Para la inmunidad hay rebaños, personas y escuelas...
Google translator traduce herd immunity como “inmunidad colectiva” y así niega, por un lado, la historia del término “inmunidad de rebaño”, que surge de la medicina veterinaria y, por otro, las implicaciones éticas que tiene a nivel de salud pública tratar a la población de un país, literalmente, como ganado
A principios del siglo XX, el ganado vacuno y ovino de Estados Unidos padecía una epidemia de lo que se denominó “aborto contagioso”. Ante ella, los ganaderos mataban o, si podían, vendían a los animales afectados, pero hubo un médico veterinario que se dio cuenta de que convenía hacer exactamente lo contrario.
En un artículo publicado en 1916 en el Journal of the American Veterinary Medical Association, George Potter y Adolph Eichhorn escribieron por primera vez la idea que daría origen al término “inmunidad de rebaño”.
Más tarde, en 1918, Potter escribió: “La enfermedad del aborto (contagioso) puede compararse con un incendio que, si no se agrega combustible nuevo constantemente, pronto se extingue. La inmunidad del rebaño se desarrolla, por lo tanto, reteniendo a las vacas inmunes, criando a los terneros y evitando la introducción de ganado extranjero”.
Justo en 1918, esparcida por la Primera Guerra Mundial, una pandemia mundial ocurrió con la influenza mal llamada española (porque no surgió en España, sino que este país fue el que mejor informó al respecto) que mató a más personas que la propia guerra, por lo que médicos militares europeos se fijaron en el nuevo concepto de Potter.
En julio de 1919 en la revista médica The Lancet (de cuya edición de septiembre de 2020 proviene esta cronología), el bacteriólogo W. W. Topley reportó una serie de experimentos epidemiológicos que hizo en grupos de ratones y con los que llegó a la misma conclusión de Potter: a menos que haya una afluencia constante de animales susceptibles, la creciente prevalencia de individuos inmunes pone fin a la epidemia.
›El mismo Topley sugirió en 1922 que los brotes epidémicos en ratones y en “niños en edad escolar” no son distintos y agregó que las medidas que ya se estaban utilizando para hacer frente a las epidemias con el ganado podrían informar las decisiones sobre el cierre de escuelas en epidemias humanas.
En 1923, Sheldon Dudley, puso a prueba las ideas de Topley ante epidemias de difteria y fiebre escarlatina en la Escuela del Hospital Real de Greenwich.
La escuela proporcionó condiciones de laboratorio, con un grupo homogéneo de estudiantes varones, en buena forma física, que ingresaban en lotes varias veces al año, donde dormían en galeras de 70 a 126 camas”, cuentan David Jones y Stefan Helmreich en The Lancet de septiembre pasado.
Dudley encontró “un paralelo sorprendente” entre ratones y estudiantes y siguió reportando sus observaciones en la aplicación de la idea de la inmunidad de rebaño o manada (la palabra herd tiene las dos traducciones) en seres humanos con un lenguaje que no gustó a muchos expertos, por ejemplo: “Las naciones pueden dividirse en rebaños urbanos o rurales”, “la manada de marineros” o “los rebaños que viven en hospitales psiquiátricos”.
También publicó fotografías de los niños de Greenwich cenando con el pie La manada humana junto a La manada de bacterias, que era una imagen de medios de cultivo con Corynebacterium diphtheriae.
Fue hasta mediados del siglo XX que el concepto de inmunidad de rebaño se fue humanizando, cuando las autoridades de salud pública empezaron a preguntarse ¿qué porcentaje de la población debe vacunarse para controlar o erradicar una enfermedad? Pero las respuestas, una por cada enfermedad, tardaron en llegar hasta después de 1990.
Para la Covid-19 aún no hay una respuesta; sin embargo para los comentaristas de The Lancet “cualquier enfoque propuesto para lograr la inmunidad de rebaño a través de la infección natural no sólo es muy poco ético, también inalcanzable”.
Un concepto escurridizo
Actualmente se dice que un 70% de la población tiene que estar inmunizada a la Covid-19 para alcanzar la inmunidad de rebaño ante la enfermedad; sin embargo, esta es una cifra endeble, por decir lo menos.
El 70% proviene de un cálculo muy sencillo que parte de suponer que en una población totalmente susceptible y que se mezcla al azar, una persona con el coronavirus SARS-CoV-2 puede contagiar a otras tres personas; después, se asume que estar vacunado o haberse infectado confiere una protección perfecta, es decir, cero posibilidades de infectarse y transmitir el virus. Así, si más de dos terceras partes de la población, o más del 66.66%, es inmune, cada persona infectada contagia a menos de una persona y la epidemia se irá extinguiendo.
Puesto así no es difícil ver lo endeble de cifra y que redondear al 70% es insuficiente para dar una idea de lo que es necesario para alcanzar la inmunidad colectiva; por un lado, porque la gente no se mezcla al azar.
Por otro lado, ni siquiera las vacunas más eficaces y las que más se han estudiado (Pfizer/BioNTech y Moderna) dan una protección perfecta; aunque un estudio llevado en personal de salud parece indicar que es muy alta, de alrededor de 90%, pudiera ser distinto en otras poblaciones y con otras vacunas.
