MÓNICA VILLANUEVA CON IMÁGENES DE JORGE VILLALPANDO
Todavía huele a diésel. No es fácil desprenderse del olor incluso horas después de haberse ido de Patrocinio, un ejido a 90 minutos de Torreón. Dijeron que allí había una fosa clandestina. No es cierto. Patrocinio fue un campo de exterminio.
La mirada no alcanza. Los restos de hombres, mujeres, niños, de familias completas fueron esparcidos en un espacio que, por ahora, abarca un kilómetro y medio por 80 metros. Pero no se ha terminado de explorar la zona. Es más... no se ha terminado por empezar.
Es la fosa clandestina creada por el crimen organizado más grande que se ha encontrado hasta ahora en el país. No sólo por su dimensión, sino por la cantidad de restos de personas que podría encontrarse, porque durante dos años esos grupos redujeron, casi a cenizas, a quienes secuestraban.
Era un secreto doloroso, vergonzante, porque los que sabían lo que pasaba callaron por miedo. Luego la Comarca Lagunera vio un poco de paz y los que callaron susurraron. El susurro se volvió testimonio y el testimonio una verdad impensable.
Los relatos de cada testigo los fueron tejiendo con paciencia, los recuperaron a lo largo de por lo menos un año. Cada dato recuperado por las 35 familias, que son los buscadores que integran el Grupo Vida, llevó hasta Patrocinio, una comunidad en pleno desierto.
Y esos datos les permitió al grupo reconstruir qué ocurrió en ese lugar. A cualquier hora del día llegaban hombres armados a bordo de una decena de camionetas. Instalaban sus tambos de 200 litros que convertían en hornos. Echaban los cuerpos en partes o les sacaban las entrañas y en su lugar colocaban ropas bañadas en diésel.
Destrozar y quemar, ese era su trabajo. Con ello no sólo terminaban una vida, sino trataban de garantizar su impunidad. Eliminando huellas, quitando a sus víctimas por completo la identidad. Obligando a los buscadores, a las familias, a convertirse en arqueólogos en busca de verdad y justicia.
La Procuraduría General de la República (PGR) y la Procuraduría de Justicia de Coahuila abrieron averiguaciones previas sobre el caso. También la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), pero todos han tardado mucho en investigar. El lugar no se ha explorado totalmente, no está resguardado y aunque todos se han comprometido en hacerlo, no hay avances.
“Los de PGR dijeron que esta es una zona de exterminio, esta no es una fosa. Vas caminando y te vas encontrando con pequeños restos, sigues caminando y sigues encontrando”, asegura Silvia quien pide a las autoridades que regresen al lugar para investigar a fondo.
Jugar futbol y cremar cuerpos
En el desierto, bajo un calor que puede rebasar los 40 grados, pasaban horas mientras hacían su trabajo. En los tambos colocaban diésel y allí los cuerpos. Cuando bajaba la llama colocaban más diésel, hasta que los cuerpos estaban en su mayoría calcinados.
Llegaba la noche y era cuando podían verse las llamas de los cuerpos cuando ardían y que desde muchas horas antes habían encendido. Los encargados de la miserable tarea hacían tiempo, a veces jugando futbol americano, quizá para no aburrirse.
Al finalizar el fuego, los hombres tomaban una pala y trozaban los huesos que quedaban en los tambos y los echaban a la tierra. A veces los enterraban, otras no y sólo esparcían los restos, detallan los testimonios recolectados por el Grupo Vida que ya entregaron a las procuradurías de justicia de Coahuila y a la General de la República.
Ahí esperaron por años los restos, hasta que un grupo de familias dieron con el sitio.
Quedaron abandonados en esa tierra seca que se quiebra cuando se camina sobre ella y de la que salen serpientes, entre los pequeños matorrales espinosos donde se esconden insectos. Quedaron los huesos en el silencio casi absoluto que sólo se rompe cuando se pisan los troncos podridos, en la soledad del desierto don- de los gritos se opacaron, y dónde en un acto de última piedad, cuando las familias encontraron esta fosa, hicieron una misa y colocaron una cruz con la palabra “vida”. ›Silvia Ortiz y Óscar Sánchez Viesca, integrantes del Grupo Vida, buscan a su hija desde hace 11 años. Se llama Fanny, no esperan ni quieren encontrarla en una fosa, pero aseguran que son realistas. Junto con otras 34 familias investigan el posible paradero de sus seres queridos. Fue un pastor de cabras, el que llevó al Grupo Vida en abril de 2015 hasta el punto exacto. Fue el principio de la confirmación del exterminio. A través de pobladores de los alrededores de Patrocinio fueron narrando lo que ocurrió en esa zona entre 2007 y 2012, por sus relatos, pareciera que fue la zona más usada para esa práctica, aunque en Coahuila se han encontrado otros sitios con rastros similares, pero en mucha menor escala.
