Desafortunadamente, las conductas en la adolescencia pueden pasar desapercibidas al creer que son propias de su etapa, pero en muchas ocasiones son síntomas de un padecimiento mental que, al no atenderse o detectarse a tiempo, se vuelven una bomba de tiempo en la juventud hasta llegar al suicidio.
México se ubica en el lugar 34 entre los países de la OCDE con mayor tasa de suicidio por cada 100 mil personas.
De acuerdo a la Secretaría de Salud Federal, el suicidio es una de las principales causas de fallecimiento de jóvenes entre 15 y 29 años de edad.
Los impactos económicos y emocionales ocasionados por la pandemia de Covid-19 aumentaron los factores de riesgo asociados con las conductas suicidas entre la juventud. El confinamiento disparó el malestar emocional y los problemas de salud mental en los jóvenes, y las cifras se siguen reflejando.
El acoso escolar, el ciberbullying, el maltrato físico y psicológico intrafamiliar, agresiones sexuales, la violencia de género en el entorno, el trastorno bipolar, las adicciones, discriminación, el alcoholismo, la depresión, la tristeza y la ansiedad son factores que pueden llevar a la juventud a quitarse la vida.
Ahora, el acoso no sólo se presenta en los salones y patios de los colegios, sino que dichas conductas se perpetúan a través de las redes sociales, ejerciendo en los jóvenes una violencia constante, orillándolos a suicidarse.
En el caso de la Ciudad de México, de acuerdo al Presupuesto de Egresos de la Ciudad de México de los ejercicios fiscales 2022 y 2023, no se detalla el gasto que se destinó y ejerce por parte de la Secretaría de Salud en el rubro de la Salud Mental, ni tampoco cuáles han sido las acciones de promoción, prevención evaluación, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación, seguimiento y fomento en esta materia.
Sin embargo, de acuerdo a datos de la propia institución, las consultas de salud mental disminuyeron al pasar de 189,281 en 2021 a 59,216 en 2022. Esto pudiera hacer pensar que existe un menor número de personas que acuden a los centros de salud para solicitar ayuda profesional que atienda sus padecimientos mentales, lo que pudiera significar un avance.
Prevenir el suicidio debe ser una prioridad en la agenda nacional y estatal del sector salud al ser considerado un problema de salud pública. La disminución de la incidencia y prevalencia del suicidio dependerá mucho de las políticas públicas que asuman los gobiernos para evitar el suicidio en esta etapa temprana.
Debemos recordar también, que las conductas suicidas dan como resultado una carga social y económica significativa para las personas, las familias y las sociedades, debido al uso de los servicios de salud, el impacto psicológico y social del comportamiento en la juventud y sus allegados y, ocasionalmente, la discapacidad a largo plazo, debido a posibles lesiones.
Por lo que el tema del suicidio requiere una gran sensibilización, así como de una atención integral para garantizar el cumplimiento al derecho que toda persona tiene a la salud, como son las y los niños y adolescentes, y sobre todo una política pública que permita prevenir atender y erradicar este gran problema que les aqueja.
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