La problemática social se manifiesta de diversas formas en distintos sectores. No existe actividad humana que se libre de sufrir las consecuencias de la realización de actos ilícitos en la cotidianidad. Y así le ha sucedido a la UNAM con el fallecimiento de una alumna de bachillerato en sus aulas.
La portación de armas no es un derecho que se encuentre al alcance de cualquier ciudadano, sin embargo, se ha vuelto algo común entre quienes buscan extorsionar, amenazar o asaltar. Ello se hace patente en el alto número de víctimas fatales a causa del impacto provocado por un arma de fuego.
Es evidente que no existe un control efectivo de las armas que ingresan, comercializan y distribuyen en el país, lo cual deja en la indefensión a la mayoría de la población que no porta un arma.
Ello crea psicosis en la sociedad y motiva que cada vez más personas acudan al mercado negro en busca de un arma de fuego para defenderse, aunque no sepa cómo usarla.
La actual es una sociedad violenta, víctima y victimaria con quien se deje. No importa quién nos hizo, sino quién nos las va a pagar, provocando el deterioro del tejido social, de la tolerancia y de la convivencia.
Por ello, lo dicho por el rector de la UNAM, Enrique Graue, no carece de razón.
En repetidas ocasiones los diversos campus universitarios han sido escenario de la actividad delincuencial, sin que surta efectos positivos la labor de la policía capitalina para impedir y perseguir a los responsables.
Pero no sólo es una labor de la policía y las autoridades, sino también de la sociedad misma al formar parte fundamental e imprescindible de su seguridad e integridad.
De nada ayuda cerrar campus y declararse en paro, lo que hace falta por parte de la comunidad estudiantil es un repudio total hacia la presencia de delincuentes en los planteles y aceptar el control permanente e invariable de los accesos en cada una de las escuelas.
En la medida que se acepte que los cuerpos de seguridad UNAM y policial hagan su trabajo, se mejorará la seguridad al interior de la Universidad.
El Senado fortalece su autonomía
El Poder Legislativo es un ente autónomo y así debe seguirlo siendo bajo cualquier escenario. La no aprobación de la reforma educativa es muestra de ello y se reflejará en cambios constitucionales de calidad y efectivos. Ése es el control que el Constituyente de 1917 ideó y que da resultados.
Ni mas ni menos que la normalidad constitucional.
