El otrora servicio de excelencia, puntual, eficiente y pulcro se ha convertido en una bomba de tiempo para sus usuarios. Viajar hoy por el Metro de la Ciudad de México es jugarse la vida literalmente.
Derrumbes, incendios, inundaciones, cortos circuito, choques, robos y vejaciones que ocurren en el Sistema de Transporte Colectivo Metro no han sido suficiente motivo para dejar de quitarle recursos e invertir en su mantenimiento.
No hay pero que valga cuando de financiar campañas y desviar recursos se trata.
No importa que haya vidas en peligro ni que los más pobres paguen las consecuencias de omisiones gubernamentales.
Ésa es la lamentable historia que se repite en el gobierno de la Ciudad de México y que ha puesto en gran peligro la movilidad de la ciudad capital.
Frente a esa realidad, la ciudadanía escucha a gobernantes indiferentes que se victimizan y hasta se ofenden ante exigencias de responsabilidad y coherencia en su actuar.
Mientras para gran parte de la sociedad es evidente que las instalaciones del Metro sufren la falta de mantenimiento y cuidado, para las autoridades los derrumbes, incendios y choques son producto de actos premeditados, insultando con ello al sentido común y tratando de culpar a trabajadores y hasta a usuarios.
El dirigente de trabajadores del Metro, Fernando Espino Arévalo, ha sido claro en señalar los problemas y deficiencias que las y los trabajadores enfrentan cotidianamente en sus labores, siendo la única voz que se ha escuchado tras los hechos del pasado 7 de enero, que cobraron la vida de una joven, mientras que el director del Metro, Guillermo Calderón, no ha sido capaz de responder ni dar explicaciones.
Evidentemente, se trata de un acto de cinismo que esconde la realidad: los recursos públicos que debieran servir para resolver problemas comunes, seguirán siendo utilizados para proyectos privados, y el Metro tendrá que seguir sufriendo las consecuencias de la negligencia gubernamental.
Resulta indignante la cerrazón, insensibilidad y negligencia con que actúan las autoridades que se dicen cercanas al pueblo, cuando en realidad se encuentran a miles de kilómetros de distancia.
Lo que requiere el Metro es que lo dejen de saquear e inviertan en la infraestructura que durante casi tres decenios ha sido olvidada y explotada.
Para nadie es ajeno que la caja chica de la y los gobernantes de la Ciudad es el Metro, el cual no puede más. Y con él, la población de la capital que exige soluciones y no más teorías del complot y de victimización, pero de los gobernantes.
Sí, el principal enemigo del Metro está en la regencia capitalina.
@jlcamachov