Zedillo, muy poco, muy tarde

16 de Mayo de 2025

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

Zedillo, muy poco, muy tarde

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1er. TIEMPO : Cayó en la trampa. Desde septiembre pasado el expresidente Ernesto Zedillo mostró por primera vez que le habían tocado el orgullo y manchado el papel que considera fue fundamental en la construcción de la democracia mexicana. Fue en el discurso inaugural de la Conferencia Anual de la International Bar Association -que reúne a 190 barras de abogados y más de 80 mil abogados en el mundo- en donde, admitió, rompió una regla que mantuvo durante casi un cuarto de siglo: no hablar de su gestión ni opinar sobre acontecimientos políticos nacionales. Lo hizo de manera excepcional ante la aprobación de la reforma judicial y los cambios constitucionales venideros que “destruirán el Poder Judicial y enterrarán la democracia mexicana y lo que quede de su frágil Estado de Derecho”. Pero en el fondo había una herida manifiesta porque su reforma de 1995 había sido señalada como llena de privilegios para beneficiar a unos cuantos sin ver por las mayorías, con lo cual justificaban la nueva ley judicial que, cuando dio el discurso, era asunto concluido, con 17 estados que habían aprobado la reforma constitucional, los que se requerían para que entrara en vigor. El discurso no pasó desapercibido en aquel momento, pero no levantó furor, como sí lo provocó un ensayo que publicó la semana pasada en el semanario Letras Libres donde actualizó, sin datos nuevos, su mensaje de hace poco más de seis meses. La presidenta Claudia Sheinbaum se enganchó, pero Zedillo no se quedó callado. Le respondió retándola con sutileza a que hiciera una comparación en lo que hizo en su sexenio, en términos de costos y consecuencias para el país, con los resultados del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El expresidente es la contradicción existencial y política de Zedillo. Que ahora critica duramente y lo llama “oportunista” y “demagogo”, que ha lucrado políticamente en el pasado, y un traidor a la democracia, que busca instaurar una tiranía. Sus palabras tienen mayor peso porque fue gracias a él que López Obrador tuvo un futuro político a nivel nacional, sin imaginarse que haberle dado carta de impunidad ante delitos federales y electorales que cometió, le abriría la puerta para que 22 años después llegara a la Presidencia y desmontara todo aquello por lo que Zedillo había pasado como la persona que le colocó las ruedas a la democracia mexicana.

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2º. TIEMPO: La ingenua belevonencia. En 1996, el activista Andrés Manuel López Obrador tomó 51 pozos petroleros en Tabasco alegando afectaciones de Pemex al hábitat de los lugareños, por lo cual pedía una indeminización para campesinos y pescadores. Esas presiones eran su modus operandi, practicada en sus marchas por la democracia tras haber perdido la elección para la gubernatura de Tabasco en 1994 ante el priista Roberto Madrazo. Disfrazadas como resistencia civil ante el fraude electoral, las marchas llegaban a la Ciudad de México, y regresaban a Tabasco luego de que Manuel Camacho, el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, a través de su segundo de a bordo, Marcelo Ebrard, le daba ocho millones de pesos en efectivo para que se fuera. Ese dinero ilegal ha sido definido por López Obrador, cada vez que ha quedado exhibido, como recursos para la causa. Aquella toma de pozos provocó la primera intervención del entonces presidente Zedillo. El bloqueo, sin saberlo López Obrador, llevó a los campesinos a un puente que debajo tenía materiales químicos almacenados que podían explotar. Las autoridades federales decidieron desalojarlos al costo político que fuera, y en el operativo golpearon a López Obrador en la cabeza. Se quedó pasamado por el miedo, mientras sus cercanos se lo llevaban a un escondite. Quien dio la cara por él fue su esposa Rocío Beltrán, que habló con el gobernador Madrazo para preguntarle si lo iba a detener. Madrazo le aseguró que no, pero Pemex había presentado 14 denuncias por obstrucción a sus centros de trabajo y la PGR obtuvo una orden de aprehensión contra López Obrador. Un grupo de ministerios públicos llegaron a Tabasco para capturarlo. López Obrador se enteró, y una vez más su esposa entró a rescatarlo. Habló con Madrazo para pedirle que intercediera por su esposo, pero Zedillo, enemistado con el gobernador, lo ignoró. La señora Beltrán logró hablar con otros políticos tabasqueños que pudieron convencer a Zedillo de no actuar penalmente contra López Obrador, con la promesa de que lo sacaría de Tabasco. Lo cumplió y Zedillo respetó su palabra. La frase de López Obrador en uno de sus mitines durante la toma de pozos de que “la cárcel es un honor cuando se lucha por la justicia”, se quedó en eso, un discurso vacuo, porque en las dos ocasiones que estuvo a punto de ir a prisión se asustó y su esposa fue quien lo salvó. López Obrador se mudó a la Ciudad de México y con la ayuda de dos priistas, Enrique Jackson y José Carreño Carlón, llegó a vivir a un departamento junto a Ciudad Universitaria, que habitó muchos años. Se hizo de la presidencia del PRD, que hasta 2012 fue su partido, y posteriormente buscó la jefatura de Gobierno capitalino. Legalmente no podía aspirar a ese cargo porque no cumplía con el requisito de residencia, y otro perredista, , actual titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, lo denunció. Por presiones en el PRD Gómez se desistió, pero su denuncia fue retomada por el PRI, y la presentó en el Instituto Electoral del Distrito Federal. López Obrador dijo que se trataba de un ardid con pruebas falsas para evitar que contendiera. Las autoridades electorales se perfilaban a declarar la inegibilidad de su candidatura pero intervino Zedillo y le ordenó al PRI que retirara su queja. Así lo hizo y López Obrador se convirtió en jefe de Gobierno, la plataforma que lo llevó a la Presidencia.

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3er. TIEMPO: La traición y la revancha. Por el lenguaje que utlizó en su discurso de septiembre, en una conferencia a finales del año pasado en el ITAM, y en su ensayo en Letras Libres, el expresidente Ernesto Zedillo debe sentirse traicionado porque nadie de la oposición, incluido el último presidente priista, Enrique Peña Nieto, hizo una defensa de la democracia. Si bien la reformas democráticas de primera generación las realizó el presidente Carlos Salinas, las segundas, que amarraron ese sistema de libertades y contrapesos, las puso Zedillo con su reforma al Poder Judicial que lo volvió independiente del Ejecutivo, las reformas electorales para impedir que el partido de un sólo hombre controlara la vida política y se respetara el derecho de las minorías, y que el entonces Instituto Federal Electoral, en donde impulsó su ciudadanización, organizara elecciones justas, equilibradas y competitivas, que es lo que narra en diferentes documentos cómo Andrés Manuel López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum fue copartícipe responsable de la demolición del edificio democrático que conocimos. “Confiaba en que cualquier nueva reforma reforzaría nuestra democracia hasta convertirla en una democracia sólida e irreversible, y que bajo cualquier circunstancia se respetarían la legalidad, la competencia y la independencias de las instituciones electorales (y) del Poder Judicial como piedras angulares del sistema”, dijo en septiembre. “Lamentablemente, esta condición clave ha venido siendo transgredida amplia, sistemática y agresivamente por el partido hoy en el Gobierno y su jefe, el Presidente”. Y agregó, recordando la traición a Francisco I. Madero en 1910: “Los nuevos antipatrias quieren transformar nuestra democracia en otra tiranía. Ahora ya sabemos por qué se postulan como la cuarta transformación. En realidad no hablan de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Se refieren a las felonías que transformaron esos episodios extraordinarios y promisorios de nuestra historia en tragedia para la Nación”. Desde hace siete meses Zedillo ha buscado ser la conciencia de un país que ha perdido la memoria de la lucha contra el autoritarismo o que no nació bajo ese tipo de régimen, y no se da cuenta que el edificio que empezó a construir López Obrador y es el segundo piso de Sheinbaum regresa el país más de medio siglo en avance de libertades. Ha sido muy poco y muy tarde, pero algo inesperado sucedió. Lo que por meses había dicho, finalmente captó la atención de la presidenta que le respondió, lo que motivó una nueva crítica de Zedillo y una nueva réplica de ella. Sheinbaum se metió a un terreno farragoso porque le abrió la puerta a que la desafiara: que revisen su sexenio, lo que hizo con la reforma Judicial y en el Caso Fobaproa, el rescate bancario, pero que haga lo mismo con los megaproyectos de López Obrador. Zedillo dio en el blanco. En resultados, lo que hizo él fue mejor para el país que lo que hizo López Obrador. Sheinbaum tendrá que decir qué hace, seguir con el choque con Zedillo o que se evapore. En todo caso, Zedillo ganará, aunque después que sus reformas democráticas hayan muerto.

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