Todos los años de elecciones son proclives para la liberación de tensión. Sin embargo, el 2024 se está perfilando para convertirse en un duelo de esgrima sin máscara, sin guantes y sin uniforme. Las señales ya son muy claras: las grabaciones, las filtraciones, y las traiciones irán en aumento. Tanto los resentidos y excluidos de las mieles de la 4T, como los “cuatro teístas” de clóset que aparentan militar en la oposición ya comienzan a hacerse notorios, y lo serán aún más en la medida que se suba el tono de hostilidades que indudablemente producirán lesiones. Bajo este argumento, es altamente probable que el resultado final de la elección se decante a favor de quien tenga el reporte menos grave de daños.
Y febrero, a pesar de transitar dentro de un interludio electoral, ya pinta para convertirse en un mes donde no habrá espacio para tácticas de calentamiento o simulacros. De hecho, la apuesta del presidente López Obrador por su paquete de reformas a la Constitución, que hará público en el marco del aniversario de la promulgación de nuestra Carta Magna, apunta para convertirse no sólo un escenario de fuertes confrontaciones, sino en un preludio del resultado mismo de la elección.
Este conjunto de reformas tiene grandes implicaciones en las áreas más sensibles de la vida pública en México. Si bien se mantiene en sigilo el contenido de éstas, el mismo jefe del Palacio ha anticipado su deseo impactar estructuralmente al Poder Judicial para que los ministros sean elegidos popularmente. A la Guardia Nacional se pretendería poner enteramente bajo el control del Ejército; a los órganos autónomos se les eliminaría; las pensiones las administraría el gobierno, entre otras acciones más que podrían impactar la infraestructura, los apoyos sociales e incluso los procesos electorales.
Estamos frente a reformas de grandes implicaciones que a todas luces buscarían sentar las bases de la continuidad de la 4T. La apuesta no sólo es por los cambios constitucionales sino por garantizar mayorías legislativas que avalen la instauración de una constitución a la medida de la 4T. Básicamente, las fuerzas políticas se jugarán su resto. Unos para lograr las reformas y otros para impedirlo. Y todo esto sucederá en el marco del proceso electoral. Un revés a las intenciones del Presidente podría beneficiar de manera importante a la campaña de Xóchitl Gálvez. Lo contrario no sólo podría cerrar la pinza del triunfo electoral para Claudia Sheinbaum, sino asegurar la preminencia de un Presidente que ha asegurado que su retiro será definitivo una vez concluido su mandato.
Lo que llama la atención es que la mariscala de campo que se hará cargo de presentar y argumentar la pertinencia de las pretendidas reformas constitucionales es ni más ni menos que la consejera Jurídica del Ejecutivo Federal, Estela Ríos. Nuestros confidentes dentro de Palacio han documentado que no son pocas las ocasiones en las que la abogada de la Presidencia ha tenido poco tino al intentar ejecutar sin éxito las delicadas tareas que le han sido encomendadas. Dicen que para la carrera más importante siempre debe enviarse al piloto más experimentado. ¿Será?
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