Por esencia, un dictador encabeza un gobierno autoritario y represivo; tiene en sus manos todos los poderes del Estado y los ejerce sin limitaciones jurídicas.
Es obvio que el sistema político venezolano está encabezado por una dramática dictadura desde hace más de un cuarto de siglo, primero con el fallecido tirano Hugo Chávez, que se encadenó al poder durante 14 años hasta su muerte, y hoy por Nicolás Maduro, que ha prevalecido en ese cargo doce años y hoy pretende extenderlo otros seis con un proceso electoral fraudulento.
De acuerdo a un comunicado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, no se podría hablar de una juramentación válida la realizada por Maduro el 10 de enero, al no haberse realizado de conformidad con la Constitución de ese país y la Ley Orgánica de Procesos Electorales, que demandan el escrutinio total de las actas electorales y su publicación en la Gaceta Electoral mesa por mesa, hechos que no se habrían realizado con el debido proceso.
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A pesar de las expectativas que propiciaron las elecciones del pasado 24 de julio, en las que ganó el candidato opositor Edmundo González, de acuerdo a las evidencias disponibles, mi percepción siempre fue, y como sucedió, que Maduro nunca ha tenido la intención de traspasar el poder. A los dictadores los mueve la enfermedad por el poder, pero además, una serie de alianzas políticas, riqueza, corrupción y enemistades que se acumulan durante sus tiranías; delirios de grandeza, paranoias y miedos y temores sobre su seguridad que los hace asirse al poder.
El gobierno venezolano está ligado al crimen organizado al más alto nivel, como el Cártel de los Soles, de militares, criminales y gobierno. En las elecciones recién pasadas no estaba en juego únicamente el futuro democrático, sino también el sistema criminal que impera en ese país. Desde Chávez a Maduro se han utilizado economías ilegales para apuntalarse en el poder y estructuras represivas para intimidar y reprimir a la oposición. Las élites militares y los grupos armados no estatales, como los violentos “colectivos” de corte paramilitar, se han beneficiado de la impunidad y los privilegios que les proporciona la alianza con el Estado.
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De acuerdo al colectivo InSight Crime, Venezuela es un importante corredor para el tráfico de cocaína colombiana hacia Estados Unidos y Europa, y con Maduro ha aumentado el cultivo de coca y la producción de cocaína en ese país, especialmente en la frontera con Colombia, a cargo de grupos guerrilleros colombianos como el ELN y disidentes de las FARC (conocidos como Segunda Marquetalia), ideológicamente alineados con la Revolución Bolivariana. El ELN, fundado en los sesenta, aún mantendría vínculos con el régimen cubano, que proporciona inteligencia al chavismo y monitorea la lealtad de sus fuerzas armadas.
El gobierno venezolano también está vinculado a grupos criminales para el contrabando de oro y petróleo y eludir controles y sanciones internacionales. La continuidad de Maduro en el poder seguramente propiciará nuevas olas de migración y mayor presencia de grupos criminales como el Tren de Aragua, que busca establecerse en México.
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En este escenario de la crueldad, asistieron a la nueva investidura presidencial de Maduro, otros malhechores como los presidentes de Cuba y Nicaragua, y delegaciones de China, Irán y Rusia, etc. México estuvo representado por el embajador en ese país que, al igual que en Cuba, ambos embajadores parecen trabajar más para la tiranía y una ideología, que para los intereses de México. La presidente mexicana justificó tal representación con el cacareado principio de la autodeterminación de los pueblos, al estilo obradorista; dijo “quien debe decidir sobre Venezuela es el pueblo de Venezuela”, como si eso no hubiera sucedido en las elecciones y no existiera una dictadura.
Cierro con una expresión de terror del ministro del interior Diosdado Cabello, “... les decimos a los apátridas (a la oposición): si ustedes se pasan de la raya, si ustedes intentan desestabilizar y conspirar los vamos a buscar y los vamos a encontrar...”