump. Como en otros tiempos, la elección de los peores sería posible de prevalecer el ensordecedor ruido de las falacias, noticias falsas, provocaciones o temas amarillistas característicos del trumpismo.
5.
Ciertamente, las urnas y los votos dirimen las cuestiones en la democracia. Pero también el respeto a la Constitución, a las leyes e instituciones resultan relevantes en la elección social; es por ello imprescindible que los procesos imputados a Donald Trump se diriman en los tribunales, ante los jueces y no en las redes sociales por muy buena que sea la pelea que vaya a darse. De eso trata el famoso adagio democrático citado hace décadas por Adam Przeworski sobre la certidumbre en el proceso e incertidumbre en el resultado: una vez que todos cumplen las reglas, el fair play o “juego justo” es lo obligado para que los votos cuenten.