El nuevo presidente del Senado no ha tenido curva de aprendizaje; desde un inicio enfrentó debates acalorados que pusieron a prueba su temple y conocimiento parlamentario, y ha salido avante.
Alejandro Armenta Mier es poblano de corazón; hace tres años contendió por la candidatura a la gubernatura de su estado, sin embargo, las circunstancias favorecieron a Luis Miguel Barbosa Huerta con las consecuencias ya por todos conocidas y sufridas particularmente por la sociedad poblana.
Sin embargo, el abogado y administrador no se acongoja ni se duerme en sus laureles, pues estos años han sido aleccionadores para él, comprobando lo que no se debe hacer y apostando, sobre todo, a la política que construye y habilita.
“En política, el adversario de hoy puede ser el aliado de mañana”, asevera contundentemente Armenta Mier, y no le falta razón con base en las votaciones que recientemente han tenido lugar en el Congreso mexicano. De ahí que su estilo de hacer política, su capacidad y experiencia se erijan en importantes contribuciones que puede hacer en favor de sus paisanos.
Hoy, desde la presidencia de la Mesa Directiva del Senado se dice decidido a ser un facilitador de acuerdos, pero, sobre todo, un defensor de la aplicación irrestricta del marco jurídico del Congreso.
“Hay que romper paradigmas sin transgredir jerarquías” es otra de sus máximas, con la cual trata de dar a entender que está en permanente innovación y transformación sin que ello implique ser irrespetuoso de las reglas no escritas de la política mexicana.
Su papel como el representante del Senado en momentos de gran intensidad política demostrará de qué está hecho y pondrá a prueba la permanente imparcialidad, objetividad y responsabilidad que debe garantizar en todo acto legislativo. Y ello no es fácil.
Hombre de campo, sabe que lo que se siembra se cosecha, y por ello trata siempre de sembrar a base de trabajo, esfuerzo constante y superación.
Conoce la importancia del tiempo, y por ello tiene perfectamente calculados los ritmos y las pausas, a fin de no perderse en la frivolidad y encantos que siempre acompañan a los encargos públicos.
@jlcamachov