1ER. TIEMPO: De Atlacomulco a Macuspana. Desde el otoño pasado las aguas empresariales se empezaron a mover fuertemente cuando empezó a trascender que Francisco Cervantes, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, quería reelegirse. Por estatutos que establecen un máximo de tres periodos, no podía, pero le importó poco. Empezó a buscar los votos que necesitaba para volver a ser electo, argumentando que no tenía impedimento. Legal, sí, pero político era el empresario que siempre habían querido los presidentes: dócil, sumiso y quedabien con unos, los poderosos. ¿Cómo logró quedarse? Fue mediante una trampa de esas que hacen los grillos que se aferran al poder: no fue reelecto: le ampliaron su último periodo hasta diciembre de este año. “Es un reconocimiento a la capacidad del presidente Francisco Cervantes de colaborar fructíferamente con actores clave y generar consensos”, señaló en un comunicado el Consejo del CCE. Las cúpulas empresariales que integran el CCE y tienen derecho a voto —la Concamín de los industriales, la Concanaco de los comerciantes, la Coparmex de los patrones, el Consejo Mexicano de Negocios de los macpatos, la Asociación de Bancos, la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros y el Consejo Nacional Agropecuario—, votaron por él de manera unánime. En el campo de batalla quedaron heridos José Medina Mora, hasta hace unos días presidente de la Coparmex, y Juan Cortina, presidente del Consejo Nacional Agropecuario, que querían quedar al frente del organismo cúpula. Cervantes es un empresario texcocano, que como su impulsor, Francisco Funtanet Mange, incursionó en la política. Funtanet Mange, junto con su hermano Ricardo, fueron muy cercanos al Grupo Atlacomulco y de los gobernadores mexiquenses, que les dieron privilegios para fortalecer su imperio inmobiliario, con cambios en usos de suelo para levantar desarrollos residenciales de lujo en maravillosas reservas ecológicas en medio de bosques. Funtanet Mange fue secretario de Desarrollo Económico en el gobierno de Arturo Montiel y su brazo derecho, como subsecretario, fue Cervantes. En ese gobierno se conectó con Enrique Peña Nieto, que cuando asumió la gubernatura lo hizo presidente del Consejo de Consulta de Participación Ciudadana en Seguridad Pública. Peña Nieto llegó a la Presidencia y él se quedó con su sucesor, Eruviel Ávila, empezando su clavado en los organismos empresariales cúpula. Durante el gobierno de Peña Nieto se comportó como lo haría años después con el presidente Andrés Manuel López Obrador y lo ha seguido siendo con su sucesora, Claudia Sheinbaum, acomodando las cosas para facilitarle las cosas con el gobierno. Cervantes ha sido muy funcional y por eso buscó quedarse al frente del CCE a como diera lugar. Medina Mora y Cortina pensaban que sería una competencia seria, pero estaban jugando con un grillo: desde diciembre sabía que seguiría al frente del organismo; la Presidencia así lo había dispuesto.
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2DO. TIEMPO: Sus amigos y apoyos. El líder de la CCE se fue a Washington para, dijo, ir a la toma de posesión de Donald Trump. Francisco Cervantes invitó al magnate Carlos Slim y lo llevó a una cena. Lo que Slim probablemente no sabía, es que esa cena en el hotel Omni Shoreham, bastante lejos del centro de la febril actividad en torno a Trump, no era parte de las celebraciones de gala oficiales. A donde lo llevó Cervantes fue al Hispanic Inaugural Ball, que patrocinó el Grupo Salinas, y cuyo boleto de entrada costaba cinco mil dólares. Qué incómodo debió haber sido para Slim descubrir ahí que Ricardo Salinas Pliego, uno de sus principales competidores en el campo de las telecomunicaciones y la energía, había pagado el evento, y más cuando se enteró de que debieron haberle pedido que palomeara la entrada de Slim. Cervantes estaba celebrando, con una enorme sonrisa de dama de compañía de Slim, quien debió haber reparado que algo estaba mal cuando las personas más importantes del trumpismo eran su hijo, Donald Jr., y Christopher Landau, exembajador en México y subsecretario de Estado. Ni Cervantes ni Slim estuvieron en los eventos importantes y se quedaron en la periferia. Qué le habrá dicho y explicado Cervantes es un misterio. Slim no solo es uno de los macpatos que