Todavía hay muy pocos datos para saber cuánto reducirán la transmisión las vacunas actuales”, dijo el pasado 25 de mayo Amy McDermott en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS); tampoco está claro en cuánto lo hacen las infecciones ni cómo modifican el panorama las nuevas variantes.
“Necesitamos tener algo de humildad en esto. Realmente no sabemos cuál es el número real”, dijo en diciembre de 2020 Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, en una entrevista con el New York Times. Podría ser del 70%, pero admitió que el número podría llegar a 90 por ciento.
La inmunidad personal
En mayo de 2020, la séptima ciudad más grande de Brasil, Manaos, tuvo una crisis de infecciones de Covid-19 que saturó los servicios de salud y, con un exceso de mortalidad 4.5 veces superior al promedio de años anteriores, también los cementerios.
De acuerdo con un estudio publicado en enero en la revista Science, para octubre del año pasado, el 76% de la población de Manaos ya había sido infectada con el virus, según se podía comprobar por las medidas de anticuerpos. Las hospitalizaciones iban disminuyendo y parecía que la ciudad había cruzado el umbral teórico de inmunidad colectiva.
›Sin embargo, a principios de 2021 infecciones y muertes se dispararon nuevamente. El factor determinante parece haber sido la aparición de una variante del SARS-CoV-2 altamente contagiosa que ahora recibe el nombre de Gamma (antes P.1).
Investigadores de más de 30 instituciones de Brasil, Estados Unidos y Europa, publicaron en Science a finales de mayo, que Gamma “puede ser de 1.7 a 2.4 veces más transmisible” y que la infección previa causada por las variantes distintas a Gamma que estaban presentes en Brasil, sólo “proporciona del 54 al 79% de la protección” contra la infección con Gamma.
Lo sucedido en Manaos pareciera contradecir algunos estudios recientes que dan buenas noticias sobre la memoria inmunológica. Por ejemplo, una investigación publicada en Science encontró que personas completamente vacunadas contra el SARS-CoV-2 no experimentan una disminución en la respuesta inmune de las células T, que es diferente a la respuesta de anticuerpos.
Otro estudio, publicado en la revista Nature, encontró que, aunque los niveles de anticuerpos contra el SARS-CoV-2 de las personas que han padecido Covid-19 moderado decae en pocos meses, la memoria para generarlos, que se guarda en la médula ósea, permanece.
Sin embargo, ambos estudios fueron hechos con poblaciones pequeñas, 121 trabajadores de salud en el primero y hubo 77 personas con Covid-19 moderado en el segundo, y en condiciones controladas, no en las complejas de la vida real que hubo en Manaos. Además, aunque el primero de los estudios comprobó que la inmunidad de células T es eficaz contra las variantes de preocupación Alfa (antes B.1.1.7 descubierta en Gran Bretaña) y Beta (antes B.1.351 descubierta en Sudáfrica), no probó a Gamma ni a Delta (antes B.1.617.2 descubierta en India).
›Pero si el virus sigue evolucionando o la inmunidad se desvanece con el tiempo, las cadenas de transmisión comenzarán nuevamente y las condiciones de inmunidad colectiva dejarán de cumplirse. “Nuestro grupo ha comenzado a llamarlo ‘inmunidad de rebaño transitoria’”, dice Jennie Lavine, epidemióloga en la Universidad de Emory en Atlanta.
Epílogo, ¿y niños y jóvenes?
McDermott comenta que pocos científicos creen que la erradicación del SARS-CoV-2 sea posible en un futuro previsible; pero muchos creen que eventualmente será domesticado a través de alguna combinación de inmunidad por infección o por vacunas, que no hace que el SARS-CoV-2 desaparezca, sino que lo convierte en una enfermedad más benigna, en otro coronavirus endémico que causa resfriados. No es un mal resultado. El punto es cómo se llega a él.
Desde el 27 de abril, el senado brasileño inició una investigación sobre el manejo de la pandemia que hizo el gobierno de Jair Bolsonaro, y cada vez hay más evidencia de que había un plan para alcanzar la inmunidad de rebaño ante Covid-19 por infecciones. En México, tal parece que, de forma menos ostentosa que en Brasil, también se ha apostado a la inmunidad de rebaño.
Ahora, si se extrapolan los resultados del estudio de medición de anticuerpos que publicaron expertos del IMSS el 15 de abril del 2021 en la revista Microorganisms, debemos andar ya cerca del 70% de personas que han estado en contacto con el virus, los semáforos están en verde, se reinician clases presenciales…
Aunque los niños, estadísticamente, no se enferman gravemente (de Covid-19), sí pueden enfermarse”, dijo recientemente Fauci. “Incluso si se enferman de manera leve, a los niños, a la gente joven, les da Covid crónico, no hay duda, a veces con síntomas casi incapacitantes como la fatiga, el dolor muscular y la desregulación de la temperatura”.
Hasta el pasado domingo 6 de junio en México se había registrado la muerte de 11 mil 858 menores de 18 años. Es una población a la que todavía le falta mucho tiempo para tener acceso a las vacunas y, según las mediciones de anticuerpos, los menores de 21 años es un segmento de la población que ha tenido poco contacto con el virus, es decir, por usar el lenguaje de Dudley, es una manada a la que aún le falta para alcanzar la inmunidad de rebaño… ¿De verdad es así como queremos que alcancen la protección?