La carrera presidencial comenzará oficialmente el primero de marzo, con una clara ventaja para Morena y su candidata, Claudia Sheinbaum, sobre la alianza opositora conformada por el PRI, el PAN y el PRD, encabezada por Xóchitl Gálvez.
Pero ninguna situación, ventajosa o desventajosa, carece de desafíos. A lo largo de la historia, en cualquier competición y bajo cualquier circunstancia, mantenerse en la delantera conlleva no sólo la presión de conservarla, sino también la gestión de la percepción de la victoria.
Lo hemos presenciado antes. De todos los rincones del país, e incluso de todas las fuerzas políticas, han surgido entusiastas, aduladores, apoyadores o trepadores que desean fervientemente estar cerca de quien consideran su candidata ganadora.
En este contexto, es inevitable que aparezcan personajes indeseables que, en lugar de sumarle a Claudia Sheinbaum, podrían perjudicar su posición.
Ahí está el caso de Roberto Valdovinos, quien, fiel a la escuela de Alejandro Encinas, pudo haberse convertido en uno de los guerreros a bordo del caballo de Troya dentro de la campaña de Morena. El señor Valdovinos fue acusado de acoso sexual y laboral, y bajo esa consigna, fue despedido de la Cancillería en los tiempos de Marcelo Ebrard, no sin antes arrojar toda la metralla que pudo contra Ebrard e incluso contra su sucesora, Alicia Bárcena. ¿Cómo lo hizo? Filtrando información y violando el más elemental código de discreción y confianza en el encargo público.
Después, con un cinismo desbordante, Valdovinos se infiltró en la campaña de Claudia Sheinbaum, según nos han confiado fuentes con acceso a los pasillos del palacio, sin el conocimiento ni la aprobación de la candidata presidencial.
El hecho de que este personaje se halla infiltrado en las filas del equipo de campaña morenista fue tan escandaloso que, ni más ni menos, el presidente López Obrador tuvo que dar un manotazo en la mesa para sugerir “amistosamente” que el señor Valdovinos fuera echado por la borda del buque de campaña.
Y éste es sólo un ejemplo, de muchos otros que seguramente vendrán cuando el cártel de impresentables de la política, que en estos tiempos está sumamente concurrido, comience a desfilar en los pasillos de la campaña de Claudia Sheinbaum, con el ánimo de ganarse un hueso, y desde luego, seguir viviendo del presupuesto.
A lo anterior, habrá que sumarle el otro reto, el de mantener la ventaja, lo cual también tiene sus complicaciones, por tres razones muy sencillas:
El vehículo de Claudia Sheinbaum ha viajado con el acelerador hasta el fondo, y durante los siguientes tres meses, la incógnita es si la máquina todavía puede acelerar más.
Es de esperar que a medida que se conozca más a los candidatos, las preferencias hacia los opositores tiendan al alza, lo que puede reducir el margen de ventaja y aumentar la tensión, especialmente para quien lidera y para su equipo, encabezado por el presidente de la República.
El trajín de la campaña exigirá que las candidatas se muestren tal como son. En el caso de Claudia Sheinbaum, el desafío es aún mayor, ya que deberá equilibrar su posicionamiento personal con las “recomendaciones” que seguramente recibirá desde la oficina principal del Palacio Nacional.
Al tiempo, veremos.
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