Venezuela se encuentra en un momento crucial de su historia política. La elección de Edmundo González Urrutia como presidente ha despertado nuevas esperanzas entre millones de venezolanos que anhelan la restauración de la democracia. Sin embargo, esta expectativa se enfrenta a una serie de maniobras antidemocráticas que buscan socavar la voluntad popular.
El contexto es alarmante. Aunque los resultados electorales han sido debidamente verificados, el gobierno de Nicolás Maduro intensificó sus esfuerzos para deslegitimar el proceso y mantenerse en el poder. Este no es un fenómeno nuevo; el chavismo ha recurrido durante años a la censura, la represión, la manipulación institucional y de la información para para consolidar su control.
Ante esta situación, la comunidad internacional debe asumir un papel decisivo. Gobiernos, organismos multilaterales y líderes democráticos deben adoptar una postura firme. Reconocer la victoria de González Urrutia no solo es una cuestión de principios democráticos, sino una acción imprescindible para impedir que el actual régimen continúe oprimiendo a su pueblo.
El control que el chavismo ejerce sobre los medios de comunicación ha sido fundamental en su estrategia de desinformación. A través de su narrativa oficial, intentan presentar a González Urrutia como un simple “candidato opositor”, restándole legitimidad como representante del pueblo venezolano.
Durante décadas, la comunidad internacional ha sido testigo del colapso de Venezuela. La crisis humanitaria, que se traduce en un éxodo masivo de ciudadanos que huyen de la pobreza y la violencia, es consecuencia directa de un régimen que prioriza su continuidad sobre el bienestar de la población. Es imprescindible que las democracias del mundo actúen con determinación y condenen cualquier intento de impedir la transición democrática.
Desde la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Buenos Aires, en colaboración con el think tank uruguayo CESCOS, desarrollamos el documental “Ecos de libertad: historias de El Helicoide”. Este film recoge los testimonios de quienes sobrevivieron al centro de detención y tortura más grande de América Latina, ubicado en Caracas. Su objetivo es no solo dar voz a las víctimas de la represión estatal, sino también movilizar a la opinión pública internacional frente a las sistemáticas violaciones de derechos humanos en Venezuela.
Venezuela no está sola. La presión interna, sumada al respaldo de la comunidad internacional, puede acelerar el proceso de cambio que tantos ciudadanos esperan. Es fundamental que se lleve a cabo una transición genuina hacia una democracia liberal basada en la libertad, la justicia y el respeto a la dignidad humana.
La interrogante no es si Venezuela logrará superar esta crisis, sino cuánto tiempo tomará y cuál será el costo humano de esta transición. La comunidad internacional tiene el deber histórico de actuar con firmeza y evitar que esta tragedia se prolongue indefinidamente.
La historia juzgará a quienes, teniendo la posibilidad de actuar, optaron por la indiferencia. Hoy, el mundo tiene la oportunidad de posicionarse en el lado correcto de la historia.