Vivir en paz

11 de Abril de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

Vivir en paz

Julieta Mendoza - columna

¿Qué significa realmente vivir en paz? Para muchos, la respuesta puede parecer evidente: ausencia de guerra, tranquilidad en las calles, armonía en el hogar. Sin embargo, en una sociedad compleja como la mexicana, la paz es un concepto multifacético que trasciende la mera ausencia de conflictos armados.

Hablar del tema en nuestro país no es un ejercicio trivial ni una excentricidad académica. Es una necesidad imperante porque la violencia se ha convertido en un acompañante cotidiano, desde los asaltos en el transporte hasta el crimen organizado infiltrado en distintos escenarios del territorio nacional. Nos obliga a confrontar nuestra realidad, pero también a imaginar un futuro mejor, un horizonte compartido donde la justicia, la igualdad y la dignidad sean pilares fundamentales.

La OrganizaciónNaciones Unidas (ONU) define la paz más allá que la ausencia de conflictos; la describe como un estado donde prevalecen la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la cooperación internacional. Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) añade un enfoque económico, señalando que la paz crea un entorno seguro y estable donde las economías pueden prosperar, basado en el respeto al estado de derecho y al comercio justo.

Mientras tanto, la Unión Europea (UE) aboga por una paz sostenida a través de la integración política y económica, basada en valores como la dignidad humana, la libertad y la igualdad.

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Estas definiciones comparten un hilo conductor: la paz no es solo la ausencia de violencia, sino un estado de bienestar colectivo que requiere esfuerzo y compromiso constante.

En nuestros días parecería irónico hablar de ello cuando, técnicamente, el país no está en guerra. Pero las cifras son contundentes: según el Índice México 2024 elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, el nuestro es uno de los 25 países menos pacíficos del mundo. Aunque la tasa de homicidios se redujo en un 5.3% en 2023, la violencia familiar y las agresiones sexuales han incrementado alarmantemente. Además, la corrupción y la impunidad, que alcanzan niveles del 94% en delitos no resueltos, siguen siendo motores de la violencia.

En estados como Sinaloa, Zacatecas, Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Tabasco, entre otros, hablar de paz puede parecer un sueño lejano. La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), nos dice que el 74.6% de la población considera que vivir en México es inseguro. Este temor no está infundado: la inseguridad es una realidad cotidiana que asfixia cualquier noción de tranquilidad.

El Premio Nobel de la Paz Johan Galtung introduce el concepto de paz positiva, que no se limita a evitar la violencia física, sino que implica crear condiciones que fomenten el bienestar colectivo. Esto incluye equidad, acceso a oportunidades y mecanismos efectivos para resolver conflictos.

¿Cómo podemos alcanzarla? Implica atacar las raíces de la violencia: pobreza, desigualdad y exclusión social. Con un 43.9% de la población viviendo en situación de pobreza, según CONEVAL, es evidente que la paz no puede florecer en un entorno de carencias.

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Además, fortalecer el sistema judicial, combatir la corrupción y fomentar espacios comunitarios de diálogo son pasos esenciales para avanzar hacia un contexto sostenible.

Incluso, en la literatura clásica, este concepto aparece como un ideal negociado. En la Ilíada, Héctor busca una tregua entre aqueos y troyanos, proponiendo que Menelao y Alejandro luchen por Helena mientras los demás juran armonía y amistad. Este pasaje nos recuerda que la paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino un pacto consciente para construir un futuro compartido.

Y hablar de esto en México no es un ideal abstracto ni una utopía ingenua; es un acto de esperanza y, sobre todo, de valentía. En un país que carga las cicatrices de la violencia, la desigualdad y la corrupción, la paz debe ser mucho más que la ausencia de balas: debe ser la construcción activa de una sociedad donde la justicia y la dignidad no se negocien. No basta con esperar que las cifras de violencia disminuyan.

Necesitamos transformar nuestras instituciones, fortalecer el estado de derecho y, sobre todo, trabajar desde lo cotidiano. La paz empieza en el diálogo, en la empatía, en construir puentes donde otros levantan muros. Solo así, quizá podamos vivir con un poco de paz.

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