están por encima de los liderazgos del CCE, sino quien ha sido el principal apoyo en el sector empresarial del texcocano. Si bien Cervantes tuvo todo el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum para quedarse al frente del órgano cúpula de los empresarios, su permanencia habría sido más difícil y sus adversarios habrían actuado de otra forma si no hubiera tenido su apoyo, el del Grupo Monterrey y el del Consejo Mexicano de Negocios. Cervantes no solo es “su” presidente del CCE, sino quien es facilitador de las cosas que se les atoran. A diferencia de su antecesor, Carlos Salazar, que salió de Femsa, que tenía una agenda neutra, Cervantes actúa con parcialidad, mostrando gran eficiencia en aquellos temas que más interesan a los grandes empresarios detrás de él, pero sin cruzar las líneas rojas que atravesaba Salazar cuando había decisiones y acciones del gobierno que ponían en peligro al sector privado. Cervantes es habilidoso y su paso por la política mexiquense le ayudó a pulir esos talentos, pero tiene una agenda sesgada y genera desconfianza. En el sector empresarial hay opiniones divididas sobre su proceder, y en el gobierno tiene todo el apoyo de Sheinbaum, pero tiene una diferencia con la amiga de la presidenta, Altagracia Gómez, a quien le ha encargado la relación con el sector privado, porque en una reunión cerrada la criticó, pero otro quedabien de esos que abundan entre los empresarios, lo grabó y lo acusó. A Cervantes, sin embargo, no le afectó.
3ER. TIEMPO: El cabildero de sus asuntos. Recién el año pasado, Francisco Cervantes cumplió 30 de actividad pública en el sector empresarial. En 1994, fue uno de los fundadores del Consejo Coordinador Empresarial de Texcoco, donde nació y donde tiene un rancho en donde invita a sus pares, a políticos y a todos a quien busca cultivar o con quienes hace negocio. Cervantes no ha perdido el tiempo en todos estos años, trepando la escalera del poder, en donde se encuentra hoy en día. En el camino, ha atropellado a mucha gente y con la fuerza de ser protegido por los grandes capitales del país y por dos sucesivos gobiernos, el de Andrés Manuel López Obrador y el de Claudia Sheinbaum, ha ido doblegando a quien se le para enfrente. Uno de los choques más fuertes que ha tenido fue con el presidente de la Canacintra, José Antonio Centeno, quien envuelto en acusaciones de corrupción, no pudo reelegirse. La persona que tenía todo para llegar a la presidencia de los industriales de la transformación, Lourdes Munguía, también fue bloqueada, pese a tener el apoyo de los expresidentes de la cámara, Enoch Castellanos y Rodrigo Alpízar. Ninguno tuvo duda que en la elección de Esperanza Ortega, que quedó como presidenta, intervino Cervantes en contra de Munguía, con quien había compartido trinchera en el Consejo de Cámaras Industriales del estado de México. La confrontación destapó otras válvulas y comenzaron a aparecer denuncias públicas contra Cervantes, la más grave, de cometer violencia sicológica contra mujeres y misoginia. Las acusaciones han sido ignoradas por Cervantes, y hasta ahora también han estado contenidas. Pero no son los únicos señalamientos que le han hecho. Su actitud prepotente con algunos y la forma como ha actuado con el gobierno, le ha ido granjeando enemigos, al tiempo que se está empezando a abrir información delicada sobre su proceder. Lo que antes le perdonaron, ahora ya no. Uno de los temas sensibles es cómo, siendo uno de los líderes de la Concamín, maniobró para que su hijo fuera nombrado parte del Consejo Técnico del Seguro Social —donde esa cámara tiene dos asientos—, con un salario mensual de 90 mil pesos. Fue un abierto conflicto de interés que ni le costó, ni le importó. Esa áurea de impunidad que le hace sentirse tan blindado, lo ha llevado a hacer negocios paralelos a sus responsabilidades empresariales, como lo han estado señalando varios de sus pares por un trabajo de cabildeo, no como líder del CCE sino en lo personal, que aprovechando sus relaciones con el gobierno, está cobrando comisiones por arreglar asuntos a través de consultoras cercanas a él. El desgaste de Cervantes ha empezado desde abajo y está subiendo. No ha llegado al nivel de sus protectores en el CCE, pero en algún momento, llegará ese punto de inflexión que no cree que habrá.