Un ejido, 1.5 kilómetros
El camino es intrincado. Primero se toma la ruta a Saltillo. Se conduce hacia San Pedro, luego de unos 30 minutos inicia una desviación en el que se observan recolectores en grandes huertas de nogales y otros en la pizca de algodón, ese ambiente verde y blanco se pierde al entrar a una brecha y de ahí a un laberinto que los buscadores, militares y agentes de la Procuraduría estatal se han aprendido. “Aquí inicia”, dice Silvia Ortiz. Pero no hay una entrada, no hay un acordonamiento, es campo abierto. Quizá dicen que es el inicio porque un montón de zapatos en descomposición dan los primeros indicios, luego la ropa y más zapatos. Hay que mirar con cuidado, hay que pisar con cuidado. Esos pequeños trozos llenos de tizne son fragmentos de huesos de un padre, de una madre, de un hijo, de un hermano. Son fragmentos a la intemperie, no son pocos. A cada paso hay evidencia, más ropa, más huesos. Los casquillos y los dos únicos tambos que lograron recuperar ya fueron retirados por peritos de la procuraduría estatal. También desenterraron dos cuerpos a quienes echaron en la tierra con esposas.
Silvia, mujer de baja estatura, a la que el sol le ha requemado la piel, que con cada año que pasa, de los 11 que lleva buscando, adelgaza, pero no por eso se ha vuelto débil, por el contrario, pareciera más fuerte, una fortaleza que nace desde dentro y que se proyecta en su mirada, en su tono de voz y sobre todo, cuando traga sus lágrimas.
“¿Cómo van a sacar ADN de esto? Esto lo acaba de ver PGR, como este pedazo de cráneo. Estamos empujando a las autoridades, aunque están rebasados por todo lo que han encontrado. Además, estamos esperando a que la tecnología avance para poder sacar el ADN a esos restos calcinados. Entonces por lo pronto no sabemos si tal vez está nuestra hija o no ¿quiénes son esas personas?”, narra Silvia, quien se ha vuelto una experta en la búsqueda y quien cree que cada vez que llueve brotan más huesos.
Óscar, es un hombre alto, de piel clara, y también encabeza la búsqueda, la diferencia con su esposa es que a él se le nota la rabia de la ausencia de su hija y del resto de los desaparecidos. Dice que no entiende por qué la saña:
❝En Iguala por ejemplo los encuentras completos, aquí están en pedazos ¡carajo! ¿Cómo es más grave? Pues así, como aquí. Ves la magnitud. Y cuántas personas habrá, sabrá Dios, de cuántas personas se obtendrá el ADN. Mucha gente ya no va a saber de su familiar, así, hay que ser fríos. Oye, pues mátalo ya de un balazo y déjalo completo para que lo encuentre y la familia tenga paz ¡chingados!. Pero sólo dejaron la incertidumbre. ¿Dentro de estos restos está mi hija? Sabrá Dios❞.
A pesar de la rabia, de todas formas no se rinde y sigue buscando. Cuando el Grupo Vida se lanza a una búsqueda como en Patrocinio, siempre les acompañan peritos forenses, militares y agentes de la procuraduría que van armados para cuidarlos. Y es que a pesar de que ya la violencia ha bajado en la Comarca Lagunera, aún es peligroso buscar a las personas desaparecidas. Después de 11 años, Oscar y Silvia se han vuelto expertos. “Donde cambia de color la tierra hay restos, donde hay cuneta hay restos, donde se hunde la varilla hay fosa. Los peritos forenses toman la evidencia de ese campo en el que se ve es la tierra que cambia de color, los hundimientos y los pequeños huesos tiznados en espera de ser recuperados y de ser reconocidos”. En lo que va del año los peritos guiados por Vida han recolectado 3 mil restos, sólo de 36 se pudieron obtener muestras de ADN, ninguna compatible con las registradas en la Procuraduría estatal. A nivel federal apenas hace un mes agentes y peritos de la PGR, relatan los familiares, acudió al sitio. La CNDH prepara una visita. Patrocinio parece el fondo al que llegó el crimen organizado, lo más bajo y cruento que se mezcla con la desaparición de mil 800 personas únicamente en Coahuila. Pero en ese ejido podría haber restos de personas de otras ciudades del país. El aniquilamiento que perpetraron casi alcanzó a abatir la fe de encontrarlos.
❝Mi hijo desapareció en diciembre de 2010. Él tenía entonces 17 años, estaba internado en una clínica de rehabilitación por consumo de marihuana. El dueño de la clínica lo mandó a Matamoros, según en una camioneta blindada. Es fecha que no sé absolutamente nada de él. Este señor ya está detenido hace dos años. Se comenta que este señor los puso en la camioneta para quizá un intercambio de droga-dinero, es lo que se especula❞.
Nancy Rosete Núñez, madre de Elvis Torres. Estado de México
❝La búsqueda de mi hija ha sido exhaustiva, una búsqueda en la que no decaigo, día a día estamos y la sigo buscando. Son cuatro años de dolor, de coraje, de impotencia, de rabia; pero también cuatro años que mantengo la fe y la esperanza de volverla a ver❞.
Araceli Salcedo, madre de Fernanda. Veracruz.
❝Como familia nos dimos a la tarea de buscar a mi hermano Éder, porque las autoridades a veces se ríen de uno, nos revictimizan, preguntan una y otra vez los hechos de una manera cruda, en lenguaje coloquial en el MP son gachos❞.
Georgina Villalobos, hermana de Éder. Querétaro FOTONOTA
En el Ejido de Patrocinio no se ha explorado ni la tercera parte y cada vez crece más el espacio usado como fosa, hasta ahora se ha encontrado: