Cada año, las y los trabajadores esperan un incremento importante en su salario que les permita adquirir cuando menos la canasta alimentaria básica, así como realizar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, transporte y educación que los ubique dentro del rango de la línea de bienestar.
Sin embargo, los índices de crecimiento del salario mínimo han aumentado muy poco en los últimos 30 años, manteniendo una gran brecha entre el salario que perciben las y los trabajadores y el aumento de los precios de los bienes y servicios que requieren para satisfacer sus principales necesidades.
El pasado 1° de enero de 2023 entró en vigor el incremento del 20 % al salario mínimo general vigente en nuestro país, el cual pasará de $172.87 a $207.44 diarios, mientras que el salario mínimo de la Zona de la Frontera Norte subirá de $260.34 a $312.41 diarios.
Este incremento del 20 % al salario mínimo para 2023 —que por cierto, es la cuarta ocasión que aumenta en un promedio entre el 15 y 22 % en este sexenio—, permite que los ingresos de las y los trabajadores con trabajo formal en nuestro país, recuperen el poder adquisitivo y estén más cerca de la línea de bienestar, pues además, de acuerdo con el Presidente de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, el impacto en la inflación que implica este aumento será casi nulo, pues se proyecta que será del 0.12 %. Por ello además de adecuado, en mi opinión creo importante señalar que el Gobierno Federal debe mantener un plan de contención para evitar que se dispare la inflación a la alza y con ello disminuyan los efectos que se buscan con el aumento del salario mínimo para este año.
Con este incremento, México avanza 31 posiciones en el ranking internacional, al progresar del lugar 85 al 50 con respecto a 2020 y con respecto de América Latina, ocupa la séptima posición dentro de los 20 países miembros.
Ahora bien, de acuerdo con el Artículo 90 de la Ley Federal del Trabajo, el salario mínimo “es la cantidad menor que debe recibir en efectivo la persona trabajadora por los servicios prestados en una jornada y deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de una o un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de las y los hijos”. De acuerdo al CONEVAL, una persona que no puede obtener una canasta básica alimentaria utilizando sus ingresos, se ubica dentro del rango de pobreza extrema, más aún si no puede satisfacer necesidades básicas como el acceso a servicios fundamentales para su existencia.
De acuerdo al Banco Mundial, las personas que perciben un salario mínimo no son pobres extremos. En caso de que este ingreso lo compartan con una persona más, serían solamente personas pobres de forma moderada o relativa, pero si las personas comparten un salario mínimo entre cuatro o cinco miembros de la familia se encontrarían ya en la pobreza extrema o absoluta. En este sentido, considero importante que el Gobierno de México genere estrategias integrales con empleos formales y bien remunerados en todo el país, que favorezca principalmente a este sector de la población y con ello se logre reducir la desigualdad y la pobreza extrema.
No tengo duda que el aumento al salario mínimo dignificará los ingresos de las personas que menos tienen. Esperemos que los resultados sean positivos y el objetivo se cumpla.