Yuritza Elivani Ramírez apenas tenía 16 años de edad. Fue asesinada el pasado 20 de noviembre y hoy es contada como una estadística más en la lucha entre bandas criminales que se disputan la plaza de aquella entidad. Le llaman “daño colateral”. Era una joven muy activa en la Iglesia Nacional Presbiteriana.
Apenas iba a cumplir un año de haber llegado a Tuxtla Gutiérrez procedente de Frontera Comalapa. Su familia y ella huyeron por la situación de violencia que vivieron en esa zona de Chiapas. Los habían amenazado de muerte. Justo fue asesinada a las afueras de la Universidad Autónoma de Chiapas, lugar donde quería hacerse una profesional para ayudar a sus padres con los gastos de casa.
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Cientos de familias chiapanecas han huido por las amenazas de bandas de narcotraficantes que luchan por adueñarse de los municipios fronterizos. Muchas de ellas han fundado congregaciones evangélicas en Polhó, Pantelhó, Frontera Comalapa, Mazapa y Comitán, y debieron dejar sus pertenencias y tierras a manos de los violentadores porque no quisieron unirse a las filas del narco o prestar sus tierras para la siembra y elaboración de drogas.
Los evangélicos carecen de una cultura de la denuncia: si sufren los presbiterianos, los metodistas no se meten; los bautistas se limitan a lamentar los hechos que padecen sus hermanos; los nazarenos hacen como que no son parte del gremio protestante, y los pentecostales mejor se hacen a un lado cuando ven sufrir a otras denominaciones. La solidaridad y empatía no se le da. Incluso los mismos directivos de la Iglesia Nacional Presbiteriana no se han pronunciado ni reclaman a las autoridades municipales, estatales y menos a la federal el resultado de este crimen impune de una inocente.
Mejor el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBETIS) No. 233 —donde Yuritza era alumna— publicó un desplegado lamentando los hechos. En tanto, las demás iglesias cristianas (más de mil en Chiapas) no han mencionado ni el nombre de la estudiante. Los líderes evangélicos nacionales se han manejado de bajo perfil frente al poder de cualquier partido y en cualquier entidad. Han preferido autocensurarse antes que exigir justicia o denunciar la impunidad.
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Sin embargo, varios de ellos han tenido reuniones con el gobernador electo y con munícipes, más para una foto y refrendarles su apoyo incondicional a su gestión que para denunciar lo que en verdad ocurre en esa entidad, donde incluso muchos ministros de culto y líderes se han enrolado moralmente con los delincuentes.
Yuritza Elivani engrosa la lista de “víctimas colaterales” que hay en México desde hace sexenios. Es muy probable que las iglesias evangélicas dejen pasar su nombre al olvido, como han pasado otros en el México donde no pasa nada… y menos si las encubren, solapan o alientan.
PALABRA DE HONOR: Y siguiendo con temas chiapanecos, la semana pasada el congreso local aprobó la despenalización del aborto, por lo que se comenzará a legislar para reformar el Código Penal. Chiapas es el estado con mayor presencia evangélica en